1 de mayo de 2014

El factor Nadine

Era octubre y era de noche. Faltaban, no sé, tal vez 30 minutos para que comience el concierto de Soledad Pastorutti en Lima, exactamente en el Círculo Militar de Jesús María. Me acomodé en la primera fila -que conseguí gracias al empeño de ir a las nueve de la mañana a comprar mi entrada- y noté que esta fila estaba separada como por unos 30 centímetros de la segunda. Me pareció raro. Pensé que tal vez era un reconocimiento a los fanáticos de La Sole. Pero no era así. La primera fila de la sección de la derecha -yo estaba en la izquierda- no estaba adelantada como la mía. Me pareció aún más raro. 

Empezó el concierto con el genial William Luna. Su recital duró unos 45 minutos. Después seguía Lucho Quequezana -el otro telonero-. En el intercambio de instrumentos y descanso para que comience el segundo show, noté un poco de movimiento en la entrada a la zona en la que yo estaba sentada. De pronto había dos hombres enormes vestidos de negro y con una especia de walkie talkies en los bolsillos a mi costado. Cogieron la silla vacía que estaba a mi lado y la limpiaron y acomodaron perfectamente. Era un asiento que estaba justo en la esquina de donde terminaba la primera fila de la sección izquierda y empezaba un pequeño espacio hasta la primera fila de la sección derecha. 

No entendía nada. Los dos hombres se fueron pero sólo uno  regresó a los cinco minutos. Estaba vez se me acercó directamente. Ehh, señorita, si nos hiciera el favor de sentarse en la segunda fila, hay un asiento para usted. ¿QUÉ? Esos dos monstruos de dos metros de alto me pidieron que renuncie a mi primera fila y me siente en la segunda. No tenía sentido. ¿POR QUÉ DIABLOS ME MOVERÍA DE ASIENTO SI ESTOY EN LA PRIMERA FILA? Ehh, sí, señorita, lo que pasa es que en esta fila se va a sentar la Primera Dama, la señora Nadine Heredia. Me sorprendí, no diré que no. Volteé hacía atrás a ver en donde exactamente quería que me moviera el tipo enorme. No era lejos, pero era injusto. Algunas personas que habían escuchado lo que me había dicho aquel señor -me acuerdo especialmente de una amable pareja argentina- me gritaban cosas como: ¡no te muevas!, ¡qué tal raza!, ¡quédate ahí! y varías cosas más. En efecto, no quería moverme. Era la primera vez que vería a Soledad Pastorutti en concierto y no pensaba moverme de la primera fila. Disculpe, señor, pero así como la Primera Dama, yo también he comprado la primera fila y no voy a moverme. Lo siento. No creo que la primera dama haya comprado la primera fila pero verdad fue que pocas veces he dicho algo tan firme en mi vida. Pero era injusto lo querían que haga. No importa si eran sólo unos pocos centímetros de diferencia, se trataba de un concierto, un evento público de entretenimiento donde no deben hacer distintos tratos.

Dos minutos antes que comience el show de Lucho Quequezana, entró la Primera Dama al recinto con una sonrisa gigante y saludando a la gente. Se sentó a mi lado y me sonrió. Seguramente los tipos enormes le habían contado que me negué a que se apropie de toda la primera fila. Y se sentó. Cada veinte segundos recibía una llamada en su celular y cada 45 segundos recibía una llamada en su otro celular. En total eran tres. El ultimo nunca sonó. La Primera Dama habló con una mujer al teléfono, de esto estoy segura, pero no recuerdo el nombre. Ella le preguntaba a la mujer a qué hora comenzaría el concierto de Soledad, que ya se quería o tenía que irse. Terminó el show de Quequezana y con las mismas galas en que se sentó, se fue. Estuvo mas o menos unos 30 minutos, si no fue menos. 

Después que me desprimeradamanicé, no sabía exactamente que había pasado. Estaba confundida. No sabía si había sido el mismo Presidente el que se había sentado a mi lado, la reencarnada Princesa Carolina de Mónaco o la Reina de Inglaterra. Todo fue confuso pero el poder que emanaba esa mujer de no más de 1.55 de estatura y flaquita como un palillo me aclaró. Qué loco, pensé y pienso ahora. Eso fue hace tres años, en 2011.... a cuatro meses de haber asumido la presidencia su esposo. Hoy, la idea de que la Primera Dama hace y deshace y nos gobierna, se acerca más a la certeza. Está más cerca a la verdad que lo que estuvo la segunda de la primera fila de ese concierto. 





''Eras igual a la Bardot en el Paris Theolonius Monk 
más imposible que la Cantilo y la Kate Moss'' 


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''Detrás está la gente''