¿Qué
esperamos ser o hacer cuando un hombre nos tira en el rostro su rechazo? En
sencillo, un: "Ok, pero tú no me gustas". Pensamos, tal vez, qué la
autosuficiencia llegará como con magia, que no nos importará, que te burlas
desde algún sitio paralelo para pensar y convencerte que no eres tú la que le
acaba de decirle a ese chico que te gusta, no eres tú a la que han desechado. A
pesar que sí, sí ha pasado.
¿Sabes
qué seremos? Esas haditas casi sin luz que se irán resignando suspiros y
sintiéndose algo ridículas porque en algún espacio de su mente pensaron que esa
misión imposible más que posible era probable. Nunca seremos esas heroínas que
tiran los problemas para atrás y dejan de perseguir y darle vuelta a las cosas
porque nuestra naturaleza no es así. Lo pensamos, lo repensamos y quedan dos
opciones: sentirnos más ridículas o planear mejor las cosas. Es mentira que las
mujeres seamos de impulsos, sólo los simulamos.
¿Qué
esperamos ser cuando decimos que odiamos el matrimonio, que un papel no dice
nada? Tal vez acomodarnos un poco a la idea de que ser independiente no significa
pensar en un compromiso con todo eso que, quieran o no, soñamos desde niñas. Me
cuesta mucho, muchísimo, creer que una mujer jamás pensó en su vestido de
novia, en la torta, en la música, en él. Sinceramente, considero una pose eso
del anti-matrimonio. ¿Qué esperamos ser? ¿Diferentes? Entre nosotras no hay
diccionarios y el código es universalmente femenino. Sabemos lo que penamos, lo
que hacemos, cómo lo hacemos. Nos conocemos unas a otras. La cursilería es
parte, es la lijadura de lo que siempre hemos sido.
Las
mujeres somos vanidosas, manipuladoras, astutas. No existe tal ejemplar como
una mujer sin deseos de apariencia, de aprobación frente a un cristal. Las
chicas, las reinas de las poses. Ese pelo descuidado, las converse casi rotas,
el "me puse lo primero que encontré" que, en realidad, es un tiempo
buscando eso primero que buscas. ¿Qué quieres conseguir ser? Diferente.
Igualmente diferente a todas esas modelos frustradas escondidas en gigantes
poleras, escondidas escogiendo cuidadosamente su foto de perfil de Facebook.
Somos así.
No
vamos a ser aquellas amazonas glamourosas, sin emitir juicios sobre sensualidad,
sobre sexualidad. Nos avergüenza todo. No enseñamos porque tal vez hay demasiado que enseñar. Mostramos porque "que no haya nada ahí en el cuerpo"
es lo primero que hay que mostrar. No buscaremos
la talla que es nuestra en una tienda de ropa porque simplemente no puede ser
nuestra. Estar gordas es un crimen, estar flacas es un crimen, estar como somos
y sentirnos lindas es un logro, uno que cuesta. Hay que sentirnos bonitas,
decirnos bonitas, sabernos bonitas. Todas tenemos esos días frente al espejo
donde nada está tan mal: ese lado del cerquillo que el viento acomodó, ese jean
que no se deja por nada, esas cosas que tú sabes.
No
seremos jamás quienes decimos que somos, no emplearemos los consejos que damos,
no somos opuestas a todo de lo que nos burlamos, no somos más santas ni menos
brujas, no somos putas por una falda, no somos tercias por un contundente NO.
Decimos que somos chicas que jamás seremos pero que soñamos ser, miramos a mujeres
irreales haciendo lo que queremos hacer. Porque el día en que seamos las chicas
que decimos, ese pedestal de secretos y de códigos tan íntimos se perderá y
cada chica que somos, cada mujer que somos, significará el agujero negro
inevitable de lo maravilloso que es tener caretas y ser versátiles. No todos
pueden; si tienes ovarios valientes, tal vez puedas intentarlo.
"… hay divinas señales, sólo dos animales
posturas anormales para deshacer
los enredos, las venas
los tendones, cadenas
que atan la pena de lo que no es
¿qué brilla en la oscuridad?"
posturas anormales para deshacer
los enredos, las venas
los tendones, cadenas
que atan la pena de lo que no es
¿qué brilla en la oscuridad?"