18 de octubre de 2012

Mecánico y automático


Ya no sólo era cuando dormía que Laura, súbitamente, estaba tranquila. Ahora, podía sentirse tranquila y sin pensar demasiado cuando estaba con él. Al menos eso creía ella cuando decidió, por fin, decirle a esta persona lo que le estaba sucediendo en paralelo a sus propios demonios y, además, ordenar y aclarar lo que estaba pasando ya no sólo con ella, sino con los dos.

Entonces estaba decidido. Sólo tenía que esperar otro encuentro casual. Porque no tenia su número ni él el de ella, porque jamás quedaban en verse y nunca, pero nunca, podían estar demasiado tiempo en el mismo lugar.  Entonces era probable que lo viera, seguramente, ese mismo día, en dos, la semana siguiente, indefinido.
Como es costumbre,  a Laura le pasan las cosas que piensa, será porque las atrae, será porque, como él una vez le dijo, su energía es tal que genera situaciones. No especificó qué clase de energía, vale aclarar.

Entonces pasa así: Laura está aburrida en una clase. Son casi las 2:00 de la tarde. El profesor no deja de hablar. Como nunca, se ha sentado en la última carpeta y de rato en rato, recuesta su cabeza en la pared y comienza a cerrar los ojos. Los abre enseguida porque su profesor le provoca pena. Soluciones, piensa, soluciones. Se para de inmediato y decide ir al baño a lavarse la cara. Sale del salón, cierra la puerta con cuidado y comienza a caminar mirando a los costados, tratando de evitar miradas, no sabe por qué lo hace. Y lo ve. Está ahí, parado, tomando un café y revisando su celular antiguo. Laura se queda paralizada, tampoco sabe por qué, se acerca un poco más y él se da cuenta de ella.

-El aburrimiento tiene rulos - le dice él.
-Es urgente que hablemos. Pero, así, urgente – responde Laura
-¿Y ahora?
-No, no es de eso, creo. Es otra cosa.
-Ahora es break pero siempre la terminó a las 2:15 o 2:20, ya sabes.
-Pero yo tengo que quedarme.
-Entonces espero.
-Es hasta las 3. 
-¿Estacionamiento?
-Ya.


Si algo le inquieta a Laura, es la manera en la que él puede sintetizar toda la expresión de su rostro, de lo que quiere decir, de lo que intenta generar, en pocas palabras. Y a Laura que le gusta hablar mucho, eso la desacomoda un poco.

A las 3 en punto, Laura sale de su salón y camina hacia el estacionamiento. Sólo quiere decirle algo y de ahí en más, lo que sea que venga. "Lanzar la bomba" 2da parte, esta vez es personal.

Sale de la universidad y empieza a caminar sintiendo el viento en su cara y, de paso, despeinándola. Sabe el lugar donde él probablemente ha estacionado su auto.  Lo ve. Va acercándose mirando hacia los lados, como él le ha pedido que haga tantas veces y se detiene frente a la ventana. Él, que estaba ordenando unos papeles, los deja en sus piernas y le abre la puerta. Ella entra cuidadosamente y de inmediato pone la mano en su mejilla para que no la noten. También es algo ensayado.

-¿Cuál es el drama? –pregunta él, otra vez con cara de médico.
-No me acuerdo de ninguno ahora. Pero si quieres que lo piense… – responde Laura ofuscada.
-Te vas a inventar uno o te esforzarás hasta recordar. Ya se acerca Noviembre, por ejemplo.


Laura sintió que quiso ofenderla. O, tal vez, quería volver a hacerla sentir tonta. Pero tenía razón y ella sabía que la tenía. Cayó en cuenta, entonces, que Noviembre venía así nomás, directo y sin escalas, que  tendría un ataque nervioso otra vez. Y así, como ya es costumbre, comenzó a llorar.

-Ya estoy cansada. Hay veces que no sé qué hacer, me desespera. Quiero dormirme y despertarme cuando todo me pase –grita Laura.

Pero él no responde. Sólo observa cómo Laura pone sus dos manos sobre su cara y se agacha. Y la escucha llorar, escucha cómo se queja, escucha los sonidos de alguien a quién le duele llorar pero que no encuentra otro remedio.

-Me siento tan… me siento como tirada, como algo que ya no sirve y que fue dejado de lado. Soy un desconocido. No sabes cómo se siente ser ignorado, en serio. –continua Laura con esa habilidad extraterrestre de hablar tanto mientras llora.

Laura sigue y sigue hablando, como intentando levantar la mano desde donde se ahoga. Él le jala el brazo presionando su codo y la abraza. Laura ahora puede ser más ella. Lo abraza también, le presiona los hombros, llora como desconsolada. Si alguien los vio, no importaba. Al menos no a ella.

Se separan por fin.

-Si eso era lo que me querías decir, eres una dramática – dice él volviendo en sí.
-Ah, no no, no es eso. –responde Laura mientras se seca la cara.
-Dime
-dnkjndskjfddwfwenjdnewodnednenewewdcwecewfbudcbuewdcfewcwfe y te lo digo en serio.
- Pensé que sólo era una vez que me lo ibas a decir
-Y, como la última vez, sólo es decírtelo.
-No creo que yo deba decir algo
-Sí… o sea, está bien.


Se quedan en silencio. Ven a unos chicos jugar fútbol y a algunas chicas en el gimnasio. Hay sol, el ambiente afuera es lindo, dentro del carro sólo es pura tensión. Era.

-Yo no creo que empezar a salir sea una buena idea

Laura voltea y lo mira avergonzada. Se quiere ir, no sabe  qué responderle. Hasta que pasa. Un momento de las películas, una revelación, como cuando el protagonista encuentra la solución cuando están a punto de matarlo.

-Yo no te he dicho "salir". Ni siquiera dije esa palabra

Jaque. Laura lo mira como esperando una respuesta y él no dice nada. Ella se siente ganadora. Pero el tenia palabras y, sobre todo, acento.

-Mira, ¿por qué no vas a tu casa? Y cuando estés mas tranquila, me dices y volvemos a hablar.

Laura asintió, miró para un lado y para arriba después, como suele a hacer cuando está molesta. Claro que se iría. Claro que pensaría. ¿Qué regresaría a hablarle?: No claro.

-Ya, sí, chau

Puso su bolso al hombro, sacó el seguro a la puerta, salió mientras se arreglaba el pelo, cerró la puerta y empezó a caminar. Cuando intentaba sacar su mp4, escuchó que una puerta se abría

-Laura

Ella se voltea y se acerca hacia donde está él: parado fuera de su auto y cogiendo la puerta con una mano.

-Te ves bonita después que lloras.

Y Laura no pudo responder porque él le dio un beso mientras le cogía la cara con las dos manos. Y ella ni siquiera tuvo tiempo para para sorprenderse porque estaban en el estacionamiento. ¡En el estacionamiento! Ahí mismo, Laura le cogió las manos a él y se las retiró del rostro.

Los dos entraron en el auto y se fueron. Laura necesitaba taparse la cara, ahora sí. Primero fueron a San Borja, Él firmó unos papeles, se aseguró que no tenía que ver a nadie ese día y volvieron a irse. Almorzaron "tensamente" en una cevicheria en La Molina mientras Laura pensaba, mientras lo veía comer, que siempre creyó que las personas como él no hacían esas cosas, que eran sumamente racionales y que  hacían y analizaban a todo menos a ellos mismos, no hacían cosas así, por sentirlo. La conversación de tías llegó después, cuando ya eran las 5 de la tarde y empezaron a dar vueltas por el Jockey Plaza. Y Laura se enteró de la relación de él con su papá, con su hermana, con su trabajo, con su profesión, con el hecho de ser tan ermitaño, como él mismo se dice. Y así, también, él se enteró de los últimos 3 años de Laura, de la comida, de sus ex amigas, se enteró que a Laura le gustaba cantar.

Cuando los dos miraron para el cielo y se dieron cuenta que ya estaba oscuro, eran las 8 de la noche. Cuando se dieron cuenta que habían seguido hablando en el estacionamiento del Jockey Plaza, eran las 9:30.

Él arrancó el carro y fueron por la Vía Expresa hasta Miraflores. Laura no decía nada. Llegaron al Parque Kennedy, comieron en el Haití. Peligroso. A las 10:30 empezaron a caminar y en una calle estrecha, escucharon cómo terminaba una salsa y empezaba una guaracha. A Laura, esas canciones le recordaban a su abuelo paterno. Y él vio como Laura se quedaba embelesada con el ambiente del bar Habana.

-Entremos, entremos –dice él adelantándose a la puerta del lugar.
-¿De verdad?


Se acomoda el pelo que brilla más castaño por la luces, le sonríe y entran. Se sientan los dos en la barra. Piden dos Cuba Libre.  Él terminó el suyo bastante rápido. Y mientras Laura seguía tomando el suyo, él la miraba con el ceño fruncido, como se dice.

-Drama queen, drama queen. -le dice él
-Ya lloré hoy, ¿no? Bastaaante. Qué roche –respondió Laura
-Mira, es que ni tu misma te entiendes ni sabes qué eres, ni que haces.
.No he dicho que sí, ah.
-Tienes etapas, como todos, ¿no? Pero también hay cosas en ti que no creo que se vayan. Hay personas sensibleras, hipócritas, lloronas pero superficiales. Tú eres demasiado sensible pero autentica. Lloras y es verdad. Eres muy frágil.
-No me doy cuenta
-Porque no quieres y eres necia pero esta bien. Imagínate si dijeras: soy tan auténticamente sensible. No, olvídate.


De pronto una canción hizo que varias parejas se levanten improvisando una pista de baile porque ese era sólo un bar. Laura sonrió porque le pareció algo muy divertido y escandaloso.

-¿Quieres bailar? – Preguntó él
-¿Tú bailas? –Preguntó también Laura
-Y bueno...


Si algo se ha de decir, es que Laura creyó que pasaría tremenda vergüenza porque asumió que él  no podía bailar. Era imposible. Hasta que se pararon y comenzaron a bailar. Ella no sabía cómo se bailaba esa música pero intentaba. Él bailaba mejor de lo que Laura esperaba y, antes que terminé la canción, él pagó los dos cuba libre y salieron del bar. Por una hora un poco más, Laura dejó de tomarse todo tan en serio. Ni siquiera el haber estado ahí, con alguien que no debería, le parecía tan grave. Al menos unas horas. Después pensaría en Noviembre y su amenaza.




La canción del final.

''... yo traigo el vetiver para el que no ve''



La canción del auto y del día.

''En este mundo de tristeza
yo quiero ser y nada más''












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