¿Qué decir de Mistura
que no se haya dicho ya? Ser uno de los temas más tocados, sino el más tocado de
estas semanas, lo hace predecible, aburrido, más de lo mismo. Debe ser por eso
que no sé que más escribir ahora. Pero he decidido darle un descanso a los
posts sinceros y llenos de demonios (los míos).
No me gusta Mistura.
Algo duro. Me siento la nueva Ivan Thays. Pero, en este caso, no es que no me
guste la comida peruana. Me gusta, pero no toda. Me gustan más las pastas. Me
gusta el ceviche, pero sin mucho ají. Me gusta el lomo saltado, pero sin
cebolla y sin tomate. Me gusta la causa, pero sin muchas verduras y de atún. Me
gusta la mazamorra, pero sin frutas. No me gusta el arroz con pollo, el ají de
gallina, la chicha de jora, ni nada que tenga que ver con partes explicitas de
animales y, perdón, pero jamás comería suri. Es que no todo nos puede gustar.
Vamos, es imposible. La comida peruana será, para miles de miles, lo máximo.
Pero no nos puede gustar a todos, incluso siendo peruanos. Sí, la comida
peruana esta empezando a ser reconocida internacionalmente, eso es verdadero,
pero lo mismo sucede con la mexicana y la francesa, un clásico que sigue
vigente.
Definitivamente, hay algo
extraño cuando defendemos nuestra gastronomía como eso, "nuestra".
Sin pensar que, al menos la comida que tanto se promociona en diferentes partes
del mundo y hasta en muchos de los restaurantes más representativos (y caros)
de Lima, es una fusión alucinante entre muchos países que desde hace muchos
años influyeron no sólo en nuestra comida, sino también en nuestras costumbres.
Por ejemplo: China, Italia, España.
Hace unos días fui a
Mistura para encuestar a los transeúntes y "comensales" (que es como se
le debería llamar ahora a todo peruano caminante en las calles ya que
aparentemente nuestra comida es nuestro verdadero "yo"). Tráfico,
desorden, colas eternas, peleas, revendedores, colados, taxis cobrando lo que
se les da la gana, humo, contaminación, basura y polos de Marca Perú. Sí, la
peruanidad es una marca, una publicidad, un volante de promoción que hay que
pisotear y ensuciar con la excusa de que con la comida se hace patria. Es un
comienzo, sí, pero no lo es todo.
Sin embargo, sé y
entiendo que Mistura es una gran vitrina para muchos que recién comienzan, es
trabajo, es oportunidad. Lo sé. Pero no es todo. Mistura no es el Perú. Nuestra
verdadera mixtura está adentro y fuera del Campo de Marte, está en esa
salchipapa que comes en la esquina de tu casa, en la señora que vende
anticuchos toda la noche, en Marcelo’s, un huequito donde compré leche de tigre
después de viciar mi voto. Está siempre, en todo lugar, en todo momento. No hay
que olvidar eso. Que Mistura, la feria gastronómica de los domingos en tu
distrito, el menú en el mercado, el puesto de emolientes y tantos otros, son un
elemento más de todo lo que hace espectacular y hermoso el ser peruano. Que no
sea sólo la foto, el check-in, la entrada, la foto de Gastón. Que sea la
historia del hombre o mujer que te vendió un plato de comida en Mistura o en
algún otro sitio en nuestro loco país, que sea su fusión, nuestra mezcla que es
más importante que cualquier plato. Eso es lo que es Perú: mixtura, no sólo
Mistura.
''Hoy nuestro canto crece,
es nuestra esperanza
es nuestra esperanza
nuestro país renace,
como tribu en las cumbres''
como tribu en las cumbres''
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''Detrás está la gente''