15 de noviembre de 2012

Un plan


Laura reniega porque a mitad de su camino hacia la universidad, se nubla totalmente y la ropa que había elegido para ese día, de pronto ya no es la más adecuada. Eso es lo que sucede cuando se vive en una ciudad como Lima, en donde en un solo día (tal vez en una sola hora) se pueden experimentar todas las estaciones del año. Pero ya no había vuelta atrás, no podía regresar a su casa y solamente quedaba soportar el gris del cielo y lo frío del viento con una blusa hippie blanca y un jean wash-algo (eso quiere decir que es un jean claro, lavado exageradamente) como único escudo protector.

Entonces llega a la universidad, espera 11 segundos para cruzar la pista y camina. Entonces le molesta tener que buscar un carné para poder entrar. Entonces encuentra su carné, se lo enseña al vigilante y puede ingresar. Entonces camina. Entonces sigue caminando para ir a la biblioteca. Entonces lo ve entrando. Entonces está segura que es él porque sólo él camina tan despacio, tan "como si no le importara el mundo, tan de costado, tan con la frente en alto pero mirando hacia abajo.

Ella levanta la mano en señal de saludo y él se acerca. Que él tiene una clase en 5 minutos, que ella tiene que hacer un trabajo. Que él iba a terminar antes de las 12 y que había cancelado todo para después, que ella podía esperarlo y después seguir la conversación. Que él le sugiere que lo vaya a buscar a un lugar donde ella tiene prohibido estar, que ella…

-¡¿Qué?! No, no, no, ¿cómo voy a ir ahí? – protesta Laura por ser, de verdad, una idea completamente exorbitante.
-Pero vas a saber lo que es adrenalina. Bah, vamos a saber.
-Pero yo no puedo. O sea, así quiera, no puedo.
-Para todo hay maneras. Yo te digo qué hacer. Y si algo sale mal será por tu falta de precisión en los planes.

Y Laura lo mira mientras sonríe, achina y mueve los ojos. Y él le dice qué hacer. Por supuesto, eso no garantiza que todo salga bien. Por el momento, Laura debía hacer un trabajo y él irse a una clase así que se despidieron y cada uno por su lado. Pasó el verano, el invierno, el otoño, la primavera y llegó el verano otra vez. O sea, pasaron unas horas y ya debía ir al "lugar".

El "lugar" es un espacio dentro de la universidad al que no cualquiera entra. Es decir, no cualquiera entra a todos los pequeños lugares dentro de ese sitio. A menos que tengas un carné diferente. Pero ella iba a entrar y lo iba a ver. Casi robóticamente se acercó al lugar y empezó a llegarle a la cabeza la voz de él dándole instrucciones.

Entra, mira la placa gigante que está a un costado y di que quieres ir a la oficina de lo que sea que esté al final de la placa porque quieres hacer una consulta.

-Hola, quiero hacer una consulta en la oficina de… Humanidades.
-Su nombre, alumna.

No des tu verdadero nombre

-Sandra Fernández
-La Srta. Sandra Fernández se dirige al 5to piso – anuncia la secretaria a un micrófono
.

Sube las escaleras, no el ascensor, pero no vayas hasta el último piso, quédate antes…

Después de pasar la seguridad aeroportuaria del "lugar", Laura subió las escaleras corriendo pero se detuvo en el tercer piso.

Y bajas de nuevo, pero al sótano. Laura, no dejes que te vean.

¿Cómo diablos iba a bajar hasta el sótano y pasar inevitablemente por el primer piso sin que nadie la note? No importa, pensó Laura. Hay que arriesgarse. Y así comenzó a bajar las escaleras con cuidado y antes de llegar al primer piso, empezó a ir más rápido. Cuando logró aterrizar, aprovecho la distracción de la secretaria y corrió hasta el sótano. No había nadie pero ella sentía que cualquier persona podía bajar y verla en cualquier momento. Miraba alrededor como esperando un ataque zombi y él salió detrás de una puerta que Laura no había notado. Sale con sus cosas en las manos. Pero escuchan el sonido de un walkie-talkie (?) y Laura de pronto le quiere pegar. No hay tiempo. Él abre una puerta que parece de caja fuerte y la hace entrar. Es un espacio más o menos grande. Una vez adentro empiezan a reírse como locos. Se ponen cada uno a un lado de la pared frente a frente. Siguen riéndose. Él le señala con el dedo que se calle, que no haga ruido. Pero él esta sonriendo y ella se contagia, se tapa la boca pero sonríe.

-Vas a salir como si nada, si pones la cara de siempre, ya sabes…
-Sí, ya sé, permiso

Después de haberse reído tanto, a Laura le daba un poco igual lo que pase, algo que no es común en ella que siempre es minuciosa y perseguida por todo. Abrió la puerta y el salió atrás de ella, vieron la puerta transparente que da a la cafetería y salieron como cualquier persona e, incluso en el grado máximo de cinismo, compraron dos galletas y dos botellas de agua.

 Y caminaron por la universidad como él dijo: "como si nada" hasta llegar al estacionamiento.

-¿Sabes manejar? –pregunta
-Si, creo. Pero no tengo licencia – responde Laura con cara de pánico.
-Entonces sí sabes manejar.

Y la mira con esa mirada cómplice que ella ya conocía, la misma que le dio unos meses antes, cuando quería que deje de tener ese semblante fantasmal.

-No, no puedo hacer eso, por favor –implora Laura con total raciocinio
-Pero vas a estar conmigo
-¿Y si choco tu carro?
-Tiene airbag.

Laura estaba decidida a seguir negándose hasta que volvió a verlo sonreír y recordó que unos minutos antes nada más, había estado en un lugar en el que no debía, que se había reído con alguien con quien tal vez no debía haberlo hecho tanto y que compró galletas y agua.

-Ya, voy a manejar. Pero con una condición.
-A ver –le respondió él con mirada desafiante y con los ojos más dorados que nunca por el sol.
-Vamos a escuchar  la música que yo quiera.
-Está bien

Entonces le alcanzó las llaves a Laura y ella, aunque con dudas, se sentó en el asiento del conductor. Sacó su mp4  y un cable. Lo conecto al equipo del carro y empezó a elegir canciones. No iba a ser divertido si, de pronto, ponía The Smiths (ya los habían escuchado mucho) así que eligió una canción un poco más sorpresiva…


Y Laura empezó a manejar sin dejar que él le diera algún consejo, salvo este (por estrictos motivos de seguridad)

-Ponte los lentes de sol para salir.

Se los puso y siguió manejando.

-Yo te dirijo, tú sigue.

De pronto la voz de Katy se hace más fuerte, él se ríe y ella lo mira reírse. Sabe que esa canción le debe parecer una cosa horrible y sin embargo, él empieza a mover la cabeza y trata de imitar la voz de la cantante. Laura no lo puede creer.

El sol se hacía más intenso y Laura decide amarrarse el pelo. Se siente un poco más adulta. Él la mira e intenta tomarle una foto con el celular. Ella lo tapa, no lo deja. Y vuelven a reírse.

-¿Te gusta Pimpinela? –Se arriesga Laura
-(Se ríe) Y me sé todas las canciones
-¿En serio? No te creo.
-Yo voy a poner una y vamos a cantar.

Y se fueron cantando, sin darse cuenta de muchas cosas hasta que Laura vio el mar de lejos. Había manejado sin demasiada presión y con tranquilidad, lo había visto elegir una canción y ponerse a cantar sin importarle nada. La brisa, sus lentes, el sol en la cara y en los brazos, su pelo tan castaño, su camisa inquieta por el viento.
















La canción.

''Ay, señorita, yo no soy Varishnicow
pero baile esta canción
y deme su compañía.

Ay, caballero, yo no se qué quiere usted
pero debe comprender
que soy chica de familia''


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