13 de febrero de 2014

123 días

Durante los cuatro meses que vivió en Madrid, Laura y él sólo intercambiaron seis mails. Fue como un ping-pong. Él empezó y ella respondió. Una cifra despreciable e insólita para Laura que imagino que, estando lejos, el alivio que sería no tener que esconderse se viese desencadenado en pura cursilería y verborragia vía correo electrónico. Nada de eso pasó. Mientras ella veía esperanzada en su celular que había recibido un mail de él (seguramente escrito después de alguna clase) imaginaba un ''te extraño'' tal vez un ''cuando regreses deberíamos...''. Tampoco pasó.

Cuando Laura llegó a Lima, estaba segura que no lo vería durante los primeros días. Imagino que se reencontrarían al menos después de Navidad y Año Nuevo. Pasado el trajín de las fiestas lo más probable era que se vean. Perdón. Pasado el trajín de fiestas más una semana y dos días era probable que se encuentren. Y así fue. Acostumbrada a su natural frialdad, Laura tomó su: ''Veámonos. A las 8 en Che Santiago. No te me hagas la española'' como una invitación fresca y romántica, tal vez. 

Che Santiago es un restaurante pequeño y discreto en Miraflores. Pocas mesas y pocos chismosos. Eso es lo emocionante de salir con él: Laura se siente famosa. Esconderse, taparse y disimular a veces puede ser interesante. Sobre todo cuando van a verse después de cuatro meses y las miradas escrutadoras se extrañan. Eso fue lo que pensó Laura mientras entraba al restaurante... ''hace meses que no me siento tan observada y... culpable''.

Ella llegó primero. A veces es estrategia y otras veces, como esta, es casualidad. Laura se sentó en una mesa cerca al bar y pidió una copa de vino rosado. Laura se sentía elegante. Laura se sentía... emocionada... y más aún cuando lo vio entrar. Oh, la camisa celeste. Tan suya. Él sonreía mientras se acercaba. Laura se paró inmediatamente, se acercó y lo abrazó. Él respondió al abrazó con más fuerza, separándola un poco y dándole un beso en la frente. 

-Estás más flaca -dijo él 
-Ya quisiera... 
-No, en serio, ¿mucha paella?
-Eso es lo menos apropiado que puedes decir
-Estar acá es lo menos apropiado.

Es casi imposible que Laura pueda ganar una conversación porque con él cada palabra es un dardo. Pero a las batallas las alivia su sonrisa. Imposible resistirse cuando sonríe de lado. Él la invitó a sentarse. Pidió más vino y una parrilla para dos. Laura le contó de la universidad, de Madrid, de sus noches, sus días, lo increíble que fue París y lo mucho que planea viajar. Él sólo la miraba hablar; riéndose de vez en cuando mientras intentaba cortar la carne. Cuando ella terminó de hablar, él le contó sobre sus clases y su trabajo. Tres copas de vino después, Laura cayó en cuenta de que no faltaba mucho para despedirse. Él pidió la cuenta y se paró mientras Laura terminaba su copa. Él volvió a sentarse y miró el reloj.

-¡Ya! no puedo tomar tan rápido -le reclamó Laura
-¿Vamos al departamento?
-Vale -respondió Laura totalmente inconsciente.
-¿Vale? No te puedo creer. 
-Perdón.. es desesperante pero es lo que más rápido se pega.
-No te disculpes. Trataré de no burlarme... tanto.

Cuando entraron en su carro, Laura, desde el asiento de copiloto, se dio cuenta de las razones por las que había extrañado Lima. Las luces de noche, el olor a mar y tantas otras cosas inexplicables pero presentes y perceptibles. Barranco es aún más lindo. Por la calle donde él vive casi nunca hay nadie. Después de los chistes en el estacionamiento del edificio y alguno que otro bostezo en el ascensor, la puerta se abre directamente en su piso, a la sala. Nada ha cambiado, por supuesto. Él se adelanta hasta donde está el equipo de música y todo, de repente, es como una película. Saca un cd de un cajón y tapa la portada con una mano.

-¿Quién es? ¿Qué te pasa? -se ríe Laura
-Yo te dije que no podía caer tan bajo pero el inicio de una canción es impresionante -se excusa él.
-¡¿Quién es?!

Él saca el disco de la caja y lo pone en el equipo. Pasa canciones hasta llegar a una a la que pausa inmediatamente. 

-Por favor, no pienses en la letra. Porque no es verdad y ya me conoces -dice él
-Ya...
-Baile conmigo, madrileña.

Reanuda la canción y Laura capta el mensaje. ''Y sólo se me ocurre amarte'' de Alejandro Sanz. Una parte de ella se ríe porque es verdad, lo conoce y entiende por qué le dijo que no piense en la letra. Eso de no hacerse dramas demás parece irle funcionando bien porque ni bien empieza la música lo olvida. Laura le da la mano y la pone en su hombro. Los primeros segundos son gloriosos, para bailar y para detener un momento. Empiezan a bailar y cuando él le da una vuelta y la jala contra su camisa celeste, Laura lo sabe: esto no es romántico y ni siquiera sabe si quiere que lo sea... esto es ser feliz por un momento. Él sube el volumen considerablemente (por usar una palabra elegante) Empiezan a cantar, empiezan a gritar. La letra no importa, no significa nada para ellos... las risas sí








''No existe un corazón que lo resista 
Porque si lloras quiero que mis ojos 
sigan cada lagrima tuya
y hasta que la pierda de vista''







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''Detrás está la gente''