26 de noviembre de 2014

El paseo de la no vergüenza

Ya tengo varias semanas a cuestas viviendo a la española y la idea de regresar me parece cada vez más absurda. Aún quedan muchas cosas por hacer y ciudades que visitar. Por eso es que estoy en el bus que me lleva de regreso a Madrid desde Segovia. Ha sido una visita corta de medio día. Es suficiente. Eso es lo bueno de España, pienso, todo está tan cerca que en un día puedes tachar una ciudad más del mapa. Y conocerla bien. Me queda una hora más de viaje hasta la estación. Quiero salir esta noche. Tengo que aprovechar las oportunidades. Vivo a media hora del centro de Madrid, en un pueblo que se llama Villaviciosa de Odón, donde nunca pasa nada, donde la emoción pasa por esperar el bus que me lleva hasta Príncipe Pío. Me lo merezco.

Esta noche hay que salir. No hay otra opción. Miro a mi alrededor: todos mis compañeros de viaje duermen. Mis amigos. La familia internacional que he hecho en este absurdo genial que viene siendo la experiencia en Europa. Supongo que nadie querrá salir hoy. A lo mejor proponen comer una pizza de 2 euros en Sol y eso es todo. No puedo permitirlo. Cierro los ojos porque el sol incandescente del atardecer me abruma. Ya los convenceré.

Llegamos a Madrid eso de las siete y media de la tarde. Salgamos, digo, vayamos de tapas, a bailar o a caminar borrachos por la Gran Vía. -¡Ya lo hemos hecho antes!-. Los convencí. Quedamos en encontrarnos en Sol, exactamente en el Oso y el Madroño, a las once de la noche. La amiga con quien el viaje se me hace más ligero me echa una mirada de esas que dicen ''vamonos'' sin hablar. Tenemos que tomar el metro y después el tren. Son casi 40 minutos hasta Vallecas. Pasan rápido cuando se conversa bien. El olor a hierbabuena me dice que ya llegamos. Este lugar tiene edificios y plantas, es tranquilo, familiar y podría jurar que hasta misterioso. 

Mi amiga y yo cenamos paella congelada, vemos televisión un rato, nos cambiamos y casi como llegamos, caminamos de nuevo a tomar el tren, que está lleno de chicas y chicos en busca de marcha, algunos tienen botellas de trago en la mano o dentro de una bolsa. Todos gritan, se ríen. Cuando llegamos a Atocha, salimos todos como una manada en busca de juerga. Ahora a tomar el metro. La misma escena. Voy a extrañar mucho esto cuando regrese a Lima, pienso.

A. y yo nos encontramos con dos amigos más. Entre esos dos está S., el chico chileno que me gustó desde que lo vi en el Retiro el día que nos presentamos junto a todos los del grupo. Yo ya le había lanzado una flecha imaginaria. Unos cuantos coqueteos en Toledo pero ningún otro progreso más. Por el momento no me importaba. Girls just want to have fun. 

Después de ir por algunos bares, decidimos entrar a una discoteca de música comercial, que es como le llaman a la música latina por aquí. El cuba libre que me sirven como cortesía termina de aniquilarme. Pero siempre he presumido de ser una borracha que recuerda más de lo que su casetera borra. Y esta vez no iba a ser la excepción. Bailamos cumbia, salsa, reggaeton, flamenco y todo cuanto nos pusieran. El chileno y yo nos apartamos del resto. Recuerdo una canción de Rafaella Carrá. ''Y si te deja no lo pienses más, búscate otro más bueno, vuélvete a enamorar'' cantaba yo mientras atraía a S. hacía mi y él se reía. Era como si estuviéramos dentro de una licuadora llena de brillos y luces y besos. Qué frase tan precisa.

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Y de repente todo para mi es oscuridad. Me siento adormecida. Abro de a poco los ojos como si esperara ver a un monstruo. Ni siquiera sé dónde estoy. Estoy echada con las dos manos bajo la cabeza y de costado. Algo me impide abrir los ojos por completo. Sí, es el sentimiento de incertidumbre y la idea fugaz de un posible secuestro. Veo una cortina gris. No entra luz. Levanto un poco la cabeza. Ok, estas paredes no las conozco... este cuarto, definitivamente no es el mío. Mi mente va entendiendo un poco a la vez que comienza a espantarse. Giro a la izquierda hasta quedarme boca arriba. Estoy tapada. Por favor, por favor no, pienso mientras levanto la frazada y miro por debajo. Estoy en pijama. Esto es extraño. Volteó más hacia mi izquierda y ahí está él. S. O por lo menos su espalda. Siento que voy a estallar por la confusión. Me froto los ojos mientras me incorporo. Me quedo sentada y observo: mi ropa de la noche anterior está a un lado. De mi teléfono no tengo la menor idea. Me vuelvo a echar y me tapo la cara con las dos manos. ¿Qué hago acá? Me siento sucia, absurda, adulta. Quiero estar en Lima, en mi casa, con mis papás, tranquilita como un bebé. Pero no. Estoy en un piso que no es el mio y veo como en una esquina se arrincona la misma ropa que usé el día anterior. 

No lo pienso más. Cojo toda mi vergüenza, me destapo y me paro. El piso de madera cruje con toda su fuerza. Lo odio. Miro a S. que sigue dormido. Por un momento pienso que esta imagen mía de pie y con mi pijama H&M es muy de película. La idea se me va cuando la pena regresa. Recojo mi ropa del suelo y salgo de la habitación. En el sofá de la sala está mi bolso. Me siento con las manos en las rodillas como si tratara de ordenar mi vida. Miro hacia la puerta del cuarto. S. no se va a despertar, pienso. Me quito el pijama en dos segundos y me pongo la ropa, sí, esa de la noche anterior y me quedo sentada un rato. Estoy como en shock cuando S. sale del cuarto. Tiene solo un pantalón de pijama puesto. Nos miramos un rato. Él sigue medio dormido.

-¿Qué haces aquí? -me pregunta

No le respondo. Solo encojo los hombros. Me tiende la mano como si me invitara a bailar. Y empiezo a recordar algunas cosas de la noche anterior como las risas y los bailes y la certeza de que a mi nadie me llevó ahí obligada. Me paro y voy con él. El se sienta en su cama y yo me quedo parada justo en frente. 

-Me tengo que ir. El metro ya debe estar abierto -le dije casi sin pensar.

Él volvió a tomarme del brazo y me jaló hasta él. Quede sentada a su lado y nos abrazamos durante varios segundos. Esto ya no se siente absurdo. Esto se siente divertido y, por más vergüenza y gracia que cause, yo me siento audaz. 

Me despido de él y salgo de su piso. En al ascensor intentó acomodarme el pelo y una vez que salgo del edificio me pongo el saco y mientras camino intento entrelazar mi bufanda en mi cuello. Manos a los bolsillos. Siento que todos me miran. El frío madrileño hace que trate de esconder la cara dentro de mi bufanda y guardar para mi la gran sonrisa que tengo. Pasan por mi cabeza todas esas escenas en que la chica sale con los tacos al hombro y arreglándose el vestido. Walk of shame. El paseo de la vergüenza. Esto no es para mí. Yo me siento bien. De repente siento la complicidad de la mirada de todos los que caminan a mi lado. Sigo caminando y el viento frío de Madrid me hace bien. No hay ningún arrepentimiento. Este es el paseo de la NO vergüenza. Vamos, chicas, ''la culpa es un invento muy poco generoso'' ¿y el tiempo? ''tremendo invento sabandija''. 





''Ella sólo quería tirarse de la cama 
subirse a un caballo y mandar todo al diablo 
soñar con alondras, bailar en una gran salón 
no siempre el viaje era hermoso 
a veces veía unos monstruos horribles. 
que hablaban idiomas extraños
y así despertaba en su habitación'' 






20 de noviembre de 2014

La libertad

Luis es español y vive en el Callao. Llegó al Perú hace tres años como turista y se quedó. A pesar de eso, lo que más quiere es volver cuanto antes a Huelva, su ciudad. El problema es que no puede. Sí, llegó al Perú voluntariamente y se quedó sin decidirlo. Hoy vive en un albergue para ex presos extranjeros donde no tiene mucho más que hacer que buscar algún trabajito y ver pasar las horas muertas. Luis no puede irse del Perú porque aunque ya salió de la cárcel, sigue pagando condena.

''Cuando me vaya, el Perú será como Atlántida: existe, pero nadie sabe ni cómo, ni dónde está'', dice Luis antes de soltar una sonora carcajada andaluza. Es lógico, tras pasar tres años en la cárcel, lo que más quiere este español es olvidar todo y cuanto le recuerde esta página tan turbia y absurda de su vida.

Porque Luis estuvo preso en Sarita Colonia pero no fue culpable sino víctima. Y durante tres años vivió el infierno de la cárcel en el Perú. Sus compañeros en el albergue lo confirman: presos que tienen las llaves de sus celdas, atracos, violaciones, asesinatos... una zona de alto riesgo donde los policías tienen palos y los reos granadas de guerra. Luis cuenta que en sus primeros días dentro del penal, no hablaba con nadie... no podía. ''Yo lloraba por todos los rincones y no me da vergüenza decirlo'', dice con una voz que tiembla igual que el brillo en sus ojos.


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Hace tres años, Luis, el marino mercante que ha recorrido el mundo cinco veces, desembarcó -si se permite la palabra- en el aeropuerto de Lima. A los pocos días de llegar conoció en la barra de un restaurante en Miraflores a un hombre y una mujer.  Eran pareja. Se frecuentaron durante algunas días y en el momento de la despedida, ella le contó a Luis que tenía una hija en Bilbao y que necesitaba enviarle ropa. ''Hombre, que si era ropa, yo tenía espacio de sobra'', cuenta Luis sentado en la biblioteca del albergue. La mujer le entregó un paquete y eso fue todo. 

Un paquete, ni más ni menos. A Luis lo detuvieron en el aeropuerto, lo llevaron a un cuarto, lo interrogaron y  un policía le demostró, antes de que se desmayara, que lo que tenía en ese paquete era ropa para niña, sí, pero rellena de coca.

Lo que vivió después este hombre pequeño, delgado y canoso fue una serie de humillaciones... lo desnudaron frente a su maleta, le quitaron todo el dinero que tenía y una cadenita de matrimonio de más de 3000 euros. Y nada de eso fue peor que lo siguió: no hubo juicio ni por casualidad... le dieron siete años y punto. Así sin más.

''A mi aquello se me vino encima'', dice Luis que no entendía de papeleo ni trámites. En el mar no existen ese tipo de transacciones. Y así cuesta creer que el hombre que hoy no puede dejar de gritar y gesticular su indignación, apenas hablaba durante sus primeros meses encerrado. Después de tres años en la cárcel consiguió la semi libertad, un término que se contradice solo. Uno es libre o no lo es... y Luis salió de la cárcel pero seguía encerrado.

La semi libertad es una especie de ''beneficio'' que reciben los presos por buena conducta o con sentencias menores. Esto quiere decir que pueden terminar de cumplir sus condenas fuera de la cárcel siempre y cuando firmen un registro mensual en el Poder Judicial. Esto no los exime de pagar la reparación civil que, en el caso de Luis, supera los 10 000 soles. Además de eso deben tener un contrato de trabajo. Una vez cumplido el tiempo y pagada la reparación, los presos extranjeros reciben una carta de expulsión del país, pero antes deben confirmar que alguien los espera en sus países y pagarse el pasaje, por supuesto.

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Luis no puede trabajar porque en España figura como jubilado. Intentó trabajar de albañil y de alguna manera lo supieron en su país -a través de los registros que lo señalan como preso en el Perú- y fue penalizado con 18 600 euros (más).

¿Cómo conseguirá el dinero? es una pregunta que no puede responder con precisión. Es que no hay nada que pensar. ''Yo aquí no aguanto cuatro años más, yo en cuanto pueda me voy por la frontera''. Solo le falta ajustar detalles porque está todo planeado.

La de Luis es una entre decenas y decenas de historias dentro de la Casa de la Esperanza Migrante, dirigida por la hermana Mercedes López o simplemente la hermana Merche, que llegó al Perú en 1981 sin imaginar que más de veinte años después, convertiría una casita sencilla del Jirón Cahuide en La Perla en el Callao, en un albergue para aquellos extranjeros que, en un país desconocido y por errores en los que a veces uno se ahoga, buscan esperanza y la manera de poder ser, por fin, libres.






''Quisiera tener alas para volar, 
cruzar por el espacio en libertad. 
En libertad, como los pajarillos 
que nadie me pregunte: ¿a dónde vas? 

Camino sin fronteras quisiera ser,
Quisiera ser, sin prisa ni motivo para volver'' 







13 de noviembre de 2014

Irse

Admiro a las almas libres, a las que pueden simplemente irse de cualquier lugar físico o metal sin dejar nada atrás. De esto me di cuenta caminando por el Jirón de la Unión. Entendí que en estos últimos meses, he hecho cosas que no me gustan para gente que no me gusta. Sin poder escapar. Por eso admiro la determinación de quienes han caído en la misma conclusión que yo y se han deshecho de toda esa mala energía sin más. También he pensado que el problema podría ser yo. Y si es así, la idea es la misma... debo desaparecer también... alejarme. 

Para aterrizar lo que acabo de decir, tengo que confesar algo: no me quiero quedar en donde no pueda hallarme, no quiero fingir sonrisas ni guardarme las palabras. La costumbre esa tan limeña de adornar cualquier cosa que queremos decir es hora de eliminarla por completo. Así la vida es más simple. 

Quiero hacer varios viajes y no ir a mi clase de Periodismo Digital. Quiero decirle a varias personas que están equivocadas. Quiero reconocer que estoy equivocada también. Quiero irme cuando quiera irme y responder lo que siento cada vez que quiera y como quiera. Regreso al viaje. Es un pendiente. Por eso pienso que Madrid me arruinó... la mente y la idea esa de quedarme siempre en un mismo lugar. Pienso moverme, migrar como una palomita. Quiero ser una alma libre y simplemente irme. Y es probable que el viaje más importante sea el proceso de conseguirlo. 


''En la vida todo es ir
a lo que el tiempo deshace.
Sabe el hombre dónde nace
y no dónde va a morir.»

El hombre que en la montaña
por la cruz de algún camino
oye la voz del destino,
se aleja de su cabaña.

Y prosiguiendo su hazaña
se dirige al porvenir
una esperanza a seguir.
Mas no ha de volver la cara,
pues la vida es senda rara:
en la vida todo es ir.''


6 de noviembre de 2014

50 veces Serrat

Junto a su inseparable taburete, Serrat empezó a conquistar al público, primero en catalán y después en español. Fue en febrero de 1965 cuando jovencísimo y pelucón, tuvo su primera aparición frente a una audiencia en el estudio Toreski de Radio Barcelona durante el programa Matinal Radioscope -ahora que lo pienso, me cuesta perdonarme el haber estado en España y no haber visitado Barcelona. Hubiese sido bastante peculiar ver a una peruana atrincherándose en cada lugar significativo en la vida no solo artística de Serrat como si fuesen santuarios- Y el próximo año se conmemoran 50 años desde la presentación en el estudio Toreski. Es decir, desde que el Nano pisó un escenario y lo hizo suyo para siempre. Es probable que muchos veinteañeros no tengan idea de quién es este artista catalán pero para reconocerlo más fácil y puntualmente habría primero que decir que es y será uno de los mayores referentes de la trova y la música en general y que además ha significado una fuente de inspiración para cantautores cuyos nombres probablemente les suenen más como Joaquín Sabina, Pedro Guerra, Jorge Drexler, Ismael Serrano, entre otros. Así que si corean Princesa porque es la única canción que se saben de Sabina o Todo se transforma, dando el mismo ejemplo con Drexler, recuerden siempre, pero siempre, que quien sembró semillas en todos esos grandes cantautores fue Serrat. Me disculpo por la agresiva que puede sonar esta afirmación pero en cuanto a pasiones se trata no me parece que alguien deba ser enteramente racional. 

Y más allá de sentimientos, puedo decir que a lo largo de su vida Serrat ha demostrado que hablar de él no solo es hablar de poesía y música sino también de política, derechos humanos y sobre todo, de coherencia. Desde que allá por 1968 Serrat se negara a actuar en el Festival de Eurovisión –donde fue elegido para representar a España- si es que no se le permitía cantar en catalán –su lengua materna- hasta su exilio en México en 1975 tras ser abordado en pleno aeropuerto por los periodistas. En aquella  valiente ocasión, el Nano  se declaró públicamente en contra de la dictadura franquista y sus medidas represivas. Después de eso no solo se vetó su música sino que se ordenó su búsqueda y captura. Joan Manuel Serrat ha demostrado su entereza como un hombre de pensamiento y acciones constantes, aplaudiendo cuando ha tenido que aplaudir y condenando cuando lo ha creído necesario, con una postura frente al postureo -no sé si existe pero me encanta esa palabra- y a la ''aristocracia del barrio'' Precisamente de estos años nacen sus canciones más combativas comparables tal vez a las de Violeta Parra, una maestra de la sencillez y la profundidad con lo folclórico a la vena en cada una de sus composiciones, que así cala más. En fin, ya pasado el exilio y después de la tormenta dictatorial que atestaba algunos países de Latinoamérica, el catalán pudo volver a girar. Lástima que no tanto Perú, este país sediento de trova -¿o solo soy yo?- en el otro lado del charco. 

Serrat y el Perú
Una visita que pasó casi desapercibida y que, sin embargo, supuso una de las mejores presentaciones de Serrat en la televisión debido a la selección de temas y duración –pues se trató de un mini recital de 40 minutos- fue una que realizó en nuestro país hace más de cuarenta años, exactamente en 1972 -si no hubiesen faltado tantos años para que yo naciera, ya podrían haberme visto ahí, como una directioner persiguiéndolo por todo sitio-. Esta presentación para canal 4 –en blanco y negro, por supuesto- comenzó con una pequeña entrevista  a Serrat realizada por una jovencísima Sonia Oquendo. El cantautor español toreaba y esquivaba preguntas superficiales como: ‘’ ¿tienes algún tipo ideal de mujer’’ o ¿cómo te ves de aquí a diez años?’’ con elegancia, sarcasmo y una mirada, que expresaba inteligencia -suena raro, pero es verdad, ahí está el vídeo en Youtube-. Serrat interpretó en aquella presentación, canciones que el día de hoy se han convertido en clásicos de la música en español como ‘’Vagabundear’’, ‘’De cartón piedra’’ y ‘’Aquellas pequeñas cosas’’, canciones de esas que ya no se hacen, que ya no se usan, que son poesía y perfección pura. Serrat tuvo muchas Monalisas hechas canción.



Serrat en Canal 4.

L
En febrero de 2015, se cumplen 50 años desde que este cantautor ‘’hizo camino al andar’’ por los escenarios de España y Latinoamérica y lo celebrará por todo lo alto y con calidad: con una gira y disco nuevos. ‘’Antología desordenada’’ es el nombre de su nuevo material, en donde 31 artistas de diversos géneros como Joaquín Sabina, Calle 13, Alejandro Sanz, Lolita Flores y Rubén Blades, ¡Les Luthiers!, entre otros, se han dado el lujazo de hacer dúo con el maestro de los maestros de los maestros de la trova. Por lo pronto, las entradas para sus conciertos en Chile y Argentina el próximo año ya están a la venta y el Perú sigue a la espera. Medio siglo de carrera artística constante y exitosa no lo celebran todos los días cantantes de medio tiempo y que muchas veces están de paso, lo celebran íconos de la música como Serrat, que tiene con toda Latinoamérica ‘’algo personal’’.

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Y ahora heme aquí, escribiendo esto mientras veo cómo se agotan las entradas para los conciertos de Serrat en Argentina y Chile. Solo en esos dos países me parece que hasta tiene más de diez fechas. Estoy aquí sentada sin ninguna señal de que mi Nano vendrá a Lima y de conseguir ''Antología...'' ni hablemos. Tengo dos sentimientos y ambos muy opuestos: en primer lugar, la felicidad de saber que Serrat, de retiro no quiere saber nada y la tristeza de que es muy probable que no lo vea en concierto ni consiga el nuevo disco -en físico, claro-. A menos que no me importe nada... a menos que viaje... a menos que al final, todo esto de la pasión y admiración que siento por él no se haya hecho para nada más que ''para la libertad''. 





''Por la mañana rocío,
al mediodía calor,
por la tarde los mosquitos:
no quiero ser labrador''.

A llorar.