16 de julio de 2014

A 1880 kilómetros

Estoy en Colombia. Y en los solo seis días que llevo acá he presenciado todas las estaciones del año. Es mentira eso de que una cosa así solo pasa en Lima. No es cierto. Bogotá me ha dejado sin palabras. En solo 15 minutos puede llover, quemar y hacer frío... o todo eso pero mezclado que es aún más increíble. Me quedo en casa de un amigo que ahora, cada día que pasamos juntos, lo siento más como un hermano. Lo conocí en Madrid y fue de esas personas que quieres tener en tu vida para siempre... el aquí con entre puro bosque, árbol, cielo azul y yo con mi Lima gris y de concreto. 

Mañana me voy a Cartagena y tengo la sensación de que en una ciudad caribeña y menos montañosa que Bogotá la gente será incluso más amable y feliz. Es alucinante. Aquí la gente es feliz. En las tiendas, las personas además de decir ''gracias'' te desencajan la fría cordialidad limeña con un: que estés bien. Aquí la gente baila, y no solo reggaeton y salsa. He visto a chicos de mi edad, si es que no eran menores que yo, ''empilarse'' más con ''La pollera colorá'' que con una canción de Daddy Yankee. Cumbia, salsa, mapalé. Todos bailan y no hay excusa. Los chicos bailan y lo hacen divino... camisas, pantalón, elegancia y simpatía. Bogotá es una ciudad feliz... o eso es lo que he sentido desde que pisé el aeropuerto.

Hay gestiones públicas que yo creo que harían de Lima una mejor ciudad. Hay gestión, hay verde, hay felicidad, amabilidad. Hay Bogotá. Por lo menos hasta el próximo miércoles. Y yo hasta aquí, que mañana no será ni Bogotá lluviosa, ni Lima gris... será Cartagena azul.





''Me gusta el olor que tienen la mañana 
me gusta el primer traguito de café (...)
sentir como el sol se asoma en mi ventana 
Me gusta escuchar la paz de las montañas 
mirar los colores del atardecer.'' 







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''Detrás está la gente''