16 de febrero de 2012

Sin restricciones

Hace algún tiempo, me pregunté cómo me sentiría si un hijo/hija mía me decía que era gay o lesbiana. Y no me alarmé. Si me pasara eso, no le reclamaría nada. Lo apoyaría incondicionalmente y no dejaría que se sienta menos que nadie. Pero, la verdad, hubiese preferido que no pase. No hubiera podido soportar los prejuicios, maltratos y desplantes que, probablemente, sufriría en esta sociedad hipócrita e intolerante que en lugar de cambiar, empeora.

Tal vez mi actitud en ese momento fue muy cobarde. Algo sobre protectora pero, sobre todo, cobarde. No dejar a una persona ser lo que siente que debe ser es no dejarla vivir. Y en el mismo momento en que me arrepiento de haber pensado de esa manera, me alivia saber que muchos dejaron el miedo atrás.

Fue en mayo de 2009 que algunos estudiantes decidieron organizar el primer kiss-in ("besatón") en la Plaza del Trocadero de París el 7 de junio, con muy poca convocatoria delante de los sorprendidos transeúntes. Pero gracias a la difusión a través de blogs y otros medios, el evento no pasó desapercibido. Así, en ese mismo año se lograron realizar tres eventos: el primero en Dijon, el segundo en una decena de ciudades francesas y el tercero en más de 20 lugares de Francia, en Bélgica, en Suiza, Canadá, Australia y Perú.

En nuestro país, "El Día de la Dignidad LGBT" recuerda los incidentes ocurridos hace un año, el 12 de febrero de 2011, cuando la policía atacó brutalmente a un grupo de activistas de "Besos contra la Homofobia", pero, sobre todo, busca reafirmar los derechos que como ciudadanos y ciudadanas tienen las lesbianas, gays, bisexuales y transexuales y, en particular, su derecho a las expresiones públicas de afecto.

Y como se pactó, el domingo 12 de febrero de 2012 se reunieron en la plaza de armas decenas de personas para expresar y demostrar que son tan iguales y con los mismos derechos que un heterosexual. En medio de música, baile y muchos besos, los activistas pudieron disfrutar, aunque sea por un momento, de un derecho que jamás se les debió negar, algo que para personas heterosexuales es algo completamente normal: demostrar afecto. Por supuesto, hubo reacción. Algunos curiosos, unos cuántos medios, pero sobre todo, intolerantes y más intolerantes. En uno de los reportajes que pasaron en la televisión sobre el evento, un energúmeno gritaba: ¡pervertidos!, ¡los gays son pervertidos! Como si la perversión y la maldad distinguieran entre modos de sentir y vivir… hay de todo. Pero más indignante que la intolerancia misma, es la intolerancia en unión con la indolencia, la discriminación y la hipocresía. Unos pasos más allá de donde se encontraban los activistas, un grupo de personas frente a la Catedral y dándoles la espalda a los asistentes a la plaza, rezaba y pedía, seguramente, por esas almas descarriadas.

Parece que algunas personas aún piensan que los LGBT pueden curarse con alguna hierba medicinal o con una que otra oración. La hipocresía. Saber que el representante de Dios en la tierra, el Papa, ha dicho que la pedofilia era normal en ciertos tiempos y creer en una institución, empresa, agencia o como se llame en realidad el Vaticano, que defiende y encubre un preocupante número de abusos.

La opresión es algo que no debe pasar. Una pareja heterosexual tiene todo el derecho de darse besos y abrazos en el paradero, restaurantes, bares, veredas, pista, y en todos los sitios donde se imaginen. Pero una lesbiana no puede darle un beso a su pareja porque le ponen la cruz. Una cruz manchada ya, por cuestiones diferentes a la libre expresión de cariño y de cómo vivir.

''Porque uno es más auténtico cuánto más se parece a lo que soñó de sí mismo''


Todo sobre mi madre (1999)
-Pedro Almodóvar.

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