19 de julio de 2012

La ensalada de Laura



Laura ha preparado una ensalada. Es lo único que puede hacer en la cocina con cierta destreza. Hace unos meses la hacía sin ningún problema y con todo el gusto del mundo. Pero el último fin de semana, la preparó porque sí, porque había que comer. No es lo mismo. Cómo dicen las mamás, todo sale mejor cuando se cocina con amor. Bueno, la mamá de Laura dice eso. En conclusión, sin amor y sin razón, la ensalada que Laura preparó el último sábado no tiene ningún sentido. 

Es increíble cómo la energía que se tiene, sea mucha o poca, puede canalizarse en cualquier cosa que se intente hacer. Cuando las cosas se adhieren a las personas se vuelven dolorosas y se adjuntan. De ahí en más, es inevitable evocar una cosa sin recordar a una persona. A Laura le sucede eso con, básicamente, todas sus cosas. Pero esta vez fue una ensalada.

Entonces está Laura, convencida de ser una persona madura ya que pretende mezclar productos que irremediablemente se convertirán en el recuerdo hecho comida saludable, enfrentada a los fideos, la sal, el aceite, el tocino, el jamón y la mayonesa. Si, usar las palabras "comida saludable" líneas arriba no fue lo más adecuado. La ensalada que tanto hace recordar a Laura es pura grasa, colesterol, harina y demás. Pero era su ensalada.

Hay que empezar. Hervir el agua. Esperar mirando como absolutamente ninguna burbuja aparece. Antes, Laura esperaba escuchando canciones de Chayanne. Y bailaban y se reían. Poner el aceite y la sal. Laura recuerda, porque era inevitable, que continuamente se olvidaba de ponerlos. Esta vez no se olvido. Fideos de colores. Los echa para que se ahoguen, se lo merecen por recordarle tantas cosas. Laura ya no se preocupa por si exagera en cantidad (porque Laura es una "exageradora" nata). Escurrir los fideos siempre le aburrió así que no hay problema con eso. El jamón ya esta cortado. Ella los cortó antes porque esa siempre fue su labor. Sin embargo, el tocino la mira con malicia. -Sabes que tú no puedes cortarme, Laura, lo sabes-. Es en las simples cosas que uno puede develar caracteres. Laura cortaba el tocino o muy chico o muy grande. Lo cortaba muy emocionalmente y sin parsimonia. Es que no era su trabajo. Laura, si estas leyendo esto, acéptalo: había alguien que en su adorable equilibrio lograba cortar el tocino y hacerlo feliz en su rojo y grasoso esplendor.

Como ya no hay que dividir mayonesa, ni fideos ni jamón ni tocino (ni nada, en realidad), Laura mezcla todo y piensa que ya terminó lo peor. Cuando empieza a comer se da cuenta que ni siquiera sabe qué es lo que esta comiendo. Mira su ensalada, se ve igual que siempre. Pero sabe como a ninguna vez. Así es todo para Laura. Todas son cosas, papeles, sonidos. Todo es significante pero no significado. Una ensalada parece algo simple pero no siempre es así. Para Laura no lo es. Las cosas más cotidianas y aparentemente vacías pueden ser la que nos recuerden y destruyan. Laura sabe que no puede evitar cruzarse, chocarse, encontrarse, mirar, oír (¡vivir!) cerca de todos estos estos objetos y situaciones con doble intención. Pero a veces las enfrenta porque tiene que, no por ser una heroína. Laura está un poco lejos de ser una heroína. Por el momento, tuvo que hacer una ensalada que le disparaba memorias como proyectiles y se enfrentó a ese malvado tocino que sólo le recordó que su dominador y cortador no está más y que así, lejos de ella, las ensaladas de fideos nunca serán las mismas. Porque uno se cree que a las simples cosas las mata el tiempo y la ausencia. No siempre.



''Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas
lo mismo que un árbol en tiempo de otoño muere por sus hojas
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón''




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