2 de octubre de 2014

Decisiones en una pirámide invertida

Desgrabar una entrevista es terrible, conseguirla es incluso peor… conseguir un número en los registros públicos, llamar, explicar cómo has conseguido ese número, pedir una cita, al menos a mí, me hace sentir la persona más acosadora del planeta. Antes me daba vergüenza incluso llamar, ahora simplemente me da miedo que acepten y la cancelen el mismo día, tal vez 10 minutos antes. Pero eso no es excusa, si dices que no pudiste hacer una entrevista, tu profesor, editor, jefe, etc., te preguntará por tu carta bajo el brazo… siempre hay que tener un plan B y lo más probable es que ese segundo plan cambié todo el rumbo del reportaje, crónica o nota.

Tener todo el material posible, ordenarlo, pautearlo. Eso no garantiza nada. El bloqueo es, más que un evento extraordinario, lo más común. Puedes estar minutos viendo una hoja vacía sin presionar una sola tecla. Cuando por fin sale la primera línea, la borras una y otra vez. Porque, evidentemente, si el inicio no captura lo demás no sirve para nada.

Editar. No sé si habrá un martirio más doloroso que este. Para algunos periodistas, que prefieren una hoja llena de borrones junto a un lápiz y que tal vez no hayan comprendido por completo al Word, un programa de edición –para un reportaje, por ejemplo- es como un gran laberinto que se forma y crece frente a nosotros. Nada es más estresante que esperar a que suba un video, que un botón equivocado borre todo lo avanzado y si es que después de eso logramos terminar, exportar ese reportaje se vuelve una pesadilla.

En los años que llevo en la universidad y durante el tiempo que han durado todos estos procesos: reportajes, ediciones, textos y entrevistas, me ha preguntado muchas veces si en realidad soy buena para esto o si disfruto hacerlo. La verdad es que mientras todo esto sucede es tanta la adrenalina y el estrés que se siente que no queda mucho tiempo para responder a estas preguntas. Pero cuando ves el resultado después de tanto esfuerzo, que incluye desde sueño sacrificado hasta malabares periodísticos de todo tipo, es cuando uno mejor se siente. No hay nada… NADA… más reconfortante que poner el punto final o ver un reportaje terminado.

Aún no soy periodista y después de haber vivido un poco más de experiencias en este último año, empiezo a preguntarme cada vez más si estoy segura de que esto es a lo que quiero dedicarme en los próximos años. Todavía no lo sé, mucho menos lo decido. Lo que sí sé es que gracias a la carrera que elegí y que ahora estudio, he conocido gente increíble con historias increíbles; desde actores hasta personas no públicas pero extraordinarias, he estado en lugares que muy pocas veces o tal vez nunca me imaginé estar y eso es lo que más satisfacción me produce.

Por eso me parece raro que me saluden por el día del periodista, porque con muchíiiiiiiiiisima de la experiencia que yo tengo –si no es más- existen muchos periodistas que se arriesgan día a día por contar, descubrir y difundir historias importantes muchas veces con presiones políticas y empresariales. Son muchos los periodistas peruanos que se han arriesgado mucho, unos encontraron la muerte y otros pasaron muy cerca de ella. Por los periodistas de Uchurraccay, Gustavo Gorriti, Ángel Páez… por ellos, que hacen que la labor del periodismo sean tan honorable. Por ellos que decidieron y deciden más y mejor que los que todavía ni empezamos.





''Ya ha corrido mucha agua debajo de este puente 
Me ha sobrado y me ha faltado inspiración 
Puede ser que suene muy desafinado 
Es que me desafina el corazón 

Vamos hoy a levantar la copa del amigo 
Necesito estar lo mas cerca que pueda de ti 
Y fundirme con tu espíritu divino 
Y sentir que, si, se puede ser feliz'' 








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''Detrás está la gente''