26 de febrero de 2014

Vasos derramados

Probablemente este sea el post más malhumorado que haya escrito. Pero de verdad estoy harta. Siempre han habido cosas o situaciones que me han exasperado por motivos muy distintos entre sí. Pero nunca nada me había molestado TANTO como para decir: listo, temas que podrían haber estado en mi blog, no los tomaré en cuenta. Escribiré sobre los temas por los que he estado segregando bilis en mi organismo (así de gráfico) en los últimos días y horas:

Estoy harta del caos y el tráfico de Lima

Estoy harta de ver todos los días en los noticieros más sangre que rostros.

Estoy harta de los que se creen mejores por no ver Esto es Guerra o Combate (si no te gusta, apaga la tele y abre un libro, ¿qué tal uno de auto ayuda sobre la tolerancia?).


Estoy harta de que el presidente de mi país sea un fantoche.

Estoy harta de los ''modos'' del Estado Peruano. ¿Qué reforma estructurada, coherente y a largo plazo se puede logar si se acaba de nombrar a al quinto Primer Ministro en sólo dos años y medio de gobierno de Ollanta Humala?)

Estoy harta de que Nadine Heredia juegue a los títeres con el gabinete y hasta con su marido, que a veces nomás, juega a ser presidente del Perú.

Estoy harta de la corruptela, la política sucia, los tratos por debajo de la mesa, los caretas, la injusticia.

Estoy harta de la poca sangre en la cara de aquellos quienes justifican el posible aumento de sueldo a los ministros de Estado a vergonzosos 30, 000 soles mientras profesores, policías, enfermeras, doctores y demás sudan día a día para ganarse cada sol sin deshonrarlo.

Estoy harta de la pobreza, los niños muriendo de hambre en las calles, tocando esperanzados ventanas de auto, los ancianos abandonados, las enfermedades que les tocan a los que menos pueden costearlas y sostenerlas, el sistema de salud.

Estoy harta de las combis, de la informalidad. 

Estoy harta del odio y el desprecio con el que hablan las personas refiriéndose a realities, personajes y demás relacionados a la televisión.

Estoy harta de todo lo que nos hace peores seres humanos, en el orden que usted prefiera.

Estoy harta.


''Pa' no sentir la aguja de este dolor 
en la noche estrellada dejo mi voz. 
Linda se ve la patria señor turista, 
pero no le han mostrado las callampitas. 

Mientras gastan millones en un momento, 
de hambre se muere gente que es un portento. 
Mucho dinero en parques municipales 
y la miseria es grande en los hospitales'' 




19 de febrero de 2014

El primero

Creo que estaba por terminar la primaria. No recuerdo bien. Pero justo antes de salir de vacaciones de verano, el colegio nos dio una lista de libros de la que teníamos que escoger uno para hacer un informe y presentarlo al inicio de las clases del próximo año. Ningún título me llamó la atención excepto uno: Camila. Así se llamaba el libro: Camila. La descripción decía todo lo que quería en realidad para ese verano: lectura fácil y rápida sobre una adolescente que tiene problemas relacionados con su edad. Lo que resultó al final fue todo lo contrario. No fue lectura ligera. Ese libro me afectó. Fue el primero que leí de verdad y el que despertó mi gusto por los libros. Todos tenemos un ''primero''. Ese o ''esa'' fue Camila.

Gracias a ese libro empecé a crear escenarios en mi mente. Tenían colores, olores, sensaciones y todas esas cosas increíbles que van construyéndose conforme van pasando las palabras. Me imaginé el rostro de Camila y no era para nada igual al de la portada del libro. Imaginé sus gestos y hasta el color de su piel. Imaginé su vida. Camila era real.

Real y de quince años. Camila tiene una madre que engaña a su padre. Camila tiene una amiga excéntrica que se llama Luisa y que es hermana de Frank. Camila odia a Jacques, el amante de su madre. Camila nunca ha sido besada. Camila no se ha enamorado nunca y cuando cree que lo está haciendo, Frank se pone raro. Sí, Frank, el hermano de Luisa. Camila tiene un abrigo para los domingos, una falda verde de lana y una boina roja.

Como sea que sea, el primer libro que leí me marcó demasiado. Y a pesar de ello y de prometer nunca perder ese libro, se lo presté a una amiga después de contarle mi experiencia con esa chica de Nueva York que me había extasiado. Eso fue hace nueve años. Pero hace tres meses, cuando no pude pasar mi cumpleaños en Lima, mi mamá me preguntó que quería por mi cumpleaños porque quería darme regalos para cuando regresara y no lo dudé: Mamá, quiero un libro que se llama Camila, es de Madeleine L'engle. Debe ser difícil de conseguir, no se si aún lo vendan.

Lo vendían todavía. Mi mamá me dio el libro envuelto y cuando lo abrí todo fue distinto. La portada era diferente, era rara. Era un libro más corto que el que tuve 10 años atrás. Me demoré mucho en volver a leerlo pero finalmente lo hice. Fue genial. Todo lo que imaginé cuando tenía 12 años volvió y se veía muy claro. En mi cabeza son los mismos rostros, los mismos lugares y todo. El ''primero'' o lo ''primero'' de cualquier cosa en tu vida siempre dejará algún tipo de huella, sea bonita o fea. Un tatuaje. Camila es mi libro favorito en todo el mundo porque fue el primero que me permitió ser espectadora en otro tipo de realidad imaginada por mi y para mi.



''When you press me to your heart
I'm in a world apart
A world where roses bloom
And when you speak angels sing from above
Every day's words seem to turn into love songs
Give your heart and soul to me
And life will always be
La vie en rose''



13 de febrero de 2014

123 días

Durante los cuatro meses que vivió en Madrid, Laura y él sólo intercambiaron seis mails. Fue como un ping-pong. Él empezó y ella respondió. Una cifra despreciable e insólita para Laura que imagino que, estando lejos, el alivio que sería no tener que esconderse se viese desencadenado en pura cursilería y verborragia vía correo electrónico. Nada de eso pasó. Mientras ella veía esperanzada en su celular que había recibido un mail de él (seguramente escrito después de alguna clase) imaginaba un ''te extraño'' tal vez un ''cuando regreses deberíamos...''. Tampoco pasó.

Cuando Laura llegó a Lima, estaba segura que no lo vería durante los primeros días. Imagino que se reencontrarían al menos después de Navidad y Año Nuevo. Pasado el trajín de las fiestas lo más probable era que se vean. Perdón. Pasado el trajín de fiestas más una semana y dos días era probable que se encuentren. Y así fue. Acostumbrada a su natural frialdad, Laura tomó su: ''Veámonos. A las 8 en Che Santiago. No te me hagas la española'' como una invitación fresca y romántica, tal vez. 

Che Santiago es un restaurante pequeño y discreto en Miraflores. Pocas mesas y pocos chismosos. Eso es lo emocionante de salir con él: Laura se siente famosa. Esconderse, taparse y disimular a veces puede ser interesante. Sobre todo cuando van a verse después de cuatro meses y las miradas escrutadoras se extrañan. Eso fue lo que pensó Laura mientras entraba al restaurante... ''hace meses que no me siento tan observada y... culpable''.

Ella llegó primero. A veces es estrategia y otras veces, como esta, es casualidad. Laura se sentó en una mesa cerca al bar y pidió una copa de vino rosado. Laura se sentía elegante. Laura se sentía... emocionada... y más aún cuando lo vio entrar. Oh, la camisa celeste. Tan suya. Él sonreía mientras se acercaba. Laura se paró inmediatamente, se acercó y lo abrazó. Él respondió al abrazó con más fuerza, separándola un poco y dándole un beso en la frente. 

-Estás más flaca -dijo él 
-Ya quisiera... 
-No, en serio, ¿mucha paella?
-Eso es lo menos apropiado que puedes decir
-Estar acá es lo menos apropiado.

Es casi imposible que Laura pueda ganar una conversación porque con él cada palabra es un dardo. Pero a las batallas las alivia su sonrisa. Imposible resistirse cuando sonríe de lado. Él la invitó a sentarse. Pidió más vino y una parrilla para dos. Laura le contó de la universidad, de Madrid, de sus noches, sus días, lo increíble que fue París y lo mucho que planea viajar. Él sólo la miraba hablar; riéndose de vez en cuando mientras intentaba cortar la carne. Cuando ella terminó de hablar, él le contó sobre sus clases y su trabajo. Tres copas de vino después, Laura cayó en cuenta de que no faltaba mucho para despedirse. Él pidió la cuenta y se paró mientras Laura terminaba su copa. Él volvió a sentarse y miró el reloj.

-¡Ya! no puedo tomar tan rápido -le reclamó Laura
-¿Vamos al departamento?
-Vale -respondió Laura totalmente inconsciente.
-¿Vale? No te puedo creer. 
-Perdón.. es desesperante pero es lo que más rápido se pega.
-No te disculpes. Trataré de no burlarme... tanto.

Cuando entraron en su carro, Laura, desde el asiento de copiloto, se dio cuenta de las razones por las que había extrañado Lima. Las luces de noche, el olor a mar y tantas otras cosas inexplicables pero presentes y perceptibles. Barranco es aún más lindo. Por la calle donde él vive casi nunca hay nadie. Después de los chistes en el estacionamiento del edificio y alguno que otro bostezo en el ascensor, la puerta se abre directamente en su piso, a la sala. Nada ha cambiado, por supuesto. Él se adelanta hasta donde está el equipo de música y todo, de repente, es como una película. Saca un cd de un cajón y tapa la portada con una mano.

-¿Quién es? ¿Qué te pasa? -se ríe Laura
-Yo te dije que no podía caer tan bajo pero el inicio de una canción es impresionante -se excusa él.
-¡¿Quién es?!

Él saca el disco de la caja y lo pone en el equipo. Pasa canciones hasta llegar a una a la que pausa inmediatamente. 

-Por favor, no pienses en la letra. Porque no es verdad y ya me conoces -dice él
-Ya...
-Baile conmigo, madrileña.

Reanuda la canción y Laura capta el mensaje. ''Y sólo se me ocurre amarte'' de Alejandro Sanz. Una parte de ella se ríe porque es verdad, lo conoce y entiende por qué le dijo que no piense en la letra. Eso de no hacerse dramas demás parece irle funcionando bien porque ni bien empieza la música lo olvida. Laura le da la mano y la pone en su hombro. Los primeros segundos son gloriosos, para bailar y para detener un momento. Empiezan a bailar y cuando él le da una vuelta y la jala contra su camisa celeste, Laura lo sabe: esto no es romántico y ni siquiera sabe si quiere que lo sea... esto es ser feliz por un momento. Él sube el volumen considerablemente (por usar una palabra elegante) Empiezan a cantar, empiezan a gritar. La letra no importa, no significa nada para ellos... las risas sí








''No existe un corazón que lo resista 
Porque si lloras quiero que mis ojos 
sigan cada lagrima tuya
y hasta que la pierda de vista''







5 de febrero de 2014

Miss Bennet/Miss Eyre: heroínas

Hace poco re-descubrí Jane Eyre. Básicamente porque empecé a relacionarla sospechosamente con Orgullo y Prejuicio y porque me enteré que Michael Fassbender protagonizaba la película de 2011. Pero eso no es lo más importante. Claramente, lo resaltante es que estoy escuchando Hot And Cold de Katy Perry en este momento y me imagino perfectamente a Jane Eyre y a Elizabeth Bennet bailando y cantando en Bath mientras se prueban sombreros y vestidos de muselina. ¿Por qué? porque son parecidas, adelantadas a SU época. Let's party like it's 1847.

No se imaginaría (si es que usted lo hace y por favor le pediría que lo hiciera) a esta dos mujeres acomodándose los sombreros y desplegando sus faldas mientras dan saltitos por inmaculados jardines. Se trata de ser heroínas. Se trata de ser trasgresoras, vehementes, sensuales, desalineadas a ratos, tener actitud, ser no-santas y enredadas como cualquier mujer que vive en 2014. Excepto porque son personajes ficticios. Pero, ¿cuándo ha importado eso?

A partir de ello también pregunto: ¿cuándo ha importado que el hombre soñado (mejor conocido como A). Mr. Darcy o B). Mr. Rochester) sea un completo paria, taciturno, malhumorado e irresistiblemente imponente? Ah. Tal vez sea eso. Las similitudes están ahí. Darcy y Rochester son una especie (perdón por la comparación tan explosiva) de Christian Grey... menos todo el sexo. Me empieza a preocupar que sea tal vez ese el tipo de hombre que nos gusta a las mujeres. Lo más probable es que sí. 

Jane Eyre y Orgullo y Prejuicio no son iguales pero tienen lindas y frescas similitudes. Felizmente. Pareciese que dos novelas clásicas de la década de 1800 son dos somníferos de alta efectividad. La verdad, depende de gustos. Pero si usted tiene cierta curiosidad por descubrirlas no una sino muchas veces, léalas. Quizás no sea aburrido, quizás hasta se encante con las formas, las maneras, los escritos y dos hermosas historias. Dos heroínas adelantadas a su época. Mujeres, al fin y al cabo. No importa que no sean reales. Estoy segura que a muchas de nosotras nos gustaría un poco de ficción de literatura inglesa en nuestras vidas. ¿Qué tal si en vez de hacer el twerking de Miley Cyrus, nos enlodamos los dobleces del vestido para luchar por lo que queremos y volvernos heroínas reales?




''Someone call the doctor 
Got a case of a love bi-polar 
Stuck on a roller coaster 
Can't get off this ride 

You change your mind 
Like a girl changes clothes''