6 de marzo de 2014

Yo quiero ser una chica Almodóvar

La primera vez que estuve en un taller de teatro fue cuando tenia 11 años. Estaba en el colegio y me inscribí en ese taller porque el atletismo no era lo mío. Ni lo es. Definitivamente. Así que puse mi firmita inocente de niña en un papel y tenía que presentarme en el auditorio del colegio el siguiente lunes a las 4 de la tarde. Cuando llegó ese día, estaba muy nerviosa porque ya todos se conocían, el taller había empezado cuatro meses antes y yo me convertí en ''la nueva''. 

No eramos muchos, sólo siete personas: cuatro niñas y tres niños. Hacíamos ejercicios de improvisación que fueron los que más me gustaron. Intentábamos cambiar nuestras voces, mirarnos fijo entre nosotros sin reírnos, hacer monólogos y mientras todo eso pasaba, en la ultima media hora de cada clase, ensayábamos para presentar una obra de Navidad para la clausura del año escolar. Me sorprendí cuando mi profesor me dio el papel que más diálogo tenía junto al del protagonista. No me pareció justo porque de todos, yo era la que menos tiempo tenía haciendo el taller pero alimentó mi ego infantil increíblemente. No lo voy a negar.

Entonces un 20 de diciembre, estaba yo leyendo mi texto frente al espejo del baño del colegio mientras mis amigas y compañeras de salón se arreglaban para presentar un baile. Me sentí un poco diferente a ellas, a pesar que a mi también me gustaba bailar. Pero me emocionaba mucho más salir a actuar por primera vez. 

Cuando ya faltaba poco para empezar, fuimos caminando con todos los chicos del taller por detrás del escenario hasta llegar a un lugar en que no nos veía nadie. El profesor nos dijo que teníamos que estar tranquilos, que nos estábamos divirtiendo y casi sin darme cuenta, grité: ¡MIERDA! junto a todos y me sonroje un poco. ¡Tenía 11 años!

La segunda vez que estuve en un taller de teatro fue cuando tenía 12 años. Fue en el Museo de la Nación durante las vacaciones de verano antes de empezar la secundaria. La mayoría de los alumnos eran menores que yo pero aún así lo disfruté. Hicimos ejercicios diferentes. Usábamos mas el cuerpo y tratábamos de conectarlo directamente con la voz. Aprendí muchísimo.

Luego lo dejé por completo. Alguna vez, cuando tenía 16 años, pensé en estudiar teatro como carrera pero me desanimé por miedo. No me pareció un respaldo importante. Todavía estoy tratando de decidir si eso fue un error o no porque finalmente decidí estudiar periodismo y no me arrepiento. Aunque el teatro siempre fue una asignatura pendiente. 

El año pasado, estando en Madrid, decidí que cuando regresara a Lima empezaría proyectos propios, haría cosas que dejé de hacer. En resumen, me liberaría un poco más de lo que ya estaba. Entonces pasó. Unas semanas después de regresar, vi que en marzo empezaba un taller de teatro con Paul Vega en el Instituto Italiano de Cultura coordinado por La Plaza. Pensé en la universidad, en los horarios y todo eso. Pero terminé diciéndome que esta era la oportunidad, que si no lo hacía ahora no lo haría nunca. Y me inscribí.

Ya tuve dos clases y estoy estudiando un texto para la tercera clase. Haré mi primera escena y me intriga y emociona al mismo tiempo. No sé si quiera llegar a ser una actriz conocida o algo así. Lo único que sé es que, como dijo una mujer madre de familia de cuarenta años en este mismo taller, NUNCA ES TARDE PARA EMPEZAR A HACER LO QUE TE GUSTA. Aún si sólo tengo 21 años y lo aplacé por un buen tiempo. Ya era hora.




''Yo quiero ser una chica Almodóvar (...)
y no parar de viajar del invierno al verano,
de madrid a new york, del abrazo al olvido,
dejarte entre tinieblas escuchando un ruido
de tacones lejanos''


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