25 de octubre de 2012

Desenchufada


A veces son muchas las canciones que siento son el soundtrack de mi estado en este momento (y en todos los momentos). Por supuesto, algunas son corta venas, otras son para auto animarme, unas cuantas son verdaderas y las demás son de Katy Perry.

Y todas las cantaba también porque me encanta. Me gusta cantar cuando me baño, antes que me pongan una inyección para distraerme y que no me duela, cuando corro para no cansarme (así fue logré completar los test de Couper en el colegio).

Pero la idea es esa. Entonces me di cuenta que puedo cantar y encima verme haciéndolo. Esta canción se me ocurrió porque, además de ser una de mis favoritas de Sabina, el título es que pienso que estoy pasando. Ya, pues, ¿no?

No hay música porque me olvidé de buscar y mi programa para generar pistas se murió. No sé si lo que me pasa y siento, ha sido suficiente pero creo que es ¡demasiado!

No hace falta cantar bien y con técnica (aún no me queda claro qué es eso) mientras se hace con garra y sentimiento, como todo.

Ah, el disfuerzo es a propósito, lo antinatural es a propósito, la exageración es adrede y desafinar porque Sabina también desafina. Si lo hice así, fue porque siempre me imaginé que si una chica cantaba esta canción, sería así.

¡Enjoy! (espero)



''Pero antes de palmarla se te oyó
decir: ¡Que demasiao!,
de esta me sacan en televisión''


18 de octubre de 2012

Mecánico y automático


Ya no sólo era cuando dormía que Laura, súbitamente, estaba tranquila. Ahora, podía sentirse tranquila y sin pensar demasiado cuando estaba con él. Al menos eso creía ella cuando decidió, por fin, decirle a esta persona lo que le estaba sucediendo en paralelo a sus propios demonios y, además, ordenar y aclarar lo que estaba pasando ya no sólo con ella, sino con los dos.

Entonces estaba decidido. Sólo tenía que esperar otro encuentro casual. Porque no tenia su número ni él el de ella, porque jamás quedaban en verse y nunca, pero nunca, podían estar demasiado tiempo en el mismo lugar.  Entonces era probable que lo viera, seguramente, ese mismo día, en dos, la semana siguiente, indefinido.
Como es costumbre,  a Laura le pasan las cosas que piensa, será porque las atrae, será porque, como él una vez le dijo, su energía es tal que genera situaciones. No especificó qué clase de energía, vale aclarar.

Entonces pasa así: Laura está aburrida en una clase. Son casi las 2:00 de la tarde. El profesor no deja de hablar. Como nunca, se ha sentado en la última carpeta y de rato en rato, recuesta su cabeza en la pared y comienza a cerrar los ojos. Los abre enseguida porque su profesor le provoca pena. Soluciones, piensa, soluciones. Se para de inmediato y decide ir al baño a lavarse la cara. Sale del salón, cierra la puerta con cuidado y comienza a caminar mirando a los costados, tratando de evitar miradas, no sabe por qué lo hace. Y lo ve. Está ahí, parado, tomando un café y revisando su celular antiguo. Laura se queda paralizada, tampoco sabe por qué, se acerca un poco más y él se da cuenta de ella.

-El aburrimiento tiene rulos - le dice él.
-Es urgente que hablemos. Pero, así, urgente – responde Laura
-¿Y ahora?
-No, no es de eso, creo. Es otra cosa.
-Ahora es break pero siempre la terminó a las 2:15 o 2:20, ya sabes.
-Pero yo tengo que quedarme.
-Entonces espero.
-Es hasta las 3. 
-¿Estacionamiento?
-Ya.


Si algo le inquieta a Laura, es la manera en la que él puede sintetizar toda la expresión de su rostro, de lo que quiere decir, de lo que intenta generar, en pocas palabras. Y a Laura que le gusta hablar mucho, eso la desacomoda un poco.

A las 3 en punto, Laura sale de su salón y camina hacia el estacionamiento. Sólo quiere decirle algo y de ahí en más, lo que sea que venga. "Lanzar la bomba" 2da parte, esta vez es personal.

Sale de la universidad y empieza a caminar sintiendo el viento en su cara y, de paso, despeinándola. Sabe el lugar donde él probablemente ha estacionado su auto.  Lo ve. Va acercándose mirando hacia los lados, como él le ha pedido que haga tantas veces y se detiene frente a la ventana. Él, que estaba ordenando unos papeles, los deja en sus piernas y le abre la puerta. Ella entra cuidadosamente y de inmediato pone la mano en su mejilla para que no la noten. También es algo ensayado.

-¿Cuál es el drama? –pregunta él, otra vez con cara de médico.
-No me acuerdo de ninguno ahora. Pero si quieres que lo piense… – responde Laura ofuscada.
-Te vas a inventar uno o te esforzarás hasta recordar. Ya se acerca Noviembre, por ejemplo.


Laura sintió que quiso ofenderla. O, tal vez, quería volver a hacerla sentir tonta. Pero tenía razón y ella sabía que la tenía. Cayó en cuenta, entonces, que Noviembre venía así nomás, directo y sin escalas, que  tendría un ataque nervioso otra vez. Y así, como ya es costumbre, comenzó a llorar.

-Ya estoy cansada. Hay veces que no sé qué hacer, me desespera. Quiero dormirme y despertarme cuando todo me pase –grita Laura.

Pero él no responde. Sólo observa cómo Laura pone sus dos manos sobre su cara y se agacha. Y la escucha llorar, escucha cómo se queja, escucha los sonidos de alguien a quién le duele llorar pero que no encuentra otro remedio.

-Me siento tan… me siento como tirada, como algo que ya no sirve y que fue dejado de lado. Soy un desconocido. No sabes cómo se siente ser ignorado, en serio. –continua Laura con esa habilidad extraterrestre de hablar tanto mientras llora.

Laura sigue y sigue hablando, como intentando levantar la mano desde donde se ahoga. Él le jala el brazo presionando su codo y la abraza. Laura ahora puede ser más ella. Lo abraza también, le presiona los hombros, llora como desconsolada. Si alguien los vio, no importaba. Al menos no a ella.

Se separan por fin.

-Si eso era lo que me querías decir, eres una dramática – dice él volviendo en sí.
-Ah, no no, no es eso. –responde Laura mientras se seca la cara.
-Dime
-dnkjndskjfddwfwenjdnewodnednenewewdcwecewfbudcbuewdcfewcwfe y te lo digo en serio.
- Pensé que sólo era una vez que me lo ibas a decir
-Y, como la última vez, sólo es decírtelo.
-No creo que yo deba decir algo
-Sí… o sea, está bien.


Se quedan en silencio. Ven a unos chicos jugar fútbol y a algunas chicas en el gimnasio. Hay sol, el ambiente afuera es lindo, dentro del carro sólo es pura tensión. Era.

-Yo no creo que empezar a salir sea una buena idea

Laura voltea y lo mira avergonzada. Se quiere ir, no sabe  qué responderle. Hasta que pasa. Un momento de las películas, una revelación, como cuando el protagonista encuentra la solución cuando están a punto de matarlo.

-Yo no te he dicho "salir". Ni siquiera dije esa palabra

Jaque. Laura lo mira como esperando una respuesta y él no dice nada. Ella se siente ganadora. Pero el tenia palabras y, sobre todo, acento.

-Mira, ¿por qué no vas a tu casa? Y cuando estés mas tranquila, me dices y volvemos a hablar.

Laura asintió, miró para un lado y para arriba después, como suele a hacer cuando está molesta. Claro que se iría. Claro que pensaría. ¿Qué regresaría a hablarle?: No claro.

-Ya, sí, chau

Puso su bolso al hombro, sacó el seguro a la puerta, salió mientras se arreglaba el pelo, cerró la puerta y empezó a caminar. Cuando intentaba sacar su mp4, escuchó que una puerta se abría

-Laura

Ella se voltea y se acerca hacia donde está él: parado fuera de su auto y cogiendo la puerta con una mano.

-Te ves bonita después que lloras.

Y Laura no pudo responder porque él le dio un beso mientras le cogía la cara con las dos manos. Y ella ni siquiera tuvo tiempo para para sorprenderse porque estaban en el estacionamiento. ¡En el estacionamiento! Ahí mismo, Laura le cogió las manos a él y se las retiró del rostro.

Los dos entraron en el auto y se fueron. Laura necesitaba taparse la cara, ahora sí. Primero fueron a San Borja, Él firmó unos papeles, se aseguró que no tenía que ver a nadie ese día y volvieron a irse. Almorzaron "tensamente" en una cevicheria en La Molina mientras Laura pensaba, mientras lo veía comer, que siempre creyó que las personas como él no hacían esas cosas, que eran sumamente racionales y que  hacían y analizaban a todo menos a ellos mismos, no hacían cosas así, por sentirlo. La conversación de tías llegó después, cuando ya eran las 5 de la tarde y empezaron a dar vueltas por el Jockey Plaza. Y Laura se enteró de la relación de él con su papá, con su hermana, con su trabajo, con su profesión, con el hecho de ser tan ermitaño, como él mismo se dice. Y así, también, él se enteró de los últimos 3 años de Laura, de la comida, de sus ex amigas, se enteró que a Laura le gustaba cantar.

Cuando los dos miraron para el cielo y se dieron cuenta que ya estaba oscuro, eran las 8 de la noche. Cuando se dieron cuenta que habían seguido hablando en el estacionamiento del Jockey Plaza, eran las 9:30.

Él arrancó el carro y fueron por la Vía Expresa hasta Miraflores. Laura no decía nada. Llegaron al Parque Kennedy, comieron en el Haití. Peligroso. A las 10:30 empezaron a caminar y en una calle estrecha, escucharon cómo terminaba una salsa y empezaba una guaracha. A Laura, esas canciones le recordaban a su abuelo paterno. Y él vio como Laura se quedaba embelesada con el ambiente del bar Habana.

-Entremos, entremos –dice él adelantándose a la puerta del lugar.
-¿De verdad?


Se acomoda el pelo que brilla más castaño por la luces, le sonríe y entran. Se sientan los dos en la barra. Piden dos Cuba Libre.  Él terminó el suyo bastante rápido. Y mientras Laura seguía tomando el suyo, él la miraba con el ceño fruncido, como se dice.

-Drama queen, drama queen. -le dice él
-Ya lloré hoy, ¿no? Bastaaante. Qué roche –respondió Laura
-Mira, es que ni tu misma te entiendes ni sabes qué eres, ni que haces.
.No he dicho que sí, ah.
-Tienes etapas, como todos, ¿no? Pero también hay cosas en ti que no creo que se vayan. Hay personas sensibleras, hipócritas, lloronas pero superficiales. Tú eres demasiado sensible pero autentica. Lloras y es verdad. Eres muy frágil.
-No me doy cuenta
-Porque no quieres y eres necia pero esta bien. Imagínate si dijeras: soy tan auténticamente sensible. No, olvídate.


De pronto una canción hizo que varias parejas se levanten improvisando una pista de baile porque ese era sólo un bar. Laura sonrió porque le pareció algo muy divertido y escandaloso.

-¿Quieres bailar? – Preguntó él
-¿Tú bailas? –Preguntó también Laura
-Y bueno...


Si algo se ha de decir, es que Laura creyó que pasaría tremenda vergüenza porque asumió que él  no podía bailar. Era imposible. Hasta que se pararon y comenzaron a bailar. Ella no sabía cómo se bailaba esa música pero intentaba. Él bailaba mejor de lo que Laura esperaba y, antes que terminé la canción, él pagó los dos cuba libre y salieron del bar. Por una hora un poco más, Laura dejó de tomarse todo tan en serio. Ni siquiera el haber estado ahí, con alguien que no debería, le parecía tan grave. Al menos unas horas. Después pensaría en Noviembre y su amenaza.




La canción del final.

''... yo traigo el vetiver para el que no ve''



La canción del auto y del día.

''En este mundo de tristeza
yo quiero ser y nada más''












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11 de octubre de 2012

El ángelus a las 10:00 am


Tenía que entrevistar a alguien a quien pudiera exasperar a propósito. Tenía que buscar a alguna persona a la cual poder confrontar. Tenía que hacerlo y no lo hice en la primera semana porque no se me ocurría alguien demasiado relevante para alterar. Esperé hasta la segunda semana. Se me ocurrió una monja, una monja de mi colegio. Sí, si a alguien  tenía ganas de decirle muchas cosas era una de esas monjas que nos reprimían tanto. Mi primera y única opción se llamaba Maritza, una monja que trabajaba en mi colegio en el área de no me acuerdo qué, una monja chilena que sudaba mucho y prohibía demasiado y a pesar que quería parecer divertida, no lo era.

Así que como una buena y novel "procastinadora", esperé dos días antes de la fecha de entrega y me mentalicé ni bien abrí los ojos esa mañana que iba a volver, después de 3 años, a mi colegio. No quería. Intentaba retrasar todo demorándome mientras me cambiaba, mientras tomaba desayuno, etc. Además, me sentía en falta: había prometido no regresar nunca, había tachado en mi agenda de colegio todos los días que faltaban para terminar el año desde el primer día de clases de quinto, había deseado acabar la secundaria muchas veces, había dicho con mucha soberbia que odiaba ir al colegio, que no me gustaba, que ya no aguantaba más.





10:00 am. Con el rabo entre las patas, con el hocico partido, con mi mirada tan tierna y con una bufanda muy bonita color azul, empecé a caminar por la Av. Los quechuas. Hice la ruta que desde hace 3 años no hacía. Recordé algunas cosas, no demasiadas. Recordé salir de mi casa con el pelo mojado, los ganchos, la horrible chompa azul, el celular en el bolsillo, mi mochila verde agua. Así, con la ruta de memoria, a pesar de todo, llegué a la puerta del "Nuestra Sra. De la Esperanza". El "Nuestra" para cualquier salamanquino que se respete. Encontré al vigilante de siempre: "Duque" y pregunté si había atención. Me dice que sí. Pregunto, entonces, por la hermana Maritza.

Error. Me miro con desconcierto. Me dice: ¿Maritza? Ya no está acá. Me sentí terriblemente vieja. Después dejé la superficialidad y caí en cuenta que no tenía entrevistada. Me paré en seco, miré a los costados y se me ocurrió una idea que me dio miedo, pero que tenía que probar: ¿está la Hna. Nuria? La hermana Nuria es la directora del colegio. Sí, ella sí esta, me responde. Entro a las oficinas donde entran todos los padres que quieren consultar por sus hijos. Me volví a sentir vieja. La secretaria, Soledad, me atendió. Le dije de qué se trataba. Me pidió mi nombre y mi año de egreso.

-Lucia Solis. 2009.

Me pidió que espere un momento. Luego de 10 minutos, me dijo que entre, que toque la puerta de la dirección y que la Hna. me iba a atender. Y eso hice. Entré por las rejas por las que sólo los profesores y los padres entraban y me estremecí: vi el patio, vi la banca donde mis amigas y yo nos sentábamos, sentí ese viento. Y bueno, toqué la puerta y entré. Me saludó con una gran sonrisa, me abrazó, me preguntó cómo estaba y después de unos segundos de vacilar, EMOCIONADA, le respondí.

Me trató muy bien desde el principio, me miró con cara de reconocimiento, sabía quien era yo, tenía ese mismo brillo en los ojos que desde hace 3 años no veía. ¿Cómo diablos voy a exasperarla si sólo me produce ternura?, pensé. No, basta, act professional, Lucia. Y así empecé. Le pregunté algunas cosas que tenían un propósito escondido: buscar contradicciones, cuestionar sobre Dios, de otro modo, decirle algunas cosas que tenía guardadas en mis 5 años de observación y adhesión  a ese colegio.

La confronté, se alteró, me miró con desconfianza, dudó, tartamudeó. Sin embargo, en una pregunta me respondió con la fortaleza y seguridad de un roble, con un temple extraordinario y, sin querer, me hizo una revelación, "vi la luz", como dicen, entendí algo.

Cuando me dijo que no tuvo un momento exacto en el que se diera cuenta que quería ser monja, que simplemente absorbió la palabra de Dios hasta enamorarse de él, me "cayó la ficha". Entendí sobre Dios, entendí sobre ella, entendí sobre mí. La devoción auténtica, no el fanatismo religioso, es como estar enamorado. No te lo explicas, hay cosas que jamás podrás comprender, sensaciones que son solo tuyas. Eres leal a alguien a quien jamás has visto, crees en sus palabras aunque no te habló directamente a ti. Eso es amor, fe en tus sentimientos, trascendencia. Entendí que no debo juzgar a alguien que cree de una manera tan genuina porque no hay razón que pueda explicarlo, no hay experimento ni leyes físicas que puedan hacerlo. Tal como el amor, como estar enamorados. Es así. Su respuesta me hizo explicarme a mí y definirme, sobre todo para mi familia que me cree atea y hereje, como alguien que sí cree en Dios. Sí, creo en Dios. Tal vez no en el mismo que ustedes. Creo en un Dios de amor, de fortaleza, creo en un Dios terrenal y divino solamente en su trascendencia y en su legado. Creo en un Dios humano, que se enamoró, que sintió, que sufrió, que dudó, que tuvo miedo, que fue un hombre. Pero no creo en ese que te prohíbe todo, que te amenaza y paraliza con el miedo, que está crucificado y sufre por mí, no, si sufrió fue por el, porque sangró en vida y tuvo dolor, como cualquiera, como nosotros.

Toda esa respuesta me descolocó y cuando terminó la entrevista, después de un largo y sincero abrazo, la Hna. Nuria me invitó a recorrer y pasear por mi colegio, casi como una turista.  Le pedí que me dejara hacerlo sola. Lo necesitaba. Salí de su oficina como renovada, salí con una sensación de tranquilidad y paz alucinante. Y sentí ese viento que siempre había en el pasadizo de la dirección.

Lo primero que hice fue caminar hacia la placa de mi promoción. Me quedé viéndola   varios minutos. Estaba a punto de mover mis ojos de ahí y de pronto:


-¡Amárrese el pelo, Srta.!


Volteo y la veo a ella, Florinda (enfermera, preceptora, cuidadora, todo) mirándome con una sonrisa enorme. Me reí y me acerqué, nos abrazamos. Le dije que me merecía lo peor por ser tan ingrata, que era lo máximo estar frente a ella con el pelo suelto sin temor a que me grite de verdad. Hablamos por un rato y después me pidió que siga caminando. Vi el nuevo patio, el nuevo tópico, oficinas nuevas, me acerqué con un poco de miedo a la sala de profesores y vi a algunos. Me miraron todos con sonrisas emotivas, sentí ganas de llorar. Una sonrisa de Beltrán, el que por piedad, bondad, pena o lo que sea que haya sido jamás me jaló en matemática. Una sonrisa de Raquel, la profesora más misteriosa que jamás haya tenido y, creo, la más parecida a mí. Una sonrisa de Pepe, una sonrisa a pesar de todo lo que le ha pasado, una sonrisa después de 3 años, el profesor que puede hacer que te hagas pis encima sólo con una mirada desafiante. Por último, una sonrisa de mi adorado Pancho, mi tutor, el hombre que aguantó tanto, que nos soportó demasiado, que siempre estuvo ahí.

Me alejé de la sala de profesores y vi directamente hacía mi salón. No, no mi salón de 5to, sino a uno que significo mucho más para mí: mi salón de 4to. El 4to B. Momentos muy felices se vivieron en ese salón. Fui feliz en ese lugar. Y sólo observando desde abajo me di cuenta que ningún pensamiento anterior, ni ninguna promesa valía la pena tanto como la nostalgia y la alegría que sentí al recordar. Me arrepentí en el alma de mis palabras. Si alguna época de mi vida quisiera volver a pasar y si me lo permitieran, sería unas horas de clase ahí, con todo mis compañeros, todos. Quisiera una clase, después del recreo, cuando todos llegábamos cansados y tan solo las bromas podían hacernos resistir las horas que faltaban. Quisiera jugar cubo mágico con mis amigos de nuevo, quisiera escuchar las bromas de los mismos de siempre, el llanto de las mismas de siempre, los problemas que hacían detener las clases y, sobre todo, planear alguna que otra reunión-fiesta en aquel "local". Si alguno de mis compañeros está leyendo esto, sabrá a qué me refiero.

Tiene razón, Sabina, en una letra suya. "Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver". Se llega y listo, se llega sin saberlo. Unas semanas antes, jamás hubiera pensado en volver, no hubiera dudado un segundo en reafirmar que no reviviría otra vez mis épocas de colegio. Pero llegué sin demasiado plan y, en estos momentos, la recuerdo y sólo puedo sonreír, la recuerdo y añoro, sé que fui feliz, tal como en una clase de tutoría en el 4to B, tal como amar a Dios por sobre todas las cosas para algunos, tal como amar como yo lo he hecho y lo sigo haciendo, como ese sentimiento de frescura, de satisfacción cuando se esta enamorado de alguien, de algo, de lo que sea, como ese misma sensación que tuve ni bien atravesé las puertas del "Nuestra".


''Buscando en el baúl de los recuerdos, 
me vi desafilando una mentira, 
me vi en un mano a mano con el tiempo, 
¿qué queda por delante todavía? ''







4 de octubre de 2012

En un café (y no fue casualidad)


Una vez más, Laura tiene sensaciones desordenadas y alteradas. Una vez más, ha visto algo que le dolió mucho entre todas las cosas que le duelen mucho. Cómo pueden doler las cosas, se pregunta. Cómo sólo el ver te duele, el acordarse duele y el desprecio duele. Eso siente. Desprecio, olvido, indolencia, desconsideración. Qué rabia, piensa, por un lado. Qué injusticia, piensa por el otro. Tiene muchos lados y muchos pensamientos.

Laura siempre ha creído, desde que se ha visto caminando sola, que no tiene nada que no merezca. Pero no cree haber sido tan mala. Hay cosas que ella pensó que aquel que le provoca todo ese sufrimiento, había entendido, había aprehendido de ella. Ya no lo cree así. Al menos en ese momento no. Laura está ya agobiada de tanta sensación, tanta idea. ¿El que le provoca ese sufrimiento? El ángel más bueno del mundo, sí, pero es por él por quien sufre. Por lo que hace y no sabe que hace, por lo que provoca y no sabe que provoca. Por todo.

Es viernes y es de tarde. Son las 2:30, calcula, porque su reloj está adelantado 5 minutos (intencionalmente en busca de puntualidad ante todo). Mira como la pintura de ese reloj falso que compró en Polvos Azules se va cayendo. Yo le dije a mi papá que no me compre ese, piensa. Como nunca, Laura se ha quedado en la universidad haciendo poco más que nada. Camina como quien da mucho rodeo al asunto, camina mucho para llegar a cualquier lado. Quiere llenar su botella de agua. La llena. No sabe por qué se está quedando. Se sienta en un lugar que ella antes llamaba ‘’secreto’’ donde corría un viento criminal y donde, por masoquista, le gusta sentarse. Mira arriba y no hay sol como la última vez que estuvo ahí, un poco más feliz que en ese momento, está gris el cielo. Mira su celular, chequea Twitter, no hay nada interesante. Abre Facebook y se siente muy estúpida por ponerse triste viendo algo. Pero se siente triste. Lo que ya dije: desprecio, olvido. Si una persona supiera el dolor que causa en otra, todo sería distinto a como es. A nadie le gusta hacer sentir mal a alguien, no debería ser así.

Laura reacciona y se da cuenta del lugar donde está sentada. ¿Por qué ese lugar? ¿Qué le pasa? ¿Por qué va ahí? Llora. Se seca las lágrimas pero siguen saliendo y es desesperante. Cierra los ojos como queriendo dormirse pero llora más. Laura se pregunta cuándo terminará todo esto. Siempre se lo pregunta. Unos segundos más de lágrimas y se incorpora porque había estado echada. Se tapa la cara con las dos manos, respira profundo, guarda sus cosas. Se pone el bolso al hombro, empieza a caminar, se da cuenta que son las 3:10. Resuelve que es momento de irse.

Antes había dicho que los recuerdos atacan a Laura en cualquier momento y le disparan. Eso pasa siempre. No ha dejado de pasarle. Y como un mareo, le toca en la cabeza y vuelve a llorar. Es agotador estar así, es verdaderamente cansado. Pero no se quita, dice Laura, por el momento es así. Camina más y vuelve a llorar. Siente que la miran. Se acomoda el pelo para atrás. Como ya no usa ganchos, es más fácil hacerlo. Se siente mal y triste, le molesta caminar, le incomoda la ropa, el bolso le pesa demasiado. Anda débil. Pero anda, y eso es lo importante.

Se toca la cara como si intentara sacarse pintura, la pintura más cristalina que alguien pueda tener en el rostro. Y lo ve. Lo ve bajando las escaleras, cargando un maletín, acomodándose el pelo él también. Laura piensa que necesita palabras sencillas, necesita alguien que le haga sentir lo tonta qué es por ponerse así. Ella sola no puede, todo para ella es en serio, todo es demasiado importante.

Quiere acercarse y empieza a caminar hacia donde está. Pero él camina más rápido. Laura ve que se detiene en el cajero y que, sin duda, está sacando plata. Se acerca por atrás y ni siquiera lo saluda.

-¿Puedo hablar contigo?

Él se voltea. La mira, levanta las cejas.

-¿Te sientes bien?

Laura piensa que él está a punto de tocarle la frente a ver si tiene fiebre porque ha usado el tono de voz de un médico.

-¿Puedo hablar contigo? - repite Laura.
-Podemos, podemos – dice – Pero no ahora. ¿Qué podrías decir estando así? – sigue y empieza a guardar la plata en su billetera.

Laura resopla y sigue…

-Estoy cansada y en serio…

La interrumpe.

-¿A las 9? Por Barranco. Hay un café que se llama La Posada del Ángel, por La Estación.
-Ahí no – grita Laura.

Fue rara esa sensación. Fue casi como una repulsión a algo, una alergia. No podía ir ahí. Sabía de qué sitio hablaba.

-Entonces al otro. Hay otro – vuelve a sugerir él.
-Ya, ese.

Él se despidió y Laura se despidió. Las palabras sencillas llegarían más tarde. Camina hasta salir de la universidad con ese miedo de siempre de encontrarse algo, alguien, lo que sea que le dispare de nuevo. Casi se olvido por completo que a las 9 tenía que estar en Barranco. Llega a su casa, saluda a su mamá, a su hermano, deja sus cosas en la esquina de su cama, se echa y se abraza a sus almohadas. Después de un rato prende el televisor, ve Friends y se queda dormida. Esos momentos son los que valen, dormir es la plenitud para Laura porque está segura.

Se despierta a las 7:30. Se acuerda que había quedado con él a las 9 en un café. No se cambia de ropa, sólo se abriga más. Dice que va a salir y sorpresivamente nadie le dice nada. Todo el camino hasta Barranco escucha música en su mp4 con la cabeza pegada a la ventana y en ciertos momentos se pregunta si de vieja tendrá problemas de oído por tener los audífonos todo el día en las orejas.

Se baja justo en La Noche y camina hasta donde estaba el otro café, la otra sucursal. Ni siquiera sabía la ruta. Laura nunca se ha caracterizado por su sentido de orientación. Sólo trató de adivinar, preguntó a una persona y como sea, llegó. Justo en ese momento ve cómo él está estacionando su auto. Laura se queda parada y lo saluda levantando una mano. Entran no sin antes observar alrededor. Laura se siente un poco famosa.

Se sientan en un lugar apartado en el segundo piso. Les dan la carta y él dice que todavía no. Qué pena, piensa Laura, porque tenía hambre.

Él junta sus manos y las pone sobre su boca, después comienza a hablar:

-Entonces…
-Entonces, me llega ponerme así – dice Laura
-Te llega
-Me llega

Segundos después nada más, ella entendió que él sólo se estaba burlando de la forma en cómo decía ‘’me llega’’

-¿Cómo crees que está tu contraparte? – le dice él.
-Bien, pues. ¿Cómo más va a estar? – responde Laura.
-Define ‘’bien’’
-Bien, pues. Bien.
-Te vas por la definición popular de ‘’bien’’
-Si, porque es más fácil.
-Entonces tienes un problema
-Varios y eso es ridículo
-Es natural porque es ridículo
.

Y esta primera conversación fue así. Muchas definiciones de palabras, frases, ‘’me siento así’’, etc. Hasta que llega el vino.

-Deja de decir ‘’superar’’ – le reprocha él - ¿Qué vas a superar? ¿Quieres estar encima de qué?
-O sea, estar mejor que esto – trata de explicar Laura
-Yo te veo mejor
-¿Mejor que, qué?
-Que tus días con la cabeza en la mesa llorando y con los brazos estirados así como una ‘’muertita’’ – dice él y lo dice con acento, eso a Laura le da risa.
-Eso fue hace unos meses ya
-Y en unos meses más te reirás de que ‘’te llegue ponerte así’’ ahora.
-Ay, al final me dices lo mismo que todos.
-Con la diferencia que yo no me lo estoy tomando en serio para nada y tampoco me das pena.

Laura se echa para atrás, cómo el hizo también unas semanas antes, abre los brazos como esperando que caiga algo del techo, lo mira, abre mucho los ojos y le dice: ¡¿QUÉ?!

Y él se ríe mientras se sirve más vino.  Y A Laura le da risa que él se ría. Y se ríen mucho, muchísimo.  Y piden una pizza. Y piden que pongan algunas canciones. Y entonces él pide que pongan ‘’Loco’’ de Calamaro. Y Laura le pide que por favor no la pida, que le hace mal. Él le responde que la va a pedir igual. Laura mira a los lados preocupada. La ponen. Y mientras ella intenta concentrarse en no recordar que va a recordar, lo mira directo y lo ve ahí con el pelo sospechosamente castaño y cayéndole por la frente, con un saco azul que parece incomodarle porque se lo quita en ese momento y se queda con una camisa celeste con rayas blancas y delgadas. Ve cómo empieza a moverse como Calamaro en el video, cómo se le acerca e intenta cogerle el cuello con el mismo ademán de Calamaro cuando dice ‘’instinto asesino’’ en la canción. El mismo ademán. Laura retrocede, se asusta pero se ríe. Ella empieza a recordar el video de esa canción y se sorprende cuando ve cómo él lo parodia y hace los mismos gestos.

Y son esos momentos felices, porque fue un momento feliz, en que Laura súbitamente olvida lo gris que se ha vuelto todo. Y  así pueden llegar muchos recuerdos y dispararle a quemarropa pero no costarán lo suficiente para tumbarla. Al menos no en ese momento. Será sólo un viento frío. Ya luego regresará a la rutina y seguramente, uno que otro proyectil recibirá, tal vez varios. Sólo espera que sean menos intensos cada vez.




Los gestos del video son los gestos que Laura vio.

''hoy estoy down violento,down radical 
pero tengo aprendido el papel principal''