Laura tiene una nube
negra. Después de esquivarla tanto, por fin se posó sobre ella. A veces cree
que es justo y la carga, se ha vuelto su compañera. Le tocaba. Ya le tocaba.
Pero jamás se imaginó lo que sería tenerla ahí todo el tiempo. En todo momento
la nube está encima. Y Laura no puede escapar. Tiene la impresión, por
momentos, de que se ha ido. Pero no lo ha hecho. Inconscientemente (o tal vez
consciente) tiene impregnada a esa nube en sus pensamientos. Y esa nube crea
otras nubes y así hasta que se vuelven insoportables y Laura decide engañarlas
por un momento e irse a dormir.
Dormir es cuando todo
el infierno se retira un momento, se va como siendo vencido. Lo decepcionante
es que aún no ha sido derrotado por completo. Es un "alto al fuego"
nada más. Después llega todo el remolino y se la lleva. Pero Laura necesita
recordar el momento de paz que el sueño le da aunque sea por unas horas. Nada
puede hacerle mal mientras es un ser sumiso y dependiente del hecho de poder
dormir. Los sueños solo alargan sus ilusiones pero no siente nada. Es así como
quiere sentir y sentirse. Sentir nada. Alguna vez deseó quedarse dormida hasta
que la nube negra decida dejarla. Hubiese sido todo más fácil. Pero la había
esquivado tanto tiempo que cuando por fin la atrapó se volvió imposible refugiarse
en el sueño. Después de todo y de tanto, la nube sigue ahí y es hora de
despertarse, de caminar con su nueva compañera.
Laura ya no recuerda
cuándo fue la última vez que despertó con certezas y con el alivio de tener a
alguien a su lado sin estar realmente a su lado. Esa nube le ha quitado la
tranquilidad y le va arrebatando poco a poco las sensaciones plenas, esas que
se volvieron tan cotidianas hasta hacerse rutina y destruirse a ellas mismas. Laura
se incorpora sin tener nada que esperar de ese día más que andar con la agobiante
rémora en que se ha convertido su nube negra. Puede, quizás, encontrar refugio
en los quehaceres que inevitablemente tiene que realizar. Pero Laura sabe que es
cuestión de minutos… horas, tal vez. Pero nada más. En cambio, su nube es una
constante.
Pero, ¿qué es esa
nube tan despiadada que logra tanto en Laura? Esa nube negra es precisamente la
desorientación. El vacío. La tristeza más profundamente egoísta, la que nadie
entiende, la que todos subestiman. La decepción. La sensación más miserable. La
bala que la toca y la sorprende haciéndola llorar en cualquier momento y lugar,
la que la invita a morir por un momento. El miedo. La nube negra que es vivir
con el lado faltante, con el abandono. La depresión, la esperanza destrozada
por palabras. Todo ello es la nube negra de Laura. Todo ello posado en una
cabeza de mente frágil y sensible. Todas esas sensaciones posadas sobre otras
sensaciones que van surgiendo. Es abrumador.
Hay que decir,
también, que las quejas de Laura no alejarán a la nube. Por el contrario, las
quejas son producto de la nube. Todo es derivado y es difícil arrancar la raíz.
Laura ya no reza. Nada le funciona, nada alimenta sus expectativas. Es difícil.
Es duro, como dice ella. Sin embargo, por momentos parece que hasta la nube
negra se agota y se va a buscar otros lugares, porque después de todo, a
cualquiera le toca. En esos relámpagos, Laura se siente medianamente feliz y
tranquila. Aún necesita a su complemento pero lo toma bien y a lo que venga. De
pronto, la nube negra parece darse cuenta de que Laura está intentando salir a
flote y la embiste de nuevo para alojarse en su cabeza otra vez, con toda la
autoridad que su poder le da. Aquello es lo malo de la más destructiva y
profunda tristeza y desolación: te sorprende en cualquier momento. Es un hoyo.
No se sale porque sí. Te atrapa con toda la fuerza fría que lleva dentro. Laura
está esperando. Espera, más que nada, disposiciones. Las decisiones de su nueva
compañera, las de ella y, sobre todo, las de aquel que está del otro lado de la
nube negra.
''cuando despierto y voto por el miedo de hoy,
cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa
sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra''
cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa
sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra''
No hay comentarios:
Publicar un comentario
''Detrás está la gente''