Hace cinco meses y después de haber pasado tres días en Cartagena me dije: aunque es hermoso, no voy a volver a este lugar en al menos cinco años. Y hoy estoy aquí con el rabo entre las piernas y a punto de preparar la maleta para tomar un avión mañana. Me voy a pasar año nuevo a Cartagena. Y creo que aún no termino de procesarlo.
¿O es que a caso me cuesta todavía asimilar que estoy rompiendo con una tradición presente desde el momento en que nací? Probablemente estaba destinada a cumplirla desde antes pero ese no es el tema. El asunto es que después de más de 21 años de vida me he soltado un poquito las cadenas y he decidido separarme por un rato de mi familia y recibir el 2015 con quien sentí que debía hacerlo.
No voy a hablar de él porque... ¡a ver cómo continúa la historia!. Me imagino este viaje vuelto un desastre y me sentiría algo ridícula de haberlo descrito como el próximo Mr. Darcy. Pero más allá del con quién pasaré año nuevo o por quién decidí irme, creo que es justo decir que esto tiene más que ver conmigo que con otra persona, quien quiera que sea.
Digamos que aquí ni la ciudad ni la otra persona son las estrellas. Soy yo quien tiene el protagonismo porque fui yo quien tomó la decisión y la que asumirá las consecuencias de esta sean malas o sean buenas. La impulsividad y la emoción me tomaron por sorpresa y yo, firme, he descubierto algo: las alas las tengo desde siempre y es ahora que amo más que nunca volar. Por mi y por nadie más.
''No tengas miedo
solo es un juego
y si te toca perder
no es tan grave
solo es un juego
y si te toca perder
no es tan grave
No tengas miedo
vamos al ruedo''
vamos al ruedo''