A veces en la
tele, sobre todo en los programas de domingo, he visto reportajes sobre años
pasados siendo presentados como gloriosos. Los 60’s, 70’s y 80’s con sus modas,
música, ropa, contexto y demás cosas me
hacían sentir como una persona nacida en un tiempo equivocado. Mi época me
parecía aburrida, como si nada me hubiese marcado o recuerde algo con
nostalgia. Sin duda sucedieron cosas importantes o cruciales desde el momento
en que nací (1992) como la captura de Abimael Guzmán y la disolución del congreso,
entre otras. Pero yo no recuerdo nada de eso.
No recuerdo haber visto algo así como puedo hacerlo ahora. Lo que si se ha quedado en mi MLP (memoria a
largo plazo, aplicando conocimientos psicológicos) son sucesos o hechos tal vez
menos importantes pero que creo no sólo yo recuerdo sino muchas personas que
ahora tienen mi edad o un poco más. Esta
es una lista con 5 pequeños recuerdos de mi infancia limeña y la de, espero,
muchos de mis amigos de Facebook y si hay otros, mejor.
1. All
my loving, Karina.
Yo creo que es
muy probable que muchos de los que hemos sido niños a fines de los 90, nos
hayamos despertado temprano un sábado con la única motivación de poner en canal
4 y ver Karina y Timoteo. A mí me alucinaban los trajes de ella que la hacían parecer
un caramelo y ahora que lo pienso bien, me daba un poco de cosa ese gusto-enamoramiento-casi
incesto inapropiado de Timoteo hacia Karina. Pero no todo era tan traumatico.
Recuerdo los dibujos, El Chavo, los juegos y sus presentaciones en la Feria del
Hogar. A veces tengo evocaciones fugaces de Nubeluz. Pero Karina y Timoteo eran
los nuestros.
2. Chiki
y caries.
No sé si tomar
esa gaseosa producía caries pero me pareció buen título. Recuerdo que había Chiki
amarilla, roja y azul. Qué asco. Pero me encantaba cuando en los cumpleaños
todos los salvajes de medio metro nos matábamos entre nosotros para acercarnos
a tomar una. Después la lengua se ponía del color de la Chiki elegida y enseñársela
a algún amigo era básico. Me alivia que ya no estén en venta porque a estas
alturas, seguramente ya se le habría ocurrido a alguien ponerle algún tipo de
trago y la Chiki es pura inocencia. Hace mucho tiempo que yo no tomo gaseosas
pero si me ponen una nostálgica Chiki al frente, no me lo pienso.
3. Marinero,
marinero.
A mí me gustaba
Matías y a todos los chicos les gustaba Sandra. Estos Parchis no eran españoles
sino argentinos y llegaron a Perú un verano para tener un programa y yo lo veía
siempre también en canal 4. La canción Marinero armaba la fiesta y me resiente
un poco que no la pasen en el momento de la Hora Loca. Supongo que tendremos
que esperar a ser un poco más viejos para aprender a valorarlos con debida
nostalgia y se ganaran un lugar en ese mix de 10 minutos a más. ¿Quién te
enseño a nadar? ¿Fueron las olas del río o las del mar?
4. Una
fan enamorada
A mí nunca me
ha gustado la salsa, mucho menos sé bailarla. Pero si algún momento de
acercamiento tuve con este ritmo fue con Salserín. No gritaba como una histérica
en la Feria del Hogar ni en la Plaza de Acho por ellos porque no era tan grande
en ese entonces pero si bailaba como desquiciada en mi casa. Confieso que aún
me gusta Servando y que no puedo superar sus nombres, son demasiado raros. Pero
me niego a pensar que a alguna persona que siendo niño, púber o adolescente a
fines de los 90 no le gustaba Salserín ni cantaba De sol a sol. A mí la
vueltita me mataba.
5. Hay
un amigo en mí.
Si lloraste con
la tercera película, entonces sabes de qué hablo. Si no te avergonzó hacer cola con tus 19, 20,
21 o 22 años para verla en el cine, entonces sabes de qué hablo. Si quisiste un
Buzz Light Year o un Woody para tu cumpleaños, entonces sabes de qué hablo. Si
piensas que Andy es el niño con más suerte del mundo, entonces sabes de qué
hablo. Si es la única película norteamericana
que disfrutas más oyéndola en español que en inglés porque así la viste desde
la primera vez, entonces sabes de qué hablo. Bueno, eso me pasa a mí. Toy Story
debe ser una de las películas más bonitas de esa generación y todos los niños
de ese tiempo la recordamos. Tanto o más que, por ejemplo, Harry Potter. Deben
aceptar que esas dos películas cambiaron
nuestras vidas y que desde ese
momento tenemos dos ilusiones no
perecibles: recibir una carta de Hogwarts y poner una cámara a ver si nuestros
juguetes cobraban vida cuando no estábamos.
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