Claro, adelante, júzgueme, pero primero piense en sus pasiones más escondidas e incomprendidas.
25 de julio de 2013
18 de julio de 2013
Reinicio
La cosa era así: estaba lenta, sin ser la misma de antes, pesada, aturdida, un desastre. Estoy hablando de mi computadora: mi HP de poco más de un año de vida. De la más absoluta nada, empezó a fallar y no podía hacer nada con ella. Nunca he sido buena con la tecnología y no intenté nada para arreglarla porque tenía miedo de desgraciarla más. Mi única solución posible era llevarla donde una persona capacitada. Paseando por la vereda frente a mi universidad, encontré un cartel que decía: Servicio Técnico. Bingo. Dos palabras
grandiosas. No quise buscar más. Así encontré a José, un señor canoso muy amable y gracioso que me atendió como si fuese su hija y de inmediato me dio una solución Me dijo que regrese al otro día. Tuve que dejar a mi computadora. Fue duro. Uno se adapta tanto a una cosa que sin ella se vuelve difícil vivir normalmente. Lo sé, parece loco y pensar que se trata de sólo un objeto es preocupante. Pero había que arreglarla.
grandiosas. No quise buscar más. Así encontré a José, un señor canoso muy amable y gracioso que me atendió como si fuese su hija y de inmediato me dio una solución Me dijo que regrese al otro día. Tuve que dejar a mi computadora. Fue duro. Uno se adapta tanto a una cosa que sin ella se vuelve difícil vivir normalmente. Lo sé, parece loco y pensar que se trata de sólo un objeto es preocupante. Pero había que arreglarla.
Regresé al otro día y José me miró con preocupación. Le dije que venía a llevarme mi compu sana. Me dijo que era imposible porque no había podido repararla, las cosas estaba peor de lo que él pensaba. Me explicó una serie de asuntos técnicos que no entendí y finalmente, me dijo:
La única solución es formatear todo pero ya no podrías recuperar nada.
Catástrofe. No sé por qué pero catástrofe. La verdad que en ese momento quería tanto que se recuperara que no pensé en qué perdería PARA SIEMPRE. Le dije que lo haga, que no había ningún problema. Me miró con asombro y me preguntó si estaba segura. Sí, ¿qué se hace?, le dije. Tengo que regresar mañana con ella.
Me fui rara porque al salir del lugar se me vinieron a la mente las cosas que perdería: fotos, canciones, videos, textos. Cosas que ya no regresarán. Es gracioso porque a veces hay que deshacernos de cosas que parecen importantes para nosotros para hacerle espacio a otras que vendrán. Formatear nuestra vida, a veces porque queremos, otras porque no. Pero sí que es necesario, por ahí nos damos cuenta que eso que creíamos determinantes y cruciales, no lo eran tanto. Vendrá algo diferente y hasta mejor. Reflexiones que llegan porque mi computadora se malogró. Parece mentira.
''Si el mundo va a girar igual
sin preguntar
a prepararse
que hoy llegó el momento''
sin preguntar
a prepararse
que hoy llegó el momento''
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11 de julio de 2013
Elvis está vivo
El rey del rock vive en un espacio
de 88 metros cuadrados en un tercer piso de un edificio de la cuadra 18 de La
Alameda del Corregidor en pleno corazón de La Molina, en Lima. El rey del rock
vive en cada centímetro de ese departamento que por fuera es cemento y por
dentro es santuario, allí donde el tiempo se detuvo y un Chevrolet del '69 da se
luce en el estacionamiento. El guardián de aquel templo es Ricardo Bolaños, presidente
del club de fans oficial de Elvis Presley en el Perú. Tiene 47 años y apoyado
en la puerta de su departamento, viste una chaqueta de cuero negra, gafas
oscuras y zapatillas azules. Ese hombre que aún no había nacido cuando Presley hacía
delirar a multitudes, lo conoce más que cualquiera. Empezó a escucharlo a los
11 años. Su padre, un coleccionista de vinilos, le pedía que lo acompañe a
escuchar Melomanías, en Inka Radio, programa que conducía Jorge
Cox, el primer presidente del club, quien se convertiría, años después, en su
maestro.
-La primera vez que escuché Melomanías entré a un concurso; gané y
conocí a Jorge -dice Bolaños mientras hace café en una taza con el rostro de
Elvis-. Desde los 12 años soy coleccionista y miembro del club, ahora como
presidente.
Lo primero que guardó fue un
recorte de periódico con la imagen de su ídolo en una esquina. Todavía lo
conserva. Ese pedazo, perfectamente laminado, es su objeto más querido y por
ello lo hace descansar en su escritorio dentro de un porta retratos que hace
las veces de pedestal. La prolijidad del espacio hace que todo se vea
majestuoso. El departamento entero es un homenaje. Lo primero que puede
observarse tras atravesar la puerta es un afiche gigantesco de Presley dibujado
a mano con una leyenda que dice: El Rey del Rock. A un lado, una pantalla de 32
pulgadas encima de un mueble rodeado de souvenirs
y muñecos pequeños de Elvis. A unos metros y sobre un aparador, fotos de su
esposa e hijos. "También está ÉL",
dice Bolaños, como si se tratara de un omnipresente. Pero el verdadero tesoro
queda a unos pasos más adelante: la colección. Según el fanático, donde Elvis
vive y revive todos los días. Parece un altar. O, mejor dicho, es un altar.
Sólo que en lugar de mármol, tiene madera y en vez de sacerdote tiene a Ricardo
Bolaños como predicador. Se trata de un estante que ocupa una pared entera en
donde se pueden oír más 100 horas de música, ver más de 200 horas de video,
leer más de 65 libros y contemplar unos 47 afiches. Dentro y fuera, Bolaños
tiene todo aquello que ha logrado coleccionar durante 35 años.
—Yo
soy un hard collector. Todo lo que
tengo me lo traen desde Dinamarca, Estados Unidos, Canadá, Japón, Argentina,
Brasil. Cuando era más chico canjeaba cosas. Ahora no. Me he vuelto más
selectivo —dice Bolaños sentado en su
escritorio mientras marca un número en el teléfono.
Los contactos que tiene alrededor
del mundo fanático de Presley, son las mayores fuentes de alimentación de esta
máquina colectora. En el vidrio que cubre su escritorio, decenas de tarjetas,
números telefónicos, facturas y apuntes se pierden entre ellas. Bolaños se
queja de que en el Perú, la industria de Elvis no está tan desarrollada como en
otros países. Por ello, en cuanto a fanatismo y colección se refiere, vive en
un mundo paralelo donde con una llamada puede revivir una vez más a Presley en
ese estante.
El número que Ricardo Bolaños marca es
el de Francisco, un colega argentino amante del rey del rock que contactó vía Facebook hace unas semanas y le ofrece, directo
y sin escalas, el audio del último concierto de Presley en el Marquet Square Arena de Indiana. Mientras
espera una respuesta, Bolaños camina por la habitación, palpa los afiches,
ordena los muñecos y saca un disco del estante: Love Letters from Elvis, "lanzado el 16 de junio de 1971 bajo
el sello discográfico RCA", recuerda con precisión.
—Hola,
¿Francisco?, te habla Ricardo Bolaños de Lima. Me decías que tienes el Marquet Square. Pucha, ese sí lo quiero
de todas maneras. ¿Cómo hacemos? —dice Bolaños mientras
revisa canciones del disco que sacó. Por la expresión que puso al instante,
parece que no está de acuerdo con el precio que le pone Francisco.
—No
sé… ¿Me aseguras que está intacto y es original? —continúa
Bolaños. Espera y deja de hablar. Se para en seco frente al estante, separa
unos discos como haciendo espacio para uno más—. Ya,
hermano, está bien. Let's rock and roll.
El diálogo continúa con una lista de
títulos de los que ambos fanáticos hablan como si se tratara de reliquias
recién encontradas. Deben serlo, porque Bolaños sonríe incrédulo y se cubre la
boca cada vez que su contacto le responde. La conversación termina con ajustes
sobre los detalles de envío y recepción del disco. El hard collector está satisfecho.
"El fanatismo puede traerte
problemas", dice Bolaños después de colgar el teléfono. Pasea por la
habitación. Se detiene justo en frente de su estante, en una vitrina llena de
imágenes y revistas. Su primer matrimonio terminó porque su ex
esposa podía soportar su fanatismo esto. A ella no le gustaba,
simplemente no le gustaba. Bolaños regresa al aparador que tiene los
cuadros de su familia. Coge dos fotos: la de su esposa actual y la de sus hijos.
Las coloca entre las fotos de Elvis, justo en el centro. "Ahora los pongo
juntos porque ellos sí se entienden", dice el fanático sonriendo. Su hijo
menor, Martín, entra a la sala en pijama y le pide a su papá que le instalé un
juego en su computadora. Él asiente. Mientras tanto, el niño tararea una
canción del disco Love Letters from Elvis
que su padre había puesto un rato antes. "Se llama If I were you", dice Martin antes de irse. Bolaños quiere
seguir recorriendo su fortín. Cada espacio tiene una anécdota distinta; cada
esquina, una canción. Pero hay un rincón que merece una parada. A simple vista,
ningún altar. Se trata de dos sofás color café frente a frente y con un
tocadiscos en el centro. Es el lugar donde Ricardo Bolaños y Jorge Cox se sentaban
durante horas a escuchar las letras de Elvis Presley.
—Podíamos
estar todo el día aquí y emocionarnos con cada acorde —recuerda
Bolaños con voz quebrada—. Después de la muerte de
Jorge, hace cinco años, me siento aquí todos los fines de semana y es como si
Elvis y él me quisieran decir algo.
Bolaños no quiere hablar más. El
recuerdo de su amigo le causa una tristeza que parece impedirle pronunciar
palabra alguna. Fueron años de fanatismo compartido, de insania comprendida y
ahora, dentro de tantos objetos y recuerdos, una parte de Elvis de Elvis ya
está casi moribunda desde que Cox murió. Tras unos minutos de silencio, se
recupera y continúa:
—Sin
Jorge, no sé si hubiese podido cultivar esta pasión —dice
el fanático —. Gracias a él, Elvis se volvió mi
amigo porque ha estado conmigo en mis momentos más importantes.
Bolaños ha hecho de Presley, un
acompañante y parte de su vida. Lo cotidiano de sus días está adaptado al rey
del rock que es un miembro más de una familia que le encantaría ampliar. Tiene
muchos planes para el club de fans aunque admite que últimamente los miembros
están dispersos y se frecuentan cada vez menos. Entre sus asignaturas
pendientes, está la publicación de un libro sobre la industria de Elvis en el
Perú y una visita a Graceland, la
mansión de Presley en Tennessee que está abierta al público desde 1982. Es su
más grande sueño a pesar que cuando habla de ella, la describe con tal
exactitud que parece ya conocerla.
Después de terminar de escuchar el Love Letters from Elvis, Bolaños guarda
el disco y saca dos tarjetas de su billetera, la primera dice: Asesor
Comercial; la segunda, Presidente. Lo que se ha logrado tras más de 50 años de
fundación del Official Forever Elvis
Presley Fan Club Lima Perú no es poca cosa: es el primer y único club en el
Perú y está reconocido por Elvis Presley Enterprises,
entidad corporativa a nivel mundial que se encarga de manejar todo lo
relacionado al rey del rock. No tienen un local oficial pero están ubicados al
nivel de los miles y miles de clubes de fans de Elvis en todo el mundo. Bolaños
guarda los discos, vinilos y afiches que sacó para exponer con sumo cuidado.
Tiene una reunión en 20 minutos. Ya a punto de salir, se queja de algunos
problemas de trabajo que lo tienen preocupado desde hace varios días. Apaga la
luz de la habitación, sale hasta la cochera, entra en su Chevrolet del '69 y la
enciende. "Tengo que pensar: ¿Qué haría Elvis en esta situación?",
dice Bolaños con una sonrisa.
"Elvis
está vivo
me lo dijo un amigo
cuando el sol empezaba a caer
está en el cuarto forrado de leopardo dorado
se queda viendo su propio funeral
en Menphis lo saben todo
pero es gente muy discreta y no dicen nada"
me lo dijo un amigo
cuando el sol empezaba a caer
está en el cuarto forrado de leopardo dorado
se queda viendo su propio funeral
en Menphis lo saben todo
pero es gente muy discreta y no dicen nada"
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4 de julio de 2013
Una tarde hace 5 años
La
tarde que nos encontramos, los nervios de todos competían con mis propios nervios…
y aunque estaba encerrada en el 403 mi estrategia funcionó casi a la perfección.
Escapé 5 o 10 minutos antes que la campana carcelera disfrazada de alarma con
modernos mecanismos que podrían dejar a sordo a cualquier mortal, suene.
Corrí
hacia el baño buscando belleza, sin imaginar que tiempo, días o algunas horas más
tarde me daría cuenta, me percataría de mi otro tipo de belleza.
Ignorando
eso todavía, esparcí mis típicas sombras negras encima de mis parpados y dibujé
debajo de mis ojos una línea con rímel, igual, típico, negro.
Mis
nervios le ganaron a los nervios cuando sonó mi celular. Y aunque ya había
escuchado su voz una semana atrás, me volvió a encantar… después de eso, mis
nervios triunfadores me abandonaron por un tiempo, o dos.
La
eterna espera que se apodero de mí escaleras abajo desapareció cuando lo vi.
Sentí un poco de vergüenza, en mi siempre pasa igual. Así que ya habiéndonos
conocido, la espera escaleras arriba ya no era eterna, ahora era acompañada.
Al
llegar al lugar previamente elegido por mi y acatado por él, ya hablábamos
mucho, yo no sé si lo hacía bien pero el, sin duda, si.
Me
satisfacía, me encantaba como se reía al escucharme decir algo o más bien, me
encantaba hablarle y escucharlo y escucharlo y hablarle.
A
pesar de comer poco, porque recién me estaba recuperando de mi enfermedad, mi poca
hambre quedo en segundo plano reemplazada por sus historias.
No
diré que no sentía el tiempo mientras me hablaba, lo sentía, sentía que pasaba
y por ratos me apenaba saber que pronto ya no hablaríamos entre tanta gente, me
apenaba no saber si lo volvería a ver.
Todo
estaba bien, muy bien antes de ese día porque hablábamos siempre por internet y
muy ‘’anuestraformamente’’. Pero ya lo había conocido, muerta de miedo, con
destellos fugaces, muy fugaces de vergüenza. Ya se había metido en mi vida como
el ‘’el chico del msn con el que me gusta conversar’’. Y ahora, como el mejor,
como mío.
Al
inicio del encuentro, al verlo y hablarle no estaba enamorada ni ilusionada,
estaba extasiada y para rimar, admirada. Completamente, si…
El
chico que escuchaba Calamaro, Fito, Sabina. El que me había puesto un apodo que
meses después me haría derretir. El del pelo que me moría por despeinar (más).
El que pronto ‘’detendría con un beso el reloj (de Calamaro) ’’. Él es.
Jamás
le agradecí por querer verme, por esperar, por sus historias, por sus chistes y
por el brownie.
''Porque me miento si digo,
que tu mirada no fue mi mejor testigo''
que tu mirada no fue mi mejor testigo''
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