20 de noviembre de 2014

La libertad

Luis es español y vive en el Callao. Llegó al Perú hace tres años como turista y se quedó. A pesar de eso, lo que más quiere es volver cuanto antes a Huelva, su ciudad. El problema es que no puede. Sí, llegó al Perú voluntariamente y se quedó sin decidirlo. Hoy vive en un albergue para ex presos extranjeros donde no tiene mucho más que hacer que buscar algún trabajito y ver pasar las horas muertas. Luis no puede irse del Perú porque aunque ya salió de la cárcel, sigue pagando condena.

''Cuando me vaya, el Perú será como Atlántida: existe, pero nadie sabe ni cómo, ni dónde está'', dice Luis antes de soltar una sonora carcajada andaluza. Es lógico, tras pasar tres años en la cárcel, lo que más quiere este español es olvidar todo y cuanto le recuerde esta página tan turbia y absurda de su vida.

Porque Luis estuvo preso en Sarita Colonia pero no fue culpable sino víctima. Y durante tres años vivió el infierno de la cárcel en el Perú. Sus compañeros en el albergue lo confirman: presos que tienen las llaves de sus celdas, atracos, violaciones, asesinatos... una zona de alto riesgo donde los policías tienen palos y los reos granadas de guerra. Luis cuenta que en sus primeros días dentro del penal, no hablaba con nadie... no podía. ''Yo lloraba por todos los rincones y no me da vergüenza decirlo'', dice con una voz que tiembla igual que el brillo en sus ojos.


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Hace tres años, Luis, el marino mercante que ha recorrido el mundo cinco veces, desembarcó -si se permite la palabra- en el aeropuerto de Lima. A los pocos días de llegar conoció en la barra de un restaurante en Miraflores a un hombre y una mujer.  Eran pareja. Se frecuentaron durante algunas días y en el momento de la despedida, ella le contó a Luis que tenía una hija en Bilbao y que necesitaba enviarle ropa. ''Hombre, que si era ropa, yo tenía espacio de sobra'', cuenta Luis sentado en la biblioteca del albergue. La mujer le entregó un paquete y eso fue todo. 

Un paquete, ni más ni menos. A Luis lo detuvieron en el aeropuerto, lo llevaron a un cuarto, lo interrogaron y  un policía le demostró, antes de que se desmayara, que lo que tenía en ese paquete era ropa para niña, sí, pero rellena de coca.

Lo que vivió después este hombre pequeño, delgado y canoso fue una serie de humillaciones... lo desnudaron frente a su maleta, le quitaron todo el dinero que tenía y una cadenita de matrimonio de más de 3000 euros. Y nada de eso fue peor que lo siguió: no hubo juicio ni por casualidad... le dieron siete años y punto. Así sin más.

''A mi aquello se me vino encima'', dice Luis que no entendía de papeleo ni trámites. En el mar no existen ese tipo de transacciones. Y así cuesta creer que el hombre que hoy no puede dejar de gritar y gesticular su indignación, apenas hablaba durante sus primeros meses encerrado. Después de tres años en la cárcel consiguió la semi libertad, un término que se contradice solo. Uno es libre o no lo es... y Luis salió de la cárcel pero seguía encerrado.

La semi libertad es una especie de ''beneficio'' que reciben los presos por buena conducta o con sentencias menores. Esto quiere decir que pueden terminar de cumplir sus condenas fuera de la cárcel siempre y cuando firmen un registro mensual en el Poder Judicial. Esto no los exime de pagar la reparación civil que, en el caso de Luis, supera los 10 000 soles. Además de eso deben tener un contrato de trabajo. Una vez cumplido el tiempo y pagada la reparación, los presos extranjeros reciben una carta de expulsión del país, pero antes deben confirmar que alguien los espera en sus países y pagarse el pasaje, por supuesto.

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Luis no puede trabajar porque en España figura como jubilado. Intentó trabajar de albañil y de alguna manera lo supieron en su país -a través de los registros que lo señalan como preso en el Perú- y fue penalizado con 18 600 euros (más).

¿Cómo conseguirá el dinero? es una pregunta que no puede responder con precisión. Es que no hay nada que pensar. ''Yo aquí no aguanto cuatro años más, yo en cuanto pueda me voy por la frontera''. Solo le falta ajustar detalles porque está todo planeado.

La de Luis es una entre decenas y decenas de historias dentro de la Casa de la Esperanza Migrante, dirigida por la hermana Mercedes López o simplemente la hermana Merche, que llegó al Perú en 1981 sin imaginar que más de veinte años después, convertiría una casita sencilla del Jirón Cahuide en La Perla en el Callao, en un albergue para aquellos extranjeros que, en un país desconocido y por errores en los que a veces uno se ahoga, buscan esperanza y la manera de poder ser, por fin, libres.






''Quisiera tener alas para volar, 
cruzar por el espacio en libertad. 
En libertad, como los pajarillos 
que nadie me pregunte: ¿a dónde vas? 

Camino sin fronteras quisiera ser,
Quisiera ser, sin prisa ni motivo para volver'' 







1 comentario:

  1. Feliz Cumpleaños! Un abrazo :)

    Si la rutina te aplasta dile que ya basta de mediocridad.

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''Detrás está la gente''