29 de mayo de 2014

Cronología

Mi mamá siempre me dice que me gusta la música de viejos. Y yo no sé cómo hacerle entender que ni la edad ni la época de la música importa, sino que es la influencia y poder que tiene para atraparnos y cambiarnos la vida. Joan Manuel Serrat cambió la mía, por ejemplo. Serrat, ¿quién? Está bien si el nombre no les suena conocido. No tiene por qué. Pero como es el protagonista de esta historia, es justo que les cuente de él: Joan Manuel Serrat un trovador español que a mediados de los 60’s comenzaba una carrera que hasta ahora continua vigente. En todos los que lo seguimos, claro. A mí me gusta desde que tengo 14 años. Lo descubrí y desde ese momento no he podido alejarme de sus letras y su música. Tampoco he querido. Sí, Serrat tiene más de 70 años. Es verdad también que la mayoría de sus fanáticos son gente de la edad de mis padres o mayores. Pero eso jamás me importó. Por eso cuando supe que llegaría a Lima para dar un concierto no dudé ni un instante que iría a verlo. La primera fila no me fue suficiente. Necesitaba algo más. Esta es la historia de la vez en que le dije a Joan Manuel Serrat lo que realmente pensaba de él.

Es jueves. Son las siete y media de la mañana y no puedo creer que he logrado despertarme. Veo la fecha… sí, 5 de diciembre de 2012: El día en el que veré a Joan Manuel Serrat en concierto. Por primera vez. No puedo creerlo y me vuelvo a tapar. Pienso: son muchas horas hasta las 8 de la noche. Pero hay algo que debo hacer antes. Tiro la sabana y salto de la cama. Sí, hay algo que tengo que hacer: entregar el correo, una carta para Serrat, una carta escrita por mí en la madrugada con lapicero azul y sobre manila. Los pensamientos me costaron mucho más:

Joan Manuel, jamás nos hemos conocido, es geográficamente imposible por ahora. Pero, ¿Por qué? ¿Por qué me apasiono tanto con tu arte? Es que no encuentro una razón sino varias y algunas que sé que descubriré en todos los años que me quedan escuchándote. Es decir, hasta el fin de mis días. Lo prometo. Perdona que te tutee, pero estoy interiorizada y sé que no hay nada más personal que mi relación contigo, con tus canciones y tus letras. Pero no sólo eso, me has dejado con un nudo en la garganta, con lágrimas, con rencor, con esperanza, con duda, con la sensación de saber que las letras de tus canciones son para mí y para nadie más, me has acompañado y lo haces hasta ahora.

Después de salir de la cama, es el momento de cambiarme: me decido por un polo azul, jean, casaca negra y unas zapatillas por si hay que correr. Entonces emprendo el recorrido. Después de 1 hora llego al hotel Westin en San Isidro, su sola puerta ya me intimida. Pero no importa. Tengo las ganas y sobre toda una carta ya algo arrugada por el viaje en el fondo de mi bolsito marrón. Camino unos 16 pasos. Sí, los he contado. De pronto siento que mi ropa no es la más adecuada. Me lo acaba de confirmar la chica en taco 12 y blusa blanca inmaculada que pasa a mi costado. Frente en alto, postura recta y actitud despreocupada. Parece que no soy muy buena actriz. El vigilante me detiene en el preciso momento en que intento cruzar hacia el glamoroso mundo Westin International Hotel.

Disculpe, señorita, viene a la Conferencia del Ministerio del Interior? – me dice el hombre de verde.
Sí – respondo inmediatamente y sin pensar.
¿De qué medio es? – me pregunta mientras revisa una hoja con varios nombres escritos.
-La República – respondo por inercia.
Pasan unos cuantos segundos hasta que por fin me dice:
-Entre, vaya de frente al pasillo y doble a la izquierda.
-Gracias – digo y pienso: Lucia, acabas de suplantar a un periodista de La República al que probablemente ya no dejen entrar.

Me remuerde la conciencia solo por un momento. Luego pienso en lo mal que lo pasé cuando un año antes habían cancelado un concierto de Serrat en Lima dejándome como una quinceañera sin fiesta. Recuerdo haber llorado todo el día. Y entonces supe que esto era algo que me debía, que era una asignatura pendiente después de mucho soñar con decirle a Serrat todo lo que significaba su música y el para mí.

Joan Manuel, quiero decirte que tus canciones pueden, como ves, reponerme si quieren y al mismo tiempo destruirme. ¿Sabes cuál fue tu última travesura? "Entre un Hola y un Adiós" Entendí que era una carta abierta. Y lloré escuchándola. Lloré viendo una pantalla. ¿Cómo explicártelo? Eres lo máximo, lo más genio, lo absolutamente genial. Qué profundas pueden ser tus palabras aunque se oigan temblorosas en tu voz. Qué gran fiesta es tu arte. Por hoy, y en esta carta, no habrá gloria a Dios sino gloria a ti. Que el sol no te dé la espalda, y si lo hace que sea para que la luna admire tu grandeza más de la que tú la admiras a ella.

Después de haber despistado a la seguridad del hotel, perderme y terminar buscando la salida de la Sala de Recepciones C, estoy de nuevo en el vestíbulo en busca de la recepción. Veo un módulo, me acerco y me uno a la fila. La cola hacia la recepción es un panorama bastante peculiar. Básicamente, dos hombres en terno, la chica de la blusa inmaculada y yo. Digamos que en la jerarquía de atuendo iba yo de última. Y en la cola también. He de llevarlo con dignidad. Después de veinte minutos me encuentro frente a frente con la recepcionista que me mira como a una tachuela.

-¿En qué puedo ayudarte? – me pregunta…
-Hola, eh… tengo una carta – digo mientras saco el sobre de mi bolsito e intento plancharlo con la fuerza de mi mano sobre mi jean.
-oook, ¿Para qué número de habitación es y quién la envía?
-Mira, no sé qué número de habitación es pero sé que Joan Manuel Serrat está hospedado aquí y sé que es difícil pero sería muy importante para mí que pudieras hacer que le llegue esta carta.
-Voy a hacer todo lo posible para que le llegue. No te preocupes –me dijo la recepcionista con una sonrisa tierna.

Fue el momento en el que la frase ‘’las apariencias engañan’’ actuó a la perfección. La recepcionista ya no me miraba como a una tachuela sino como lo que era, una fan que no entiende de razonamientos lógicos. He dejado la carta y aunque no sé con certeza si Serrat la leerá o si sabrá de su existencia, me siento satisfecha de haber hecho lo que quería.

Regreso, entonces, a mi casa a deshojar horas como si fueran margaritas. Cada vez falta menos para el concierto y yo casi no tengo uñas. Intento despejarme pero no puedo. Cuando se está a punto de cumplir un sueño y sabes que vas a cumplirlo, todo se resume en eso. Y cuando por fin llega el momento de salir de casa hacia el recital, no sé ni siquiera cuál será mi reacción cuando lo vea. Mientras pienso en ello me pongo el polo que mandé a estampar con la frase: Serrat eres único y me pongo incluso más nerviosa.

Te confieso, Joan Manuel, que no sé qué haré cuando te vea. Tendría que estar en ese momento para saber realmente qué sentiría. De verdad quiero ese momento. Lo necesito. Te digo que he aprendido muchas cosas contigo. ¿Ya lo dije? Lo digo de nuevo. Aprendí, con tus canciones y contigo, a saber que todo infortunio esconde alguna ventaja, que por más que nos coloquen el listón hay que saltar con la intención de ser felices, sobre todo, que sin utopías la vida solo sería un ensayo para la muerte. Estaré en la primera fila de tu concierto en Lima con un polo que dice: Serrat, eres único. La loca de la carta soy yo.

Llego al Jockey Club como si llegara a mi boda. Percibo las miradas directas hacia mi polo y su frase. Siento algunas sonrisas. Me siento orgullosa. Camino hasta mi lugar y trato de entender la realidad: estoy sentada en la primera fila y solo faltan 30 minutos para poder ver por fin a Joan Manuel Serrat. Ahora que repito todo eso en mi cabeza, parece más bien fantasía. Estoy nerviosa y ansiosa. Las luces se apagan de pronto. Suenan bajos, baterías, trompetas. Una intro que da la impresión de ser breve pero a mí me parece eterna. Las luces blancas empiezan a cegarme un poco. Pero no lo suficiente. Y ahí está. Joan Manuel Serrat camina hasta el centro del escenario y yo tengo las mejillas empapadas de lágrimas. Todas las personas a mí alrededor me miran pero yo no puedo parar. Camina, canta, baila, sonríe, se calla. Lo tengo al frente y no puedo creerlo. Las canciones siguen una tras otra y con ellas continúa la utopía que vivo.

El concierto ya está por terminar. Serrat, quien ha compartido dos horas de concierto con Joaquín Sabina empieza a despedirse de la gente. Sabina se coloca en la parte del escenario más cercana a mí. Me ve. Ve mi polo y su frase y me hace un ademán. ¿y para mí? Parece que me preguntara. Yo lo miro y le sonrió. Sabina se voltea y llama a Serrat hacia su lado. Me estremezco. Sabina me señala y le enseña mi polo. Serrat me ve, sonríe, forma una carta con las manos y hace el gesto de estar leyéndola. Empiezo a llorar. Él me  manda un beso volado y leo en sus labios: Gracias. Sueño cumplido. Tengo las sensaciones más bonitas e indescriptibles, es como si todo se hubiese iluminado. Y pensar que unas horas antes creía que todo esto era imposible.

Joan Manuel, la madrugada en que escribo esto nos dice que llegó el final, qué bueno que aunque sea por una noche se olvidó que cada uno es cada cual, que es casi imposible que llegues a leer esto algún día. Pero como dije hace unas líneas, existen las utopías y sin ellas, no me habría atrevido a escribir esto. Solo me queda agradecer porque estás conmigo cada vez que escucho tus canciones, porque aunque tú no lo sepas, me conoces mucho. Gracias por existir. Es muy grande el mundo y demasiados los que te seguimos. Pero continúo. Gracias porque siempre puede ser un gran día, porque son tus versos el mejor lugar del mundo donde puedo estar.


La carta completa está... aquí:  
http://www.elhitdeloshits.blogspot.com/2012/07/carta-serrat.html



''De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena

De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo''



22 de mayo de 2014

Inventario

Dos años más fuerte.
Un cobarde menos
Un cuadro a blanco y negro, un poema falso y las intenciones totalmente apolilladas.
Más conciertos a solas.
Menos poses de poeta e intelectual.
Más y mejor realidad.
Vino, charlas, persecuciones, huidas, escondidas.
Emoción.
Independencia.

Ninguna cicatriz.
Altivez, altanería de la buena.
Seguridad.
Libertad.
Menos ''piense'', más ''actúe''.
Disminución de traiciones.
Sin mentiras cobardes (por ahora).
Sin mentiras.
Real decodificador de ''no te merezco''
Cosas mejores.
Lo mejor que me pasó en la vida.
Cuatro meses de excesos, equivocaciones, aciertos, VIDA.
Santiago de Chile.
Madrid.
París.
Madrid.
Sí, Madrid.
Walk of shame.
Lío.
Menos miedo.
Más cosas que decir.
Tu presencia.
Ningunas de tus palabras para mis nulas ganas de escucharte.
Lo igual que me das.
Lo que perdiste.
La sensación del Mediterráneo.
Las luces de la Torre Eiffel.
Todo por lo que lo peor que no me pasó, fue en verdad lo mejor.






''...pues anda no habrá hombres que queriéndote querer 
se mueren por tus huesos mientras tu lloras por él'' 




15 de mayo de 2014

Introducing Gia Coppola

Estoy de redactora en un diario online que recién ha salido. Y escribo, por ahora, sobre lo que me gusta. Esto me gusta:




Es inevitable no detenerse en el apellido. Sí, Gia Coppola es la nieta de la leyenda del cine Francis Ford Coppola y como él, ha entrado fuerte a la industria. Con un estilo diferente, esta novel directora busca reconocimiento con su primer filme y no sólo por su apellido.

Palo Alto es el nombre de la película con la cual Gia Coppola (California, 1987) ha debutado como directora. Este filme es una adaptación del libro del mismo nombre del actor también estadounidense James Franco, que relata las experiencias de un grupo de adolescentes en California, casualmente, el mismo lugar de nacimiento de la directora.


Coppola estudió fotografía en el Bard College de Nueva York en donde después de varios años de tomar fotos para sus clases y estar cansada de ello, se interesó mucho más por la industria del cine y se inició dirigiendo cortos para sus amigos. Además,  ya había tenido experiencia en el cine acompañando a su tía, la también directora Sofia Coppola, en donde colaboró como asistente en el staff de vestuaristas y además, como consultante creativa en la película de terror Twixt, dirigida por su abuelo.

Gia Coppola ha dicho que decidió adaptar el libro del actor James Franco pues se sintió muy conectada con la historia la cual, en más detalles, cuenta los relatos de adolescentes y sus experiencias con el alcohol, el sexo, las drogas y la violencia. Actúan James Franco, Emma Roberts, Val Kilmer, Nat Wolff, entre otros.

‘’Nunca creí que llegaríamos tan lejos’’, dijo Coppola en la biblioteca del Hotel Greenwich de Manhattan, la mañana de la premier de Palo Alto en el Festival de Tribeca. ‘’Pensé que sólo la lanzaríamos en internet’’.  La directora termina describiendo el suceso de la película, también proyectada en el Festival de Venice, como algo completamente loco.

 Según la edición española de la revista Vogue, Palo Alto lleva a las pantallas la resurrección del cine adolescente desde la mirada y estilo de Gia Coppola que la da un toque más existencialista a cada uno de los personajes. Especialmente al de James Franco, que interpreta a un profesor de secundaria y a Emma Roberts, quien interpreta a la alumna que se enamora él. Palo Alto se estrenó el 9 de mayo Nueva York y Los Ángeles. 





''I love driving down an empty dark freeway, 
lit up intermittently by the lights 
at the side of the road, and when I see the lighst, 
I think of all the little world out there, 
all the little animals living in their habitats out there, a
nd how we could pull over and have and adventure 
at anyone of these forgotten pockets of the world''

Palo Alto Stories - James Franco





8 de mayo de 2014

Toque de diana y Fitzgerald de verdad

«El psicoanalista le dijo a Miles que él tenía un complejo de madre. En su primer matrimonio transfirió ese complejo a su esposa, verás –y después su sexo se volvió hacia mí– Pero cuando nosotros nos casamos la cosa se repitió por si misma –el transfirió su complejo de madre hacia mí y toda su libido se tornó hacia otra mujer–» Sábado loco, cuento corto que forma parte de Toque de diana, libro de relatos cortos del escritor estadounidense.

James West, un profesor norteamericano, es el responsable de que los textos alguna vez censurados del escritor estadounidense F. Scott Fitzgerald ven la luz después de más de 70 años en la publicación titulada The Cambridge Edition or the Work of F. Scott Fitzgerald  bajo la representación de la editorial Cambridge University Press. Toque de diana, es el título del recopilatorio de pequeñas historias que escribió Fiztgerald en 1935 y que ha sido como la publicación de arranque de una renovada edición del escritor donde se incluirán escritos tal y como los pensó y plasmó Fitzgerald antes de ser editados por sus jefes de  Saturday Evening Post, revista en la que publicaba el escritor y que era su mayor fuente de ingreso económico.

Es sabido que los textos de Fitzgerald eran recortados y cambiados por sus editores quienes no creían convenientes que los contenidos originales de los escritos aparecieran en su revista pues según ellos, la sociedad conservadora de la época no lo aprobaría y perderían ingresos bajando sus ventas. Frases antisemitas, fuerte contenido sexual así como escenas de alcohol y violencia, son algunas de las características de los textos del escritor que sus editores censuraron durante años y que el mismo Fitzgerald aprobó debido a que trabajar en el Saturday Evening Post era el mayor sustento de su familia.

West afirma que estas frases y escenas no correspondían a la ideología ni modus vivendi del escritor sino que planteaba y presentaba a la sociedad y contexto de la época en la que fueron escritas. Los editores de la revista llenaban de borrones los textos y los blanqueaban para que el público no se sorprenda. Como prevención se suprimían todas las referencias a sexo, alcohol, drogas y antisemitismo. Fitzgerald acataba.

El profesor West ha investigados durante los últimos veinte años a recuperar todos los textos originales y sin censuras, material que ha estado depositado en la biblioteca de la Universidad de Princeton. Según West, estas publicaciones cuyas versiones originales jamás vieron la luz, están al mismo nivel del mítico ‘’El Gran Gatsby’’ de Fitzgerald y es por ello que la edición que se relanzará se proyecta como un evento trascendental. Algunos expertos en el tema señalan que esta publicación cambiará la percepción que se tenía de Fitzgerald como autor de ficción corta cuyo tono sentimental podía superar al realismo sabiendo ahora que el escritor no tenía elección en las versiones finales de sus textos, los cuales ahora podrán apreciarse sin tapujos ni borrones.




“The loneliest moment in someone’s life
is when they are watching their whole world fall apart,
and all they can do is stare blankly.” 

 F. Scott Fitzgerald, The Great Gatsby




1 de mayo de 2014

El factor Nadine

Era octubre y era de noche. Faltaban, no sé, tal vez 30 minutos para que comience el concierto de Soledad Pastorutti en Lima, exactamente en el Círculo Militar de Jesús María. Me acomodé en la primera fila -que conseguí gracias al empeño de ir a las nueve de la mañana a comprar mi entrada- y noté que esta fila estaba separada como por unos 30 centímetros de la segunda. Me pareció raro. Pensé que tal vez era un reconocimiento a los fanáticos de La Sole. Pero no era así. La primera fila de la sección de la derecha -yo estaba en la izquierda- no estaba adelantada como la mía. Me pareció aún más raro. 

Empezó el concierto con el genial William Luna. Su recital duró unos 45 minutos. Después seguía Lucho Quequezana -el otro telonero-. En el intercambio de instrumentos y descanso para que comience el segundo show, noté un poco de movimiento en la entrada a la zona en la que yo estaba sentada. De pronto había dos hombres enormes vestidos de negro y con una especia de walkie talkies en los bolsillos a mi costado. Cogieron la silla vacía que estaba a mi lado y la limpiaron y acomodaron perfectamente. Era un asiento que estaba justo en la esquina de donde terminaba la primera fila de la sección izquierda y empezaba un pequeño espacio hasta la primera fila de la sección derecha. 

No entendía nada. Los dos hombres se fueron pero sólo uno  regresó a los cinco minutos. Estaba vez se me acercó directamente. Ehh, señorita, si nos hiciera el favor de sentarse en la segunda fila, hay un asiento para usted. ¿QUÉ? Esos dos monstruos de dos metros de alto me pidieron que renuncie a mi primera fila y me siente en la segunda. No tenía sentido. ¿POR QUÉ DIABLOS ME MOVERÍA DE ASIENTO SI ESTOY EN LA PRIMERA FILA? Ehh, sí, señorita, lo que pasa es que en esta fila se va a sentar la Primera Dama, la señora Nadine Heredia. Me sorprendí, no diré que no. Volteé hacía atrás a ver en donde exactamente quería que me moviera el tipo enorme. No era lejos, pero era injusto. Algunas personas que habían escuchado lo que me había dicho aquel señor -me acuerdo especialmente de una amable pareja argentina- me gritaban cosas como: ¡no te muevas!, ¡qué tal raza!, ¡quédate ahí! y varías cosas más. En efecto, no quería moverme. Era la primera vez que vería a Soledad Pastorutti en concierto y no pensaba moverme de la primera fila. Disculpe, señor, pero así como la Primera Dama, yo también he comprado la primera fila y no voy a moverme. Lo siento. No creo que la primera dama haya comprado la primera fila pero verdad fue que pocas veces he dicho algo tan firme en mi vida. Pero era injusto lo querían que haga. No importa si eran sólo unos pocos centímetros de diferencia, se trataba de un concierto, un evento público de entretenimiento donde no deben hacer distintos tratos.

Dos minutos antes que comience el show de Lucho Quequezana, entró la Primera Dama al recinto con una sonrisa gigante y saludando a la gente. Se sentó a mi lado y me sonrió. Seguramente los tipos enormes le habían contado que me negué a que se apropie de toda la primera fila. Y se sentó. Cada veinte segundos recibía una llamada en su celular y cada 45 segundos recibía una llamada en su otro celular. En total eran tres. El ultimo nunca sonó. La Primera Dama habló con una mujer al teléfono, de esto estoy segura, pero no recuerdo el nombre. Ella le preguntaba a la mujer a qué hora comenzaría el concierto de Soledad, que ya se quería o tenía que irse. Terminó el show de Quequezana y con las mismas galas en que se sentó, se fue. Estuvo mas o menos unos 30 minutos, si no fue menos. 

Después que me desprimeradamanicé, no sabía exactamente que había pasado. Estaba confundida. No sabía si había sido el mismo Presidente el que se había sentado a mi lado, la reencarnada Princesa Carolina de Mónaco o la Reina de Inglaterra. Todo fue confuso pero el poder que emanaba esa mujer de no más de 1.55 de estatura y flaquita como un palillo me aclaró. Qué loco, pensé y pienso ahora. Eso fue hace tres años, en 2011.... a cuatro meses de haber asumido la presidencia su esposo. Hoy, la idea de que la Primera Dama hace y deshace y nos gobierna, se acerca más a la certeza. Está más cerca a la verdad que lo que estuvo la segunda de la primera fila de ese concierto. 





''Eras igual a la Bardot en el Paris Theolonius Monk 
más imposible que la Cantilo y la Kate Moss''