Hay palabras y oraciones que no
hacen ni logran nada quedándose en nuestra cabeza. Lo único que generan es
complicación porque colisionan con aquellos otros pensamientos que buscan
impedir la verborrea: el torrente de palabras.
Pero
nunca es bueno decir todo. Hay que ser astutos y meticulosos. Tal vez las
mujeres somos un poco más (o bastante más) minuciosas y si, intentamos decir
todo pero en compresión. No tengo muy claro si la verborrea es lo ideal así que
siempre hay que guardar un poco. Pero quedarte con palabras y ganas, no. Eso es
peor.
*****
A una chica le gusta un chico.
Pero las probabilidades de que a él le guste ella son de 0,0001 entre
238292202292 (o más). Ella lo ha visto dos veces a la semana durante poco más
de tres meses. Lo ha visto más o menos dos horas y media cada día. Él es raro.
Ella está deprimida. Pero los días que lo ve, al menos por esas horas, sólo se
concentra en él. Han tenido algunas conversaciones a causa de la depresión de
ella. Todo infortunio esconde alguna ventaja, dice Serrat. Hasta la ayudó a
incorporarse cuando casi se desvanece. Pero las circunstancias, muchas veces, no
dicen nada A ella le preocupaba que en poco ya no iba a verlo más. Él sólo la
miraba para asegurarse que no se desmayara o llore. La chica confirmó que él le
gustaba y planeaba no decírselo jamás. Además, aún quedaban unos días. Ok, ya
no quedaban tantos. Ella lo decidió ese mismo día: 28 de junio de 2012 (la
chica tiene una memoria envidiable). Y le dijo a él: No te molestes, pero me
gustas… mucho. Para eso, ella había considerado tres posibles escenarios:
Escenario
1:
Que él le diga: Tú también me gustas. Me gustaste desde el primer momento en
que te vi. (Literalmente imposible).
Escenario
2: Que
él le diga: ¿Cómo crees que me voy a fijar en ti? (Probable. Pero políticamente incorrecto).
Escenario
3: Que
él le diga: ¿Cómo vas a decirme una cosa así? Por favor, te pido que te vayas. (Probable.
Muy probable).
Él escenario fue el 9 ¾. O sea,
uno que no existía. Él le dijo que estaba sorprendido. Pero que no era
adecuado. Lo dijo con una sonrisa tan bonita y sagaz que más bien decía: No
creas nada de lo que te estoy diciendo. Se despidieron con un beso (inserté
aquí el adjetivo o tipo de beso que usted prefiera). Ella dio todo por zanjado.
¿Había sentido vergüenza? Sí. ¿Había
hecho algo que nunca en su vida había hecho? Sí. Pero ella no esperaba nada
porque esperar algo era simplemente una idea surrealista. Así que se fue. Un día
después, recibió un mail casi corporativo.
De: sjsjeajajaminsjslaajijao.
Tal
vez habría que vernos.
Y así fue.
Lo importante fue todo lo
que está más allá de la vergüenza. Ella se sintió fuerte, sintió que nada podía
detenerla y que era capaz de cualquier cosa. Hay que pensar siempre en el
costo-beneficio. Si ella no arriesgaba, no ganaba. Y fue un riesgo. Su respuesta
pudo ser cualquiera. Pero aun poniéndonos en el peor escenario: el dos (rechazo
total) o el 3 (indignación), habría tenido una respuesta, que es mejor que no
tenerla, que es mejor que preguntarse todos los días: ¿qué hubiese pasado si le
decía?...
Por eso, quisiera decirles a
las chicas que leen esto (porque soy una chica y más o menos entiendo el
código) que no se callen. El hecho que seamos nosotras las que se lo digamos a
un chico no nos hace menos mujeres. Al contrario, hasta podríamos sentirnos
mucho más felices de serlo. No hay que pensar mucho. Si lo piensas, no lo
harás, sólo perseguirás tu cola. No esperemos más que respuestas. Nada asegura
lo que pueda pasar. Pero uno no sabe
hasta que sabe.
"I was taking a walk,
when I saw you pass by
I thought I saw you looking my way, so I thought I’d give you a try
When I saw you smile, I saw a dream come true
So I asked you, maybe, baby what you gonna do?"
When I saw you smile, I saw a dream come true
So I asked you, maybe, baby what you gonna do?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
''Detrás está la gente''