20 de septiembre de 2012

El Perú no es el Campo de Marte


¿Qué decir de Mistura que no se haya dicho ya? Ser uno de los temas más tocados, sino el más tocado de estas semanas, lo hace predecible, aburrido, más de lo mismo. Debe ser por eso que no sé que más escribir ahora. Pero he decidido darle un descanso a los posts sinceros y llenos de demonios (los míos).

No me gusta Mistura. Algo duro. Me siento la nueva Ivan Thays. Pero, en este caso, no es que no me guste la comida peruana. Me gusta, pero no toda. Me gustan más las pastas. Me gusta el ceviche, pero sin mucho ají. Me gusta el lomo saltado, pero sin cebolla y sin tomate. Me gusta la causa, pero sin muchas verduras y de atún. Me gusta la mazamorra, pero sin frutas. No me gusta el arroz con pollo, el ají de gallina, la chicha de jora, ni nada que tenga que ver con partes explicitas de animales y, perdón, pero jamás comería suri. Es que no todo nos puede gustar. Vamos, es imposible. La comida peruana será, para miles de miles, lo máximo. Pero no nos puede gustar a todos, incluso siendo peruanos. Sí, la comida peruana esta empezando a ser reconocida internacionalmente, eso es verdadero, pero lo mismo sucede con la mexicana y la francesa, un clásico que sigue vigente.

Definitivamente, hay algo extraño cuando defendemos nuestra gastronomía como eso, "nuestra". Sin pensar que, al menos la comida que tanto se promociona en diferentes partes del mundo y hasta en muchos de los restaurantes más representativos (y caros) de Lima, es una fusión alucinante entre muchos países que desde hace muchos años influyeron no sólo en nuestra comida, sino también en nuestras costumbres. Por ejemplo: China, Italia, España.

Hace unos días fui a Mistura para encuestar a los transeúntes y "comensales" (que es como se le debería llamar ahora a todo peruano caminante en las calles ya que aparentemente nuestra comida es nuestro verdadero "yo"). Tráfico, desorden, colas eternas, peleas, revendedores, colados, taxis cobrando lo que se les da la gana, humo, contaminación, basura y polos de Marca Perú. Sí, la peruanidad es una marca, una publicidad, un volante de promoción que hay que pisotear y ensuciar con la excusa de que con la comida se hace patria. Es un comienzo, sí, pero no lo es todo.

Sin embargo, sé y entiendo que Mistura es una gran vitrina para muchos que recién comienzan, es trabajo, es oportunidad. Lo sé. Pero no es todo. Mistura no es el Perú. Nuestra verdadera mixtura está adentro y fuera del Campo de Marte, está en esa salchipapa que comes en la esquina de tu casa, en la señora que vende anticuchos toda la noche, en Marcelo’s, un huequito donde compré leche de tigre después de viciar mi voto. Está siempre, en todo lugar, en todo momento. No hay que olvidar eso. Que Mistura, la feria gastronómica de los domingos en tu distrito, el menú en el mercado, el puesto de emolientes y tantos otros, son un elemento más de todo lo que hace espectacular y hermoso el ser peruano. Que no sea sólo la foto, el check-in, la entrada, la foto de Gastón. Que sea la historia del hombre o mujer que te vendió un plato de comida en Mistura o en algún otro sitio en nuestro loco país, que sea su fusión, nuestra mezcla que es más importante que cualquier plato. Eso es lo que es Perú: mixtura, no sólo Mistura.



''Hoy nuestro canto crece,
es nuestra esperanza
 
nuestro país renace,
como tribu en las cumbres''
 





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