9 de agosto de 2012

El último trago de Chavela


No siempre escuché a Chavela Vargas. Es más, recién hace algunos meses que empiezo a tratar de entender y escuchar su grandeza. Pero hay algo que es cierto: cuando la escuchas, es ella quien te domina. Si Chavela ya no está en el boulevard de los sueños rotos, nos queda su legado. Cada vez que tengamos un nudo en la garganta por un desamor, por alguna tristeza, por la desolación, la soledad o la extrañeza, está ella para destruirnos aún más, hundirnos en nuestra propia realidad y a través de su voz desahogar nuestras sensaciones.

Hace unos meses, Chavela me enfrentó en el último asiento de una combi. Había puesto, unos días antes, una canción suya en mi mp4. Eran esos días muertos para mí. Mi cabeza recostada de un lado en la sucia ventana del micro y mirando qué rápido pasan los autos, las casas, las veredas, mirando la nada. Se acaba una canción y comienza otra. No la reconozco al principio pero unos segundos después, unos acordes desesperanzadores, ahogados y verdaderos. Chavela me venció. Lloré hasta el cansancio en el fondo de una combi, secándome los ojos con las manos cada segundo, pensando en mi ángel, en él, en ti. Esa sensación de ser parte de una película. Chamana, nos destruyes por momentos. Pero luego nos levantamos. Nos incorporamos con la certeza de haber dejado el sentimiento y pensamiento en esas lágrimas.





Chavela, ojala que te vaya bonito donde estés, con José Alfredo, Frida y todos tus excesos. Disculpando el atrevimiento, mi tributo con la canción que me noqueó (como a otros, seguramente). Para ella y a quien le siente. Paloma Negra. 








porque hay momentos




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