7 de enero de 2012

La luz del final del túnel

Juan Rivera es ahora un hombre libre. Uno más como nosotros tras haber salido de la cárcel en donde fue injustamente encerrado hace más de 18 años por un crimen que nunca cometió. ¿La acusación? Asesinato. ¿Las pruebas? ‘’Se desconocen mayormente’’.

Una historia más sobre acusaciones infundadas y mucho peor, procesos mal llevados y resueltos. Retrocedamos. Hace 20 años, el hispano Juan Rivera fue apresado debido al presunto asesinato de Holly Spear, en ese entonces de 11 años. Desde ese momento y tras algunos juicios, Rivera fue hallado culpable en tres ocasiones y en tres años distintos: 1993, 1998 y 2009. Determinación que fue justificada bajo la ‘’evidencia’’ que significaba la mismísima confesión de Rivera a los policías, evidencia que fue hecha, según los jueces de apelación, bajo coerción.

Finalmente, el caso se resolvió de una manera básica: comparando el ADN del hombre con el del cuerpo de la niña hallada muerta en 1992. Lo sorprendente es que este análisis se realizó en el 2004: 12 años después de cometido el crimen y encarcelar a Rivera.  Fue con esa prueba que confirmaron que el ADN encontrado era el de otra persona. Sin embargo, Rivera no fue libre hasta 7 años después.

¿Qué es lo que puede pasar por la cabeza de alguien que fue apresado injustamente y desposeído de su libertad por tantos años? Probablemente, la total desconfianza del sistema judicial o de los criterios de las autoridades que lo llevaron a vivir esa mala experiencia. Finalmente, la sentencia fue anulada el 9 de diciembre del año pasado por la Corte de Apelaciones alegando que era “injustificada e insostenible” debido a la falta de pruebas que lo vincularan con la violación y asesinato de Holly Spear. El fiscal Michael Waller no tuvo más opción que abstenerse de apelar.

Casi 20 años de reclusión para una persona inocente. Hoy, Rivera que en la actualidad tiene 39 años dejó el Centro Correccional Statesville, donde estaba recluido, a unos 112 kilómetros al suroeste de Chicago. El abraza a sus familiares y probablemente esté feliz. El tiempo perdido ya no se le puede devolver; la confianza en la justicia, tampoco.

I thank God that the court system saw the truth, dice Rivera. Me queda la sensación que al único que le queda pedirle algo y tenerle confianza es a Dios. Muchas veces los criminales no solo están afuera de la cárcel sino dentro de las cúpulas que determinan y administran la justicia. Esto podría ser un caso mal llevado, mal tratado, mal organizado, con pocos datos. Pero tras 20 años es indignante el resultado. 20 años para analizar una muestra de ADN que pudieron tomar el mismo dia del crimen, 20 años para determinar que la prueba no pertenecía a Rivera, 20 años que no regresarán más, 20 años también, quizás, de repente, para aquellos en la misma situación de Juan Rivera.

En el Perú, esto es más cotidiano de lo que parece y aun así puede sorprendernos si lo vemos en la televisión, en los diarios o en el Twitter que está tan de moda. Casos así hay muchos. Gente que lincha, golpea, apedrea, encarcela, humilla a otras personas sin tener la más remota prueba. Aun así, estas pueden ser alteradas y eso por ello que existe el Sistema Judicial y en el, estancias y jueces que determinan la urgencia y tratamiento del caso.  El problema parece ser el mismo que la solución: esas ganas de encontrar un culpable a como de lugar sin medir consecuencias ni repercusiones, sino preguntémosle a Rosario Ponce.

Algo medianamente parecido a lo que le sucedió a Rivera,  pasó con una pareja de ancianos hace algunos meses. Julio Cortez y Ruth Bravo fueron detenidos bajo la acusación de asesinar a golpes al vigilante Rufino Flores en el Rímac. El hijo de la pareja insistía en la inocencia de sus padres mientras ellos eran separados, detenidos y encarcelados. Finalmente, se probó que el sujeto había muerto intoxicado. ¿Lo que valió para el apresamiento? El solo testimonio de Juan Carlos Chumpitaz, un ‘’testigo’’. Ni una sola prueba criminalística sino hasta cuando ambos ancianos ya se encontraban cada uno en el penal correspondiente a su género. Pruebas criminalísticas, forenses, análisis… parecen ciencia y física cuántica avanzada.

Ni a Juan Rivera (el extremo tras 20 años), ni a Julio Cortez ni a Ruth Bravo (algo menos, solo unos días) se le devolverá el tiempo ni se les recompensará por el mal momento pasado. Pero es más que ello: es un sistema que funciona mal y que resulta como resulta. Aun así, se habla de la pena de muerte. ¿Qué bastará? Otro testimonio. Centrándonos en el Perú, debería haber una restructuración y capacitación para todos los responsables de los procesos, y eso sí es una evidencia. Espero que no solo baste mi testimonio.




(La canción del video se llama ''Está sangrando'' y es de Coti)
Fuentes: El Comercio, Peru.21, La República, Youtube y Suntimes (Chicago)

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