4 de octubre de 2012

En un café (y no fue casualidad)


Una vez más, Laura tiene sensaciones desordenadas y alteradas. Una vez más, ha visto algo que le dolió mucho entre todas las cosas que le duelen mucho. Cómo pueden doler las cosas, se pregunta. Cómo sólo el ver te duele, el acordarse duele y el desprecio duele. Eso siente. Desprecio, olvido, indolencia, desconsideración. Qué rabia, piensa, por un lado. Qué injusticia, piensa por el otro. Tiene muchos lados y muchos pensamientos.

Laura siempre ha creído, desde que se ha visto caminando sola, que no tiene nada que no merezca. Pero no cree haber sido tan mala. Hay cosas que ella pensó que aquel que le provoca todo ese sufrimiento, había entendido, había aprehendido de ella. Ya no lo cree así. Al menos en ese momento no. Laura está ya agobiada de tanta sensación, tanta idea. ¿El que le provoca ese sufrimiento? El ángel más bueno del mundo, sí, pero es por él por quien sufre. Por lo que hace y no sabe que hace, por lo que provoca y no sabe que provoca. Por todo.

Es viernes y es de tarde. Son las 2:30, calcula, porque su reloj está adelantado 5 minutos (intencionalmente en busca de puntualidad ante todo). Mira como la pintura de ese reloj falso que compró en Polvos Azules se va cayendo. Yo le dije a mi papá que no me compre ese, piensa. Como nunca, Laura se ha quedado en la universidad haciendo poco más que nada. Camina como quien da mucho rodeo al asunto, camina mucho para llegar a cualquier lado. Quiere llenar su botella de agua. La llena. No sabe por qué se está quedando. Se sienta en un lugar que ella antes llamaba ‘’secreto’’ donde corría un viento criminal y donde, por masoquista, le gusta sentarse. Mira arriba y no hay sol como la última vez que estuvo ahí, un poco más feliz que en ese momento, está gris el cielo. Mira su celular, chequea Twitter, no hay nada interesante. Abre Facebook y se siente muy estúpida por ponerse triste viendo algo. Pero se siente triste. Lo que ya dije: desprecio, olvido. Si una persona supiera el dolor que causa en otra, todo sería distinto a como es. A nadie le gusta hacer sentir mal a alguien, no debería ser así.

Laura reacciona y se da cuenta del lugar donde está sentada. ¿Por qué ese lugar? ¿Qué le pasa? ¿Por qué va ahí? Llora. Se seca las lágrimas pero siguen saliendo y es desesperante. Cierra los ojos como queriendo dormirse pero llora más. Laura se pregunta cuándo terminará todo esto. Siempre se lo pregunta. Unos segundos más de lágrimas y se incorpora porque había estado echada. Se tapa la cara con las dos manos, respira profundo, guarda sus cosas. Se pone el bolso al hombro, empieza a caminar, se da cuenta que son las 3:10. Resuelve que es momento de irse.

Antes había dicho que los recuerdos atacan a Laura en cualquier momento y le disparan. Eso pasa siempre. No ha dejado de pasarle. Y como un mareo, le toca en la cabeza y vuelve a llorar. Es agotador estar así, es verdaderamente cansado. Pero no se quita, dice Laura, por el momento es así. Camina más y vuelve a llorar. Siente que la miran. Se acomoda el pelo para atrás. Como ya no usa ganchos, es más fácil hacerlo. Se siente mal y triste, le molesta caminar, le incomoda la ropa, el bolso le pesa demasiado. Anda débil. Pero anda, y eso es lo importante.

Se toca la cara como si intentara sacarse pintura, la pintura más cristalina que alguien pueda tener en el rostro. Y lo ve. Lo ve bajando las escaleras, cargando un maletín, acomodándose el pelo él también. Laura piensa que necesita palabras sencillas, necesita alguien que le haga sentir lo tonta qué es por ponerse así. Ella sola no puede, todo para ella es en serio, todo es demasiado importante.

Quiere acercarse y empieza a caminar hacia donde está. Pero él camina más rápido. Laura ve que se detiene en el cajero y que, sin duda, está sacando plata. Se acerca por atrás y ni siquiera lo saluda.

-¿Puedo hablar contigo?

Él se voltea. La mira, levanta las cejas.

-¿Te sientes bien?

Laura piensa que él está a punto de tocarle la frente a ver si tiene fiebre porque ha usado el tono de voz de un médico.

-¿Puedo hablar contigo? - repite Laura.
-Podemos, podemos – dice – Pero no ahora. ¿Qué podrías decir estando así? – sigue y empieza a guardar la plata en su billetera.

Laura resopla y sigue…

-Estoy cansada y en serio…

La interrumpe.

-¿A las 9? Por Barranco. Hay un café que se llama La Posada del Ángel, por La Estación.
-Ahí no – grita Laura.

Fue rara esa sensación. Fue casi como una repulsión a algo, una alergia. No podía ir ahí. Sabía de qué sitio hablaba.

-Entonces al otro. Hay otro – vuelve a sugerir él.
-Ya, ese.

Él se despidió y Laura se despidió. Las palabras sencillas llegarían más tarde. Camina hasta salir de la universidad con ese miedo de siempre de encontrarse algo, alguien, lo que sea que le dispare de nuevo. Casi se olvido por completo que a las 9 tenía que estar en Barranco. Llega a su casa, saluda a su mamá, a su hermano, deja sus cosas en la esquina de su cama, se echa y se abraza a sus almohadas. Después de un rato prende el televisor, ve Friends y se queda dormida. Esos momentos son los que valen, dormir es la plenitud para Laura porque está segura.

Se despierta a las 7:30. Se acuerda que había quedado con él a las 9 en un café. No se cambia de ropa, sólo se abriga más. Dice que va a salir y sorpresivamente nadie le dice nada. Todo el camino hasta Barranco escucha música en su mp4 con la cabeza pegada a la ventana y en ciertos momentos se pregunta si de vieja tendrá problemas de oído por tener los audífonos todo el día en las orejas.

Se baja justo en La Noche y camina hasta donde estaba el otro café, la otra sucursal. Ni siquiera sabía la ruta. Laura nunca se ha caracterizado por su sentido de orientación. Sólo trató de adivinar, preguntó a una persona y como sea, llegó. Justo en ese momento ve cómo él está estacionando su auto. Laura se queda parada y lo saluda levantando una mano. Entran no sin antes observar alrededor. Laura se siente un poco famosa.

Se sientan en un lugar apartado en el segundo piso. Les dan la carta y él dice que todavía no. Qué pena, piensa Laura, porque tenía hambre.

Él junta sus manos y las pone sobre su boca, después comienza a hablar:

-Entonces…
-Entonces, me llega ponerme así – dice Laura
-Te llega
-Me llega

Segundos después nada más, ella entendió que él sólo se estaba burlando de la forma en cómo decía ‘’me llega’’

-¿Cómo crees que está tu contraparte? – le dice él.
-Bien, pues. ¿Cómo más va a estar? – responde Laura.
-Define ‘’bien’’
-Bien, pues. Bien.
-Te vas por la definición popular de ‘’bien’’
-Si, porque es más fácil.
-Entonces tienes un problema
-Varios y eso es ridículo
-Es natural porque es ridículo
.

Y esta primera conversación fue así. Muchas definiciones de palabras, frases, ‘’me siento así’’, etc. Hasta que llega el vino.

-Deja de decir ‘’superar’’ – le reprocha él - ¿Qué vas a superar? ¿Quieres estar encima de qué?
-O sea, estar mejor que esto – trata de explicar Laura
-Yo te veo mejor
-¿Mejor que, qué?
-Que tus días con la cabeza en la mesa llorando y con los brazos estirados así como una ‘’muertita’’ – dice él y lo dice con acento, eso a Laura le da risa.
-Eso fue hace unos meses ya
-Y en unos meses más te reirás de que ‘’te llegue ponerte así’’ ahora.
-Ay, al final me dices lo mismo que todos.
-Con la diferencia que yo no me lo estoy tomando en serio para nada y tampoco me das pena.

Laura se echa para atrás, cómo el hizo también unas semanas antes, abre los brazos como esperando que caiga algo del techo, lo mira, abre mucho los ojos y le dice: ¡¿QUÉ?!

Y él se ríe mientras se sirve más vino.  Y A Laura le da risa que él se ría. Y se ríen mucho, muchísimo.  Y piden una pizza. Y piden que pongan algunas canciones. Y entonces él pide que pongan ‘’Loco’’ de Calamaro. Y Laura le pide que por favor no la pida, que le hace mal. Él le responde que la va a pedir igual. Laura mira a los lados preocupada. La ponen. Y mientras ella intenta concentrarse en no recordar que va a recordar, lo mira directo y lo ve ahí con el pelo sospechosamente castaño y cayéndole por la frente, con un saco azul que parece incomodarle porque se lo quita en ese momento y se queda con una camisa celeste con rayas blancas y delgadas. Ve cómo empieza a moverse como Calamaro en el video, cómo se le acerca e intenta cogerle el cuello con el mismo ademán de Calamaro cuando dice ‘’instinto asesino’’ en la canción. El mismo ademán. Laura retrocede, se asusta pero se ríe. Ella empieza a recordar el video de esa canción y se sorprende cuando ve cómo él lo parodia y hace los mismos gestos.

Y son esos momentos felices, porque fue un momento feliz, en que Laura súbitamente olvida lo gris que se ha vuelto todo. Y  así pueden llegar muchos recuerdos y dispararle a quemarropa pero no costarán lo suficiente para tumbarla. Al menos no en ese momento. Será sólo un viento frío. Ya luego regresará a la rutina y seguramente, uno que otro proyectil recibirá, tal vez varios. Sólo espera que sean menos intensos cada vez.




Los gestos del video son los gestos que Laura vio.

''hoy estoy down violento,down radical 
pero tengo aprendido el papel principal''





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