Laura reniega porque a mitad de
su camino hacia la universidad, se nubla totalmente y la ropa que había elegido
para ese día, de pronto ya no es la más adecuada. Eso es lo que sucede cuando
se vive en una ciudad como Lima, en donde en un solo día (tal vez en una sola
hora) se pueden experimentar todas las estaciones del año. Pero ya no había
vuelta atrás, no podía regresar a su casa y solamente quedaba soportar el gris
del cielo y lo frío del viento con una blusa hippie blanca y un jean wash-algo
(eso quiere decir que es un jean claro, lavado exageradamente) como único
escudo protector.
Entonces llega a la universidad,
espera 11 segundos para cruzar la pista y camina. Entonces le molesta tener que
buscar un carné para poder entrar. Entonces encuentra su carné, se lo enseña al
vigilante y puede ingresar. Entonces camina. Entonces sigue caminando para ir a
la biblioteca. Entonces lo ve entrando. Entonces está segura que es él porque
sólo él camina tan despacio, tan "como si no le importara el mundo,
tan de costado, tan con la frente en alto pero mirando hacia abajo.
Ella levanta la mano en señal de
saludo y él se acerca. Que él tiene una clase en 5 minutos, que ella tiene que
hacer un trabajo. Que él iba a terminar antes de las 12 y que había cancelado
todo para después, que ella podía esperarlo y después seguir la conversación.
Que él le sugiere que lo vaya a buscar a un lugar donde ella tiene prohibido
estar, que ella…
-¡¿Qué?! No, no, no, ¿cómo voy a ir ahí? – protesta Laura
por ser, de verdad, una idea completamente exorbitante.
-Pero vas a saber lo que es adrenalina. Bah, vamos a saber.
-Pero yo no puedo. O sea, así quiera, no puedo.
-Para todo hay maneras. Yo te digo qué hacer. Y si algo sale mal será por tu falta de precisión en los planes.
-Pero vas a saber lo que es adrenalina. Bah, vamos a saber.
-Pero yo no puedo. O sea, así quiera, no puedo.
-Para todo hay maneras. Yo te digo qué hacer. Y si algo sale mal será por tu falta de precisión en los planes.
Y Laura lo mira mientras sonríe,
achina y mueve los ojos. Y él le dice qué hacer. Por supuesto, eso no
garantiza que todo salga bien. Por el momento, Laura debía hacer un trabajo y
él irse a una clase así que se despidieron y cada uno por su lado. Pasó el verano,
el invierno, el otoño, la primavera y llegó el verano otra vez. O sea, pasaron
unas horas y ya debía ir al "lugar".
El "lugar" es
un espacio dentro de la universidad al que no cualquiera entra. Es decir, no
cualquiera entra a todos los pequeños lugares dentro de ese sitio. A menos que
tengas un carné diferente. Pero ella iba a entrar y lo iba a ver. Casi
robóticamente se acercó al lugar y empezó a llegarle a la cabeza la voz de él
dándole instrucciones.
Entra, mira la placa gigante que está a un costado y di que quieres ir
a la oficina de lo que sea que esté al final de la placa porque quieres hacer
una consulta.
-Hola, quiero hacer una consulta en la oficina de…
Humanidades.
-Su nombre, alumna.
-Su nombre, alumna.
No des tu verdadero
nombre
-Sandra Fernández
-La Srta. Sandra Fernández se dirige al 5to piso – anuncia la secretaria a un micrófono.
-La Srta. Sandra Fernández se dirige al 5to piso – anuncia la secretaria a un micrófono.
Sube las escaleras, no
el ascensor, pero no vayas hasta el último piso, quédate antes…
Después de pasar la seguridad aeroportuaria del "lugar",
Laura subió las escaleras corriendo pero se detuvo en el tercer piso.
Y bajas de nuevo, pero
al sótano. Laura, no dejes que te vean.
¿Cómo diablos iba a bajar hasta
el sótano y pasar inevitablemente por el primer piso sin que nadie la note? No
importa, pensó Laura. Hay que arriesgarse. Y así comenzó a bajar las escaleras
con cuidado y antes de llegar al primer piso, empezó a ir más rápido. Cuando
logró aterrizar, aprovecho la distracción de la secretaria y corrió hasta el
sótano. No había nadie pero ella sentía que cualquier persona podía bajar y
verla en cualquier momento. Miraba alrededor como esperando un ataque zombi y
él salió detrás de una puerta que Laura no había notado. Sale con sus cosas en
las manos. Pero escuchan el sonido de un walkie-talkie (?) y Laura de pronto le
quiere pegar. No hay tiempo. Él abre una puerta que parece de caja fuerte y la
hace entrar. Es un espacio más o menos grande. Una vez adentro empiezan a reírse
como locos. Se ponen cada uno a un lado de la pared frente a frente. Siguen
riéndose. Él le señala con el dedo que se calle, que no haga ruido. Pero él
esta sonriendo y ella se contagia, se tapa la boca pero sonríe.
-Vas a salir como si nada, si pones la cara de siempre, ya
sabes…
-Sí, ya sé, permiso
-Sí, ya sé, permiso
Después de haberse reído tanto, a
Laura le daba un poco igual lo que pase, algo que no es común en ella que
siempre es minuciosa y perseguida por todo. Abrió la puerta y el salió atrás de
ella, vieron la puerta transparente que da a la cafetería y salieron como
cualquier persona e, incluso en el grado máximo de cinismo, compraron dos
galletas y dos botellas de agua.
Y caminaron por la universidad como él dijo: "como
si nada"
hasta llegar al estacionamiento.
-¿Sabes manejar? –pregunta
-Si, creo. Pero no tengo licencia – responde Laura con cara de pánico.
-Entonces sí sabes manejar.
-Si, creo. Pero no tengo licencia – responde Laura con cara de pánico.
-Entonces sí sabes manejar.
Y la mira con esa mirada cómplice que ella ya conocía, la
misma que le dio unos meses antes, cuando quería que deje de tener ese
semblante fantasmal.
-No, no puedo hacer eso, por favor –implora Laura con total
raciocinio
-Pero vas a estar conmigo
-¿Y si choco tu carro?
-Tiene airbag.
-Pero vas a estar conmigo
-¿Y si choco tu carro?
-Tiene airbag.
Laura estaba decidida a seguir negándose
hasta que volvió a verlo sonreír y recordó que unos minutos antes nada más,
había estado en un lugar en el que no debía, que se había reído con alguien con
quien tal vez no debía haberlo hecho tanto y que compró galletas y agua.
-Ya, voy a manejar. Pero con una
condición.
-A ver –le respondió él con mirada desafiante y con los ojos más dorados que nunca por el sol.
-Vamos a escuchar la música que yo quiera.
-Está bien
-A ver –le respondió él con mirada desafiante y con los ojos más dorados que nunca por el sol.
-Vamos a escuchar la música que yo quiera.
-Está bien
Entonces le alcanzó las llaves a
Laura y ella, aunque con dudas, se sentó en el asiento del conductor. Sacó su
mp4 y un cable. Lo conecto al equipo del
carro y empezó a elegir canciones. No iba a ser divertido si, de pronto, ponía
The Smiths (ya los habían escuchado mucho) así que eligió una canción un poco
más sorpresiva…
Y Laura empezó a manejar sin
dejar que él le diera algún consejo, salvo este (por estrictos motivos de
seguridad)
-Ponte los lentes de sol para
salir.
Se los puso y siguió manejando.
-Yo te dirijo, tú sigue.
De pronto la voz de Katy se hace
más fuerte, él se ríe y ella lo mira reírse. Sabe que esa canción le debe
parecer una cosa horrible y sin embargo, él empieza a mover la cabeza y trata
de imitar la voz de la cantante. Laura no lo puede creer.
El sol se hacía más intenso y
Laura decide amarrarse el pelo. Se siente un poco más adulta. Él la mira e
intenta tomarle una foto con el celular. Ella lo tapa, no lo deja. Y vuelven a
reírse.
-¿Te gusta Pimpinela? –Se arriesga Laura
-(Se ríe) Y me sé todas las canciones
-¿En serio? No te creo.
-Yo voy a poner una y vamos a cantar.
-(Se ríe) Y me sé todas las canciones
-¿En serio? No te creo.
-Yo voy a poner una y vamos a cantar.
Y se fueron cantando, sin darse
cuenta de muchas cosas hasta que Laura vio el mar de lejos. Había manejado sin
demasiada presión y con tranquilidad, lo había visto elegir una canción y
ponerse a cantar sin importarle nada. La brisa, sus lentes, el sol en la cara y
en los brazos, su pelo tan castaño, su camisa inquieta por el viento.
La canción.
''Ay, señorita, yo no soy Varishnicow
pero baile esta canción
y deme su compañía.
Ay, caballero, yo no se qué quiere usted
pero debe comprender
que soy chica de familia''
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