El rey del rock vive en un espacio
de 88 metros cuadrados en un tercer piso de un edificio de la cuadra 18 de La
Alameda del Corregidor en pleno corazón de La Molina, en Lima. El rey del rock
vive en cada centímetro de ese departamento que por fuera es cemento y por
dentro es santuario, allí donde el tiempo se detuvo y un Chevrolet del '69 da se
luce en el estacionamiento. El guardián de aquel templo es Ricardo Bolaños, presidente
del club de fans oficial de Elvis Presley en el Perú. Tiene 47 años y apoyado
en la puerta de su departamento, viste una chaqueta de cuero negra, gafas
oscuras y zapatillas azules. Ese hombre que aún no había nacido cuando Presley hacía
delirar a multitudes, lo conoce más que cualquiera. Empezó a escucharlo a los
11 años. Su padre, un coleccionista de vinilos, le pedía que lo acompañe a
escuchar Melomanías, en Inka Radio, programa que conducía Jorge
Cox, el primer presidente del club, quien se convertiría, años después, en su
maestro.
-La primera vez que escuché Melomanías entré a un concurso; gané y
conocí a Jorge -dice Bolaños mientras hace café en una taza con el rostro de
Elvis-. Desde los 12 años soy coleccionista y miembro del club, ahora como
presidente.
Lo primero que guardó fue un
recorte de periódico con la imagen de su ídolo en una esquina. Todavía lo
conserva. Ese pedazo, perfectamente laminado, es su objeto más querido y por
ello lo hace descansar en su escritorio dentro de un porta retratos que hace
las veces de pedestal. La prolijidad del espacio hace que todo se vea
majestuoso. El departamento entero es un homenaje. Lo primero que puede
observarse tras atravesar la puerta es un afiche gigantesco de Presley dibujado
a mano con una leyenda que dice: El Rey del Rock. A un lado, una pantalla de 32
pulgadas encima de un mueble rodeado de souvenirs
y muñecos pequeños de Elvis. A unos metros y sobre un aparador, fotos de su
esposa e hijos. "También está ÉL",
dice Bolaños, como si se tratara de un omnipresente. Pero el verdadero tesoro
queda a unos pasos más adelante: la colección. Según el fanático, donde Elvis
vive y revive todos los días. Parece un altar. O, mejor dicho, es un altar.
Sólo que en lugar de mármol, tiene madera y en vez de sacerdote tiene a Ricardo
Bolaños como predicador. Se trata de un estante que ocupa una pared entera en
donde se pueden oír más 100 horas de música, ver más de 200 horas de video,
leer más de 65 libros y contemplar unos 47 afiches. Dentro y fuera, Bolaños
tiene todo aquello que ha logrado coleccionar durante 35 años.
—Yo
soy un hard collector. Todo lo que
tengo me lo traen desde Dinamarca, Estados Unidos, Canadá, Japón, Argentina,
Brasil. Cuando era más chico canjeaba cosas. Ahora no. Me he vuelto más
selectivo —dice Bolaños sentado en su
escritorio mientras marca un número en el teléfono.
Los contactos que tiene alrededor
del mundo fanático de Presley, son las mayores fuentes de alimentación de esta
máquina colectora. En el vidrio que cubre su escritorio, decenas de tarjetas,
números telefónicos, facturas y apuntes se pierden entre ellas. Bolaños se
queja de que en el Perú, la industria de Elvis no está tan desarrollada como en
otros países. Por ello, en cuanto a fanatismo y colección se refiere, vive en
un mundo paralelo donde con una llamada puede revivir una vez más a Presley en
ese estante.
El número que Ricardo Bolaños marca es
el de Francisco, un colega argentino amante del rey del rock que contactó vía Facebook hace unas semanas y le ofrece, directo
y sin escalas, el audio del último concierto de Presley en el Marquet Square Arena de Indiana. Mientras
espera una respuesta, Bolaños camina por la habitación, palpa los afiches,
ordena los muñecos y saca un disco del estante: Love Letters from Elvis, "lanzado el 16 de junio de 1971 bajo
el sello discográfico RCA", recuerda con precisión.
—Hola,
¿Francisco?, te habla Ricardo Bolaños de Lima. Me decías que tienes el Marquet Square. Pucha, ese sí lo quiero
de todas maneras. ¿Cómo hacemos? —dice Bolaños mientras
revisa canciones del disco que sacó. Por la expresión que puso al instante,
parece que no está de acuerdo con el precio que le pone Francisco.
—No
sé… ¿Me aseguras que está intacto y es original? —continúa
Bolaños. Espera y deja de hablar. Se para en seco frente al estante, separa
unos discos como haciendo espacio para uno más—. Ya,
hermano, está bien. Let's rock and roll.
El diálogo continúa con una lista de
títulos de los que ambos fanáticos hablan como si se tratara de reliquias
recién encontradas. Deben serlo, porque Bolaños sonríe incrédulo y se cubre la
boca cada vez que su contacto le responde. La conversación termina con ajustes
sobre los detalles de envío y recepción del disco. El hard collector está satisfecho.
"El fanatismo puede traerte
problemas", dice Bolaños después de colgar el teléfono. Pasea por la
habitación. Se detiene justo en frente de su estante, en una vitrina llena de
imágenes y revistas. Su primer matrimonio terminó porque su ex
esposa podía soportar su fanatismo esto. A ella no le gustaba,
simplemente no le gustaba. Bolaños regresa al aparador que tiene los
cuadros de su familia. Coge dos fotos: la de su esposa actual y la de sus hijos.
Las coloca entre las fotos de Elvis, justo en el centro. "Ahora los pongo
juntos porque ellos sí se entienden", dice el fanático sonriendo. Su hijo
menor, Martín, entra a la sala en pijama y le pide a su papá que le instalé un
juego en su computadora. Él asiente. Mientras tanto, el niño tararea una
canción del disco Love Letters from Elvis
que su padre había puesto un rato antes. "Se llama If I were you", dice Martin antes de irse. Bolaños quiere
seguir recorriendo su fortín. Cada espacio tiene una anécdota distinta; cada
esquina, una canción. Pero hay un rincón que merece una parada. A simple vista,
ningún altar. Se trata de dos sofás color café frente a frente y con un
tocadiscos en el centro. Es el lugar donde Ricardo Bolaños y Jorge Cox se sentaban
durante horas a escuchar las letras de Elvis Presley.
—Podíamos
estar todo el día aquí y emocionarnos con cada acorde —recuerda
Bolaños con voz quebrada—. Después de la muerte de
Jorge, hace cinco años, me siento aquí todos los fines de semana y es como si
Elvis y él me quisieran decir algo.
Bolaños no quiere hablar más. El
recuerdo de su amigo le causa una tristeza que parece impedirle pronunciar
palabra alguna. Fueron años de fanatismo compartido, de insania comprendida y
ahora, dentro de tantos objetos y recuerdos, una parte de Elvis de Elvis ya
está casi moribunda desde que Cox murió. Tras unos minutos de silencio, se
recupera y continúa:
—Sin
Jorge, no sé si hubiese podido cultivar esta pasión —dice
el fanático —. Gracias a él, Elvis se volvió mi
amigo porque ha estado conmigo en mis momentos más importantes.
Bolaños ha hecho de Presley, un
acompañante y parte de su vida. Lo cotidiano de sus días está adaptado al rey
del rock que es un miembro más de una familia que le encantaría ampliar. Tiene
muchos planes para el club de fans aunque admite que últimamente los miembros
están dispersos y se frecuentan cada vez menos. Entre sus asignaturas
pendientes, está la publicación de un libro sobre la industria de Elvis en el
Perú y una visita a Graceland, la
mansión de Presley en Tennessee que está abierta al público desde 1982. Es su
más grande sueño a pesar que cuando habla de ella, la describe con tal
exactitud que parece ya conocerla.
Después de terminar de escuchar el Love Letters from Elvis, Bolaños guarda
el disco y saca dos tarjetas de su billetera, la primera dice: Asesor
Comercial; la segunda, Presidente. Lo que se ha logrado tras más de 50 años de
fundación del Official Forever Elvis
Presley Fan Club Lima Perú no es poca cosa: es el primer y único club en el
Perú y está reconocido por Elvis Presley Enterprises,
entidad corporativa a nivel mundial que se encarga de manejar todo lo
relacionado al rey del rock. No tienen un local oficial pero están ubicados al
nivel de los miles y miles de clubes de fans de Elvis en todo el mundo. Bolaños
guarda los discos, vinilos y afiches que sacó para exponer con sumo cuidado.
Tiene una reunión en 20 minutos. Ya a punto de salir, se queja de algunos
problemas de trabajo que lo tienen preocupado desde hace varios días. Apaga la
luz de la habitación, sale hasta la cochera, entra en su Chevrolet del '69 y la
enciende. "Tengo que pensar: ¿Qué haría Elvis en esta situación?",
dice Bolaños con una sonrisa.
"Elvis
está vivo
me lo dijo un amigo
cuando el sol empezaba a caer
está en el cuarto forrado de leopardo dorado
se queda viendo su propio funeral
en Menphis lo saben todo
pero es gente muy discreta y no dicen nada"
me lo dijo un amigo
cuando el sol empezaba a caer
está en el cuarto forrado de leopardo dorado
se queda viendo su propio funeral
en Menphis lo saben todo
pero es gente muy discreta y no dicen nada"
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